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19 de noviembre de 2011

Round 2: 10 días después!!

 ¿Are we really here again? 

Por cuestiones un tanto azarosas, pasaron 10 días desde haber regresado de Guadalajara, cuando ya me encontraba de nuevo en el mostrador de la CAPU, aunque en esta ocasión, en el del ADO, en compañía ahora de Diana y su abuelita. Tomamos el primer camión con rumbo a la Central del Norte, en el DF, y vimos una película malísima sobre vampiros, al parecer otra de las gringaderas pop desatadas por 'crepúsculo' y que decidieron medio-imitarlas. Aun así, salía Salma Hayek en la película, lo cual no lo hizo una pérdida total. Y después de llegar a la Central del Norte, nos fuimos a la taquilla del "Primera Plus" con rumbo a Guadalajara. Lo que no sabíamos del segundo camión, era que, además de salir a las 11 PM, llegaría a Guadalajara aproximadamente a las 10 AM, pues iba a parar en numerosos lugares. Y no era de "Primera Plus" sino de "Coordinados". O sea, en pocas palabras, un camión medio totolero-guajolotero, a tal grado que los boletos no tenían asiento asignado, así que uno se sentaba donde quisiera. Paramos en Querétaro, Celaya, Salamanca, Irapuato, León, La Piedad de Cabadas. Llegamos a La Piedad como a las 5:30 de la madrugada, donde compré algo para comer, y luego reabordé el camión. Pasamos por hermosos paisajes alteños, o sea, de Los Altos De Jalisco, pero, el fortísimo frío que se sentía en La Piedad, se reflejó en el cielo al ir amaneciendo: estaba muy nublado, y el aire frío soplaba.

Agavales de los Altos

Dormía y despertaba a intervalos cada vez menores. Quería ir viendo las montañas. Pasamos junto a una increíble iglesia con iluminación nocturna amarilla y azul en cierto punto, pero no le pude tomar fotografías. Un letrero me hizo saber que estábamos en "Degollado", Jalisco. Pasamos así por varios otros pueblos que ya conocía del viaje al UNITESO el año anterior: Tototlán, Atotonilco el Alto, Ayotlán... cuando por fin, el paisaje se comenzó a arrugar más y más. Cañada tras cañada, eventualmente nos encontramos con un brazo de la Barranca de Oblatos, lo cual indicaba que ya estábamos atravesando el "Puente Grande", y unos 20 minutos después, a las 10:40 AM, estábamos por fin en la Nueva Central Camionera, de nuevo. Como no estábamos en disposición de gastarnos $120 en un taxi al centro de la ciudad, preferimos abordar un camión que dijera "Tren Ligero" aunque no supiéramos exactamente a qué estación nos llevaría. El chofer nos dijo que iba hasta la estación de Tetlán, así que habría un largo camino por recorrer, en las colonias menos hermosas de la ciudad, que se asemejaban a San Baltazar Campeche, Puebla. Eventualmente llegamos al tren ligero de Tetlán, nos bajamos y lo tomamos en dirección hacia Juárez. En el trayecto, Diana se comunicó con su amiga, Mafer Sánchez, con quien nos habríamos de ver a determinada hora en San Juan de Dios; enfrente del Centro Joyero Magno. Cuando por fin llegamos a la estación de San Juan de Dios, y tras haber comprobado que estaba conociendo una parte del tren ligero de Guadalajara a la cual jamás me había metido, salimos, yo con esa extraña sensación de que, a pesar de que en toda mi vida, el total de días que había pasado en Guadalajara no pasaban de 12 días repartidos en casi 6 años, ya conocía la ciudad como mi casa, con ese extraño aire de familiaridad y calidez. Caminamos hacia la Fuente de la Inmolación de Quetzalcóatl, y encontramos un restaurante en el cual servían desayunos muy baratos. Nos tuvimos que cambiar de mesa, pues el cielo estaba nublado (¡Cosa rara en Guadalajara, ciertamente!) y el aire que soplaba, muy frío. Y el restaurante estaba abierto a los cuatro vientos. En pocos minutos nos trajeron nuestros desayunos, pan dulce, jugo, leche, y un platillo especial, en mi caso el cual fue... torta ahogada. De nuevo era hora de comer ese manjar de Jalisco, hasta que, casi terminando, nos empezó a acosar una abeja, que eventualmente se estancó en la miel y la mermelada, y no se pudo mover. En eso estábamos, terminando el desayuno, cuando llegó Mafer, y saludó a Diana de manera efusiva. Después de que pagamos nuestro desayuno y nos pusimos al corriente de nuestras vidas, comenzamos con fotosesiones en la fuente, y luego, en el camino al Hospicio Cabañas, (al cual insistí que teníamos que entrar), nos encontramos el letrero de "Guadalajara 2011" pero ahora, ligeramente ladeado. Y, obviamente, nos quisimos tomar todos una fotografía en el letrero, y si bien pude yo subirme más fácilmente a las letras, Diana tuvo que solicitar un poco de ayuda y vencer cierto temor a las alturas antes de llegar a estar lista para la fotografía. El problema fue bajar de allí.


Entramos al Cabañas, después de sacar nuestras poderosas credenciales de Estudiante, y, tras pagar el permiso para tomar fotografías, ingresamos al magnífico Patio de los Naranjos, reflejando cierta influencia Andaluza o Valenciana, ya que en la Catedral de Sevilla también hay un Patio de los Naranjos. Lo primero que hicimos fue entrar a la "Capilla Principal", y, rodeados de murales, describiendo escenas históricas de México, aunque sin el tradicional romanticismo al describir a los indígenas, que caracterizó a Diego Rivera y  otros contemporáneos suyos. Dentro del Hospicio Cabañas, parecía que estábamos en la Capilla Sixtina, versión Mexicana. Había un guía de turistas dnado la explicación de todos los murales en el lugar, y por supuesto, que dicho comentario que habíamos pensado, comparando el lugar con el edificio de la Ciudad del Vaticano; también lo pronunció el guía de turistas. "La Capilla Sixtina de Latinoamérica", la llamó. Nos explicó el ejercicio de perspectiva que debíamos hacer para admirar los distintos ángulos de la pintura, y obviamente, la pieza culminante de su explicación fue "El Hombre de Fuego". Es algo inenarrable. Uno tiene que estar allí para comprenderlo en toda su magnitud y esplendor. 

Si Cervantes tenía una pluma, Orozco tenía un pincel.

La técnica es soberbia, increíble y delicada. La obsesión de Orozco con el fuego, nos explicaron, estaba relacionada con que a Orozco le había explotado un petardo en la mano, se la había quemado, y se la había destruido, por lo cual, de hecho, el Hombre de Fuego, no tiene mano derecha. Me sonó demasiado a Frida Kahlo con su columna rota. ¿Por qué las tragedias convierten a los Mexicanos en artistas? 
Continuamos con el recorrido por la Capilla Mayor, y encontró Diana un cuadro muy singular. Era algo similar en forma al Escudo de la Casa de Loyola, con un caballo mecánico que de inmediato hacía pensar en Don Quijote De La Mancha... de alguna extraña y subliminal manera.

Militia Est Don Quixote Vitam, La Vida De Don Quijote Es Lucha.

Salimos de allí después de darle su propina al guía de turistas, y comenzamos el tour de los pequeños patios que hay atrás. Era sorprendente el tamaño del Hospicio Cabañas, ahora entendíamos por qué decían que en ese edificio cabían 5,000 huérfanos aproximadamente. Es neoclásico en todo su esplendor, y poco a poco fuimos perdiéndonos entre sus 23 patios, por todos lados habiendo uno al cual entrar. Árboles de naranjos y de pino plantados en algunos, mientras que otros patios lucían grandes arbustos de rosas, cuidadosamente podados, reflejando la tradición eterna Tapatía, de que Guadalajara es "La Ciudad De Rosas". Las puertas, sus marcos de piedra antigua de tonos cafés, todo era típicamente Jalisciense, al mismo tiempo que se veía, incluso desde ese edificio del Siglo XIX, lo que, en mi opinión, inició la influencia en Barragán y su "Arquitectura Emocional". El edificio tenía una fuerte carga de rudeza, con sus piedras moteadas y sus recios muros, diseñados para no caerse cuando temblara. Arcos y más arcos, y cúpulas en abundancia. Los Chinos dirían que todas las curvas de arcos y cúpulas eran para que la energía positiva fluyera, y no fuera energía negativa, la cual fluye siempre en línea recta; los Romanos dirían que las curvas de arcos y cúpulas eran para la resistencia de edificio. De una u otra forma, ambos tienen razón, ya que las curvas de arcos evitan que colapse una estructura, más que lo hacen simples techos planos. En algunos patios del Hospicio, había estatuas, representando cosas distintas. En una estaba el Obispo Cabañas (No confundir con el Cardenal Posadas, éste último fue asesinado en Guadalajara hace 17 años). En otra, Miguel Hidalgo. En otras, palomas de la paz. Pero Miguel Hidalgo estaba rodeado de naranjos, y no pude resistir cierto juego fotográfico angular:

El Padre De La Patria tiene hambre.

Caminamos y caminamos por largos pasillos donde abundaban arcos, fuimos hasta el Patio Mayor donde vimos panorámicas espectaculares, algunos de los techos, de mil palomos en el caserío fabulado por la canción de "Guadalajara, Guadalajara", brillando en el sol matutino, que, extrañamente, ya había salido. Las nubes y el viento desaparecieron de Guadalajara al dar aproximadamente las 11 AM, y dieron paso al suave calor Tapatío, con el cual sueña Alejandro Fernández al cantar "El Mismo Sol". Así fue que dimos con una exhibición de arte, que era la Colección Jumex. Dicha colección ahora estaba exponiéndose en el Hospicio Cabañas, y entramos por la primera puerta que vimos, a una sala con aire acondicionado, en la cual había un venado hecho a base de cortar un cubo de hule espuma rosa. El venado se exhibía con todos los restos del hule espuma que sobraron del proceso de corte y tallado tridimensional. Luego, varias pinturas que realmente no lo eran, sino más bien imprsiones sobre papel brilloso, un collage de más de 2400 estampillas postales de Alfred Hitchcock, de las cuales una sola estaba volteada de cabeza, una pecera con una solución salina especial dentro de la cual estaban, flotando en perfecto equilibrio, como suspendidas, tres pelotas de básketball, marca NBA-Spalding. Entre dos vidrios de unos 2 metros cuadrados, estaban apretujados restos de basura de sacapuntas, de lápices de distintos colores. Una pintura rezaba "The fundamentals of abstraction have remained more or lessssss constant..." y otro artista le ponía de título a sus pinturas la fecha exacta del día en el cual las hizo, pero en Alemán, y sin espacios, de tal forma que había obras con nombres como "Freitagdenachtzehntennovemberzweitausendundvier" o "Sonntagdenachtenmaizweitausendfünf". Otras obras de arte incluían pedazos de metal cortados perfectamente, y puestos en sucesión. En sí, era una completa colección de arte abstracto, en algunos casos tan abstracto, que el mensaje final que quería transmitir el autor, o bien era confusión, o bien lo expresó tan complicadamente, que no sabíamos qué pensar.

¿?

En cierto punto, Mafer se tuvo que ir a su casa a comer, y nos despedimos de ella. Aceleramos el paso para continuar viendo lo más que pudiéramos de la exposición, antes de irnos con rumbo al Estadio Telmex de Atletismo, pues a las 4 PM iniciaban las competencias de Atletismo, y Diana no se las quería perder por nada. Así que del Hospicio Cabañas, caminamos a la estación del Tren Ligero de San Juan de Dios, nos seguimos hasta Juárez, transbordamos a Periférico Norte y nos seguimos directo hacia Periférico Norte, toda la línea completa. Oficialmente en el momento en que llegamos a la estación del Periférico Norte, ya había yo recorrido en su totalidad el metro de Guadalajara (Que realmente no es muy largo). Cuando por fin bajamos de la estación, descubrimos que nadie sabía para donde quedaba el Estadio Telmex de Atletismo (Sufriendo la misma anécdota que sufrió Gus el último día del primer viaje). No nos quedó de otra más que pedir un taxi, el cual nos llevó directamente hasta el Estadio, a un módico costo de $35. Y no estábamos realmente así, demasiado lejos, pero para ir caminando bajo ese sol ardiente, sí era bastante. Una vez allí, descubrimos que había una fila enorme de personas para entrar gratis, y una fila pequeña de personas que iban entrando con sus boletos en mano. Nos formamos a unos 25 metros del inicio de la fila, mientras sonaban en el aire las palabras, "Pongámonos de pie para escuchar el Himno Nacional de Brasil". Y escuchamos las alegres notas del "Ouvíram do Ypiranga as Margens Plácidas". Estuvimos en la fila alrededor de dos horas y media. Y en el transcurso de esas dos horas y media hubo de todo. Entre guardias altaneros y guardias amables, chavitos de primaria y secundaria que estaban rojos y sudados de tanto estar allí, mientras los atletas de otros países, como Jamaica, Canadá y Bahamas iban entrando al Estadio y toda la fila de gente se daba cuenta de ello. "Fotiú!" le gritaron algunos a los gringos que pasaban muy lejos. Un gringo viejo con bastón, paseaba de lado a lado preguntando si alguien tenía un boleto para regalarle--pero lo preguntaba ne Inglés, y con una actitud ligeramente de sentirse superior. "Has anyone got any tickets to give away for free?" iba pregonando al pasar. Al parecer, nadi le hizo caso, pero tampoco le dijeron que tenía que formarse para obtener eso que buscaba. Estuvimos así, cierto tiempo, hasta que eventualmente conseguimos que nos dejaran pasar, con unos mini boletos en mano, que servían para entrar de "cortesía" a la zona "General" (o sea, gratuitas) y nos dejaron pasar. Fuimos dando vueltas y vueltas alrededor del Estadio hasta que por fin encontramos la entrada para la zona General, y descubrimos que estábamos en el pleno rayo del sol, con el astro rey justo de frente a nosotros, que, de por sí ya estábamos asoleados y ardidos. Vimos como corrían y corrían diferentes pruebas de Atletismo, donde por lo general escuchábamos el himno de Brasil esporádicamente, y el himno de Cuba casi siempre. Los Cubanos arrasaron, y no fue sino hasta que compitió una Mexicana en los 5000 metros planos femeniles, que escuchamos el Himno Nacional Mexicano y vimos a una Mexicana recibir una medalla de oro ese día. Así fuimos viendo las competencias. Llegoó a suceder, que en una de las carreras, donde se pedía silencio para todo el estadio, de forma que el disparo se escuchara precisamente y nadie saliera en falso, un helicóptero se acercó y estuvo revoloteando fuertemente sobre el estadio. Al momento de sonar el disparo, como era obvio y esperable, salieron los atletas en falso, y dos fueron descalificados. Y todo por culpa del helicóptero imprudente, que, mientras todo el estadio estaba en silencio, sonaba más fuerte que un balazo de salva. 



Luego vinieron los saltos de altura, y mientras tanto, fui a buscar algo de comer, pues moría de hambre. Pero el comer dentro del estadio era una infamia prohibitiva. La bolsa de tostitos preparada costaba 35 pesos, y una crepa miserable costaba $55.  Los refrescos de lata 20 pesos. Por un momento me sentí comprando comida en Europa. Seguimos en el estadio hasta que terminó la última competencia, esperando escuchar el himn nacional de algún país que no fuera el de siempre, (Cuba o Brasil), y de hecho me quedé esperando el Himno de Barbados, pues era su competidor el que había ganado en salto de longitud, pero no lo esuchamos. Nos dimos una perdida después de terminar la competencia, me puse a buscar a Diana y a su abuelita para irnos juntos a la casa de la abuelita de Mafer, que era donde ellas se iban a quedar, en una colonia de total diseño Barraganista: los Jardines del Bosque. Justo a unas cuadras del Hotel Riú, el nuevo edificio, actualmente el más alto de Guadalajara, y que había sufrido un incidente meses atrás en el cual se había incendiado una parte de la construcción.  Las encontré en las afueras del estadio de Atletismo, y tomamos un taxi que nos llevó hasta allá. Estábamos bastante apartados, de hecho estábamos en el sector Norte de la ciudad dentro del municipio de Zapopan. (Que, por su parte, es el municipio más grande de Jalisco, y ocupa un espacio alrededor del municipio de Guadalajara por 3 lados de 4.) El taxi nos llevó por toda la ciudad hasta que encontramos la calle de la casa de la abuelita de Mafer, y pasé a acompañar a Diana y su abuelita hasta allá, para luego tomar el primer camión que me llevara a la casa de Saúl, a donde llegué, prontamente, no pudiendo creer que de nuevo, después de tan solo diez días, volviera a estar en la misma mágica ciudad, tan hermosa, con nuevas metas a cumplir. Agradecido con la vida y con Dios por volver a estar en la ciudad donde he sido feliz, y cansado por la asoleada y el viaje, procedió mi cuerpo a tocar el edredón de la cama, y de inmediato comenzó el shutdown de mi sistema.

13 de noviembre de 2011

Equipo Anti-Itinerarios (-1): Cien Vidas Vividas En Un Día

Tras despertar el día siguiente, Saúl y Mario se fueron temprano a la universidad, mientras que Gus fue a cumplir otro encargo que tenía para ese día. Yo me levanté más tarde que todos ellos, y procedí a llamar desde temprano a la persona a quien había estado buscando en Guadalajara. Después de varias peripecias, pude por fin dar con el amigo de Guadalajara a quien buscaba, y con quien había quedado de verme por lo menos una vez durante mi estancia en esa ciudad. Me dijo que nos podríamos ver a las 4 PM en el Complejo Deportivo Revolución, en la calle Pablo Neruda, junto a los Colomos... y en ese momento mi corazón dio un vuelco, pues yo sabía exactamente donde estaba eso: era a unas cuadras de la casa donde yo me había hospedado, poco más de 5 años atrás, en mis primeros Interjesuíticos fuera de Puebla: los del Ciencias.



Sabiendo pues, que tenía todo el día para mi, salí de la casa, con rumbo al ITESO, para entregarle a Zebul las llaves que me prestó para poder salir de la casa, y caminé por toda la agradable vereda del "Camino al ITESO", al lado de enormes edificios corporativos, pero por una calle donde, sin importar la anchura de la banqueta, siempre había árboles. Ya de por sí sé que Guadalajara es una ciudad verde por excelencia, pero desde el camino de la colonia Las Fuentes, con sus encantadoras calles de empedrado y sus árboles, frondosos y fuertes, con frescas sombras y raíces que poéticamente levantan las piedras, se siente la diferencia con Puebla. Se valoran los árboles en la ciudad muchísimo. Tal vez Guadalajara no tenga un "Parque Central" muy grande, como el Bosque de Chapultepec en el DF, o nuestros no muy arbolados Parque Ecológico y Flor del Bosque... pero eso lo compensan teniendo todos los árboles posibles en las calles de la ciudad, por toda la ciudad. En cierto punto de la Avenida López Mateos, los árboles de un lado de la calle se juntan en ramas con los del camellón redondo de en medio,  y éstos, a su vez, con los del otro lado de la calle, creando un auténtico "canopy" (no recuerdo la palabra en Español) de naturaleza y verdor.

Foto de hace un año, en el UNITESO

Caminé hasta el ITESO, lo cual, en realidad no fue demasiado, y salí por la calle al lado de las Tortas Ahogadas y el Starbucks que conocí el año anterior, al asistir al UNITESO, de nuevo recordando viejos tiempos. Subí por el hermoso puente donde brilla el IHS dentro del sol a la mitad, siendo visto por todos los que pasan por el Periférico de Guadalajara, y registrándome antes de entrar a la hermosa universidad, que más que haber construido una universidad en la ciudad, parece como si fuera una universidad construida en medio de un bosque gigante. Ahora que no tenía que estar yendo al edificio de la facultad de arquitectura con regularidad para una sesión de MUN, pude tomarme tiempo de admirar ciertas cosas que no pude, del ITESO en sí, como por ejemplo, el detalle de que todos los árboles tenían un número colgando de su tronco, con el cual eran identificados por los estudiantes y trabajadores encargados de cuidarlos. Pasé de nuevo, como el año anterior, a la cafetería, y compré una leche con chocolate de la marca "Sello Rojo", una empresa pequeña propia de Guadalajara, que era la única marca disponible de algunas cosas en toda la universidad, con la finalidad de fortalecer ese pequeño negocio, en vez de caer en la eterna trampa de comprar siempre Hershey's para tomar en las mañanas, o Nesquiks. Punto extra a favor => Auxilio a empresas pequeñas que de verdad lo necesitan, y no darle más a los que de por sí ya tienen y mucho. Típica mentalidad Jesuita-TeologíaDeLaLiberación que me encanta.
Después, fui a ver por donde era la facultad de Relaciones Internacionales, y me sorprendió que no era un edificio pequeño, sino uno de tres pisos, con por lo menos un espacio apropiado. De allí, llamé a Zebul por teléfono, y me dijo que nos reuniéramos en el "Ombligo", lugar que yo desconocía en su ubicación. El "Ombligo" resultó ser una hermosa fuente, que no era tal, sino un chorro de agua disparado hacia arriba en el centro de un enorme palenque, pero con una zanja en medio para que escurriera esa agua hacia la bomba y fuera eyectada de nuevo hacia fuera. Y alrededor, árboles de todo tipo, con coloridos sensacionales, que reflejaban el otoño en sus hojas. Algunos framboyanes en flor, de color naranja, otros árboles con hojas rosadas o rojas, y muchos más con un verde profundo, rebosantes de clorofila. Allí estaba Zebul, y al encontrarlo, le regresé sus llaves, y le solicité consejo para poder encontrar un camión que me llevara hacia donde tenía que ir. Me pasó una página de internet para poder ubicar los camiones que pasaran cerca del ITESO, y, efectivamente, había varios que iban hacia el rumbo del Ciencias. En el ITESO, sin embargo, antes de irme, busqué como pude a Vivian Cárdenas y a Oliver Arana, y, como era de esperarse, no los encontré, así que fui de salida por mi credencial del IFE, cuando, en la cafetería, descubrí a toda una tropa de Cubanos sentados bajo las sombrillas, esperando a subir a un camión de Primera Plus. Al parecer, la delegación de Cuba estaba utilizando instalaciones del ITESO para entrenar, y muchos estudiantes se estaban tomando fotos con atletas. Todos, sin embargo, salieron bastante rápido de allí, y los camiones se encaminaron hacia fuera.

Tras caminar otra vez bastante, llegué a la parada de camión de enfrente del ITESO, donde esperé uno de los camiones "Turquesa", el cual me llevó, después de un sinfín de vueltas, hasta el centro de Guadalajara, a la estación de Juárez. Pasé a un lado del complejo de Box, donde ya había una enorme fila de personas que querían comprar su boleto, bajo el rayo del sol. Subí al tren ligero, y, tras dudar si valía la pena, por pura curiosidad, seguirme hasta donde estaba el tren que me dejaba cerca de la sede mundial de "La Luz Del Mundo", me bajé cerca de San Juan de Dios. Al pasar frente a la iglesia de San Juan de Dios, decidí echar un ojo adentro, y, curiosamente, a pesar de ser Lunes, la Misa que se oficiaba en ese momento en el interior, estaba llenísima. Tomé algunas fotos del interior, todo azulado y blanco, como si fueran de nuevo los colores de Galicia, y salí de la iglesia. Entré al mercado, donde en ese momento estaban transmitiendo en algunas televisiones, el Tae Kwon-Do entre México y Estados Unidos. Pude llegar justo a tiempo para ver  como México ganaba el oro, y luego compré algunas cosas para llevar de regreso a Puebla, entre las cuales se contaban unos arrayanes, borrachitos, y tres camisas de los panamericanos (producto no oficial, ya que el oficial costaba $180, mientras que las playeras no-oficiales, $75). Subí y bajé por todo el mercado, o por lo menos una gran sección del mismo. Curiosamente, no me sentí inseguro para nada en ese lugar. Había lugares con fuerte aroma a mariscos, lo cual siguió haciéndoseme extraño, pues estábamos más lejos del mar que lo que lo está Puebla, y aún así, se comen muchos mariscos por allá. Salí de allí y caminé hacia la Plaza Tapatía, ahora sí, contemplando como se debe, la Fuente de la Inmolación de Quetzalcóatl. Si se la ve desde lejos, puede uno pensar "Qué padre cosa modernista", y seguir caminando más adelante. Sin embago, si uno lee la historia que hay detrás de la fuente, puede sorprenderse de los significados que encierra. Las esculturas que hay a los lados representan al hombre hecho ave, que se apresta a levantar el vuelo, con la intención de fundirse cn la naturaleza en espíritu, en la dirección hacia la cual se levanta el "churro" de en medio. También había allí, de los ya clásicos "Adivinos de la fortuna", conocidos en los zócalos de Puebla y la Ciudad de México, que son extranaturalmente altos, usan una capa misteriosa con brillitos, y tienen una caja llena de papelitos. Street performers, a final de cuentas.

Mystère

Seguí caminando por lo largo de la Plaza Tapatía, donde se podían ver con más claridad los letreros que habían sido colocados a los lados, en los edificios joyeros, y que tenían cómo se dice "Está bien padre" (o la expresión idiomática equivalente) en los diferentes idiomas de donde viniera la gente de Panamericanos. Así teníamos "¡Qué buen carrete!" para Chile, "Qué coisa mais linda!" para Brasil, "¡Che, está re bárbaro!" para Argentina, y "That's Awesome!" para Canadá. Seguí caminando hasta el Hospicio Cabañas, intentando entrar y fallando en el intento, ya que estaba cerrado por ser lunes. Y bueno, estaba cerrado, pero la puerta estaba abierta, por lo cual solo pude echar un ojo y ver un lindo patio de naranjos. "Para la próxima será," me dije a mi mismo. En ese momento, un montón de militares comenzaron a salir de quién sabe donde, marchando y poniéndose, con sus hirvientes uniformes verde oscuro, bajo el fulgurante sol, y comenzaron a tocar marchas militares, mientras una multitud se congregaba alrededor para escucharlos tocar. Nunca han sido de mi total agrado las marchas militares. Les falta colorido en los tonos, en las tesituras, les falta melodía y variación, y un ritmo menos monótono. Menos estridencia y más armonía. Supongo que eso refleja en gran manera el carácter militar. Incluso el himno nacional, tocado por una banda militar, suena casi tan feo como cantado solamente a capella.


De allí, no hubo mucho más que hacer, que ir de regreso al Tren Ligero, y abordarlo con dirección a Juárez, transferir a la línea 1 y tomar la dirección Periférico Norte, y bajarme en Ávila Camacho, o sea, en la estación de la Avenida que conduce al Ciencias. Yo ya sabía donde estaba, ya conocía ese rumbo desde 5 años y medio atrás, y la nostalgia se apoderó de mí al ir saliendo de la estación, y encontrarme en el mismo crucero donde había estado corriendo aquella tarde de Mayo, para regresar por mis maletas a la casa donde me estaba quedando, después de haber ido, con el tiempo sumamente apretado, al centro, a buscarle arrayanes a mi abuelita, que me los había pedido encarecidamente. Aún recuerdo cómo corrí hasta la puerta del Ciencias, donde la señora Paty estaba esperándome para ir, corriendo, a la casa de los Silva Álvarez, por mis maletas, que había dejado aquella mañana, y de ahí, regresar a toda velocidad al Ciencias, a la clausura de los Interjesuíticos.
Tomé, de nuevo, como hace 5 años, la Ruta 633 del autobús hacia el rumbo del Ciencias. Pasé al lado de las Torres del Country, al lado del gran terreno baldío, y luego, al encontrar Plaza Patria, supe que casi había llegado. Las paredes de piedra negra se alzaban como siempre, y descubrí que había un barandal para que no se atravesaran la calle caminando los alumnos del Ciencias. Encontré el puente nuevo también, el cual lucía el escudo del Ciencias y las palabras "Instituto De Ciencias - El Colegio Jesuita de Guadalajara". Por desgracia, a pesar de ser Lunes, por ser Panamericanos, estaba cerrado el Ciencias, y es que todos los colegios (aunque no las Universidades) estaban teniendo 2 semanas de vacaciones. En pleno Octubre. La cortina metálica con su eterno color rojo estaba bajada, y no pude más que nostálgicamente caminar al lado del Ciencias, mis dedos rozando la pared de piedra basáltica en todo momento, recordando todo, sonriendo con algo de nostalgia, pues había vivido tan intensamente los días que había estado allí, tanto como había vivido intensamente las dos, tres veces que estuve en el Lux, o en el Pereyra... Vivir intensamente significaba vivir, tal y como lo había estado haciendo los días que había estado ahora en Guadalajara, ciertamente no quedaba duda. Los recuerdos se arremolinaron en mi mente, y seguí caminando, doblando la esquina a la derecha en la calle de atrás del Ciencias, y pasando al lado de colonias de muy alto nivel socioeconómico, o por lo menos eso daban a entender con sus fachadas y jardines. Volví a ver el "Coto Los Arrayanes" con el mismo letrero de tipo Stencil en metal plateado, con fondo blanco, tan minimalista y cuyo estilo asociaría siempre con Guadalajara, así lo viera en Acapulco. El obelisco azul de piedra con triángulos verdes que se podía ver desde el campo de futbol del Ciencias también estaba allí, intacto, con el estilo Barraganiano tan característico de esa mezcla de colores y texturas.


Así fue que continué caminando hacia el oeste por la Avenida Patria, gozando del paisaje urbano de esa, tal y como mi profesora de Escenario Regional de América Latina describió, una de las únicas ciudades de México auténticamente bien planeadas y, en todo sentido, bonitas. No es que Puebla sea fea, pues el centro y algunas colonias son joyas. Pero hacia la reserva Quetzalcóatl-Atlixcáyotl, y hacia el sur de San Baltazar, se ha hecho tal maraña urbana, que ha crecido como un tumor en áreas anteriormente vacías, o que eran ejidos. Si bien es cierto que tal vez no deforestaron mucho, pues no había bosque allí, faltó un trazo bien planeado, con banquetas amplias, y llenas de árboles gigantes por doquier, que cubrieran con su fresca sombra todo lo posible. Cuando por fin, me encontré con la calle Alberta, sabía hacia donde tenía que ir. Atravesé la avenida, y pasé en frente de varios edificios de moderado tamaño, que tenían la finta de ser edificios departamentales de clase alta, o por lo menos de clase media-alta. Continué por la calle Alberta hacia el sur, y al ver los nombres de las calles aledañas, supe que estaba en la colonia Providencia, que era donde me había quedado aquella vez. Los nombres de calles eran todos sumamente Sudamericanos. Tucumán, El Chubut, Maracaibo, Entre Ríos, Barranquilla, Brasilia, El Chaco, Manaos, La Rioja...
Sin saber cómo llegar a la casa de los Silva Álvarez del todo bien, medio me perdí al meterme a la calle Barranquilla, que era larguísima y sin embargo, era callejón sin salida, al final pasando por un condominio gigante, y también, con aspecto de clase alta. Regresé y continué caminando hacia el sur, hasta poco antes de llegar a la Avenida Montevideo. Ya sabía en donde estaba. Giré y fui hacia la calle donde me estuve hospedando tanto tiempo atrás. Todo seguía igual. Allí estaba, la casa de los Silva Álvarez. Qué debería hacer? Podría intentar tocar la puerta y tan solo saludar. O podría esperarme a que alguien saliera de allí. Había coches estacionados. ¿Seguirían viviendo en el mismo lugar? ¿O habrían formado parte de las hordas de familias adineradas de México que, en vista de la inestabilidad nacional, habían decidido reestablecerse en Canadá? Di tres vueltas a la cuadra, que más que cuadra, era trapecio, ya que estaba construida en una ladera, y eran subidas y bajadas del cerro de los Colomos. En cierto punto vi a una señora estacionarse enfrente. Pero, se habría realmente estacionado allí, o estaría esperando a alguien más, o estaba temerosa de bajar del automóvil por ver a un extraño caminando por ahí, como a la expectativa, con una misteriosa bolsa negra en la mano? El coche que se había estacionado enfrente, sería de verdad su vecino, o su guardaespaldas? Con un poco de tristeza (Más bien un mucho) supe que sería muy difícil volver a saludar a los Silva Álvarez de esa forma. Pero en mi mente se agolpaban muchas dudas. ¿Cómo seguirían los señores? ¿Cómo seguiría su hija en salud? Para estas fechas, ella ya debería tener entre 23 y 24 años de edad. ¿Qué habrían hecho de su vida ambos hijos? Lo más seguro era que también, ambos ya estuvieran en la Universidad. Muy posiblemente, incluso, fuera del país. El perro "Benito", seguiría allí? Cuando literalmente han pasado cinco años sin saber absolutamente nada de algunas personas, las dudas te entran y se agolpan en tu mente.
Resignado a que no podría ver a la familia Silva Álvarez, por lo menos a pasar a saludarlos, me encaminé hacia donde yo sabía que debía de ir, y bajé por la Avenida Montevideo, con sus eternos pinos Mexicanos, que dan la apariencia de tener mucho vello, en lugar de hojas agujifolias, hasta llegar a la Avenida Pablo Neruda. Qué hermosura de avenida! Yo la recordaba un poco distinta. Con árboles gigantes a todo lo largo del camellón, sí, pero parecía ser que para los Panamericanos se habían volcado en remodelarla. Estaba llena de esculturas, de las rosas que estaban en exposición, y con asientos, gimnasios al aire libre de uso comunitario, y flores. Todo en excelente estado, y con una estética viva, alegre y colorida. Eventualmente llegué a una taquería, cuando estaba al punto que mi estómago me exigía alimento, así que pedí una orden de tacos al pastor, que, curiosamente, era muy distinta a los que conocemos en Puebla y el DF: Aquí los tacos eran grandes, y no las mirruñas que cobran como si fueran carne de Sirloin. En la taquería, estaba prendida la radio, y estaban transmitiendo acerca de los resultados de esa mañana en la Unidad Deportiva Revolución. Lo curioso fue que de repente, en esas transmisiones, comencé a escuchar doble. Pensé en un principio que tal vez mis tacos traían resto de algún estupefaciente, pero al voltear a ver, me di cuenta que un comensal con playera de los Panamericanos, estaba hablando por celular, al parecer al noticiero de la radio, reportando lo que había sucedido ese día. Lo que él hablaba a mis espaldas sonaba una fracción de segundo después, en la radio que teníamos detrás. Como siempre, con el típico estilo de narrativa de radiodifusora Mexicana, con tonos y bríos. Al terminar, rápidamente, mis tacos, pagué y me fui a sentar a la entrada de la Unidad Deportiva Revolución, y hablé por teléfono con mi contacto, quien me dijo que no nos deberíamos ver allí en la entrada, sino más hacia "la izquierda" de la calle Pablo Neruda, en la entrada a las oficinas del COPAG. Allí había varias personas con camisa azul de los Panamericanos, que, por lo visto, también estaban esperando a esta misma persona. Entré con ellos a la COPAG, pasando muy fácilmente el filtro de seguridad con los de la Policía Federal, y me encontré con quien me quedé de ver.

Jardines de Neruda...

Lo sucedido aquí es ya historia conocida.

Estuvimos en el juego de Badminton, con todos aquellos voluntarios, y luego era posible que nos fuéramos al de tiro con arco, pero ya no fue necesario. Platiqué largo y tendido con ellos. Fueron super amables, y me cayeron más que bien. Anahí Castillo, Chuy Ramírez, Saúl Quiroz, Melissa, Alicia... a todos ellos un gran abrazo desde Puebla.

Aunque no salen en esta foto... bueno, sí y no.

Salimos de la Unidad Revolución tarde, pero nos fuimos a sentar a las oficinas de la COPAG. Allí platicamos amenamente, hasta que algunos de ellos se tenían que ir a terminar tareas, o seguir con su vida normal. Después de todo, la suspensión de clases sólo había sido para secundarias y prepas. Así que salí de la Unidad Revolución, y llamé por teléfono a Gus, quien estaba en Galerías Guadalajara. Allí quedamos de reunirnos, y comencé a caminar, mientras la tarde caía. Iba caminando hacia donde tomar el camión que me llevara a Galerías, cuando me encontré en medio de la calle, caminando, este pequeño animal perdido:

"Hola, estoy perdida, me ayudas?"

Y como pude ver que traía un collar con una placa, viendo que estaba en el camellón de una avenida, que, había sido lo suficientemente afortunado de atravesar sin que lo aplastaran, llamé al teléfono celular que marcaba allí. Me mandó a Buzón Telcel. Luego marqué a la casa cuyo número marcaba allí. No contestaban, así que como último recurso decidí ir a dejarlo a la casa donde estaba marcada la dirección, pero, como la nomenclatura de las calles Tapatías no es lógica, como la de Puebla, por ejemplo, tuve que divagar con un perro asustado en brazos hasta encontrar a una parejita joven que me auxiliara a encontrar el #10 de la calle Filadelfia. La pobre perrita (De nombre "Burbuja"), al llegar a la casa, en la cual descubrimos que la puerta estaba abierta de par en par, y posiblemente se habría escapado, llegó hasta la puerta, rascó como para que la dejaran entrar pero no había nadie. Así que se hizo bolita enfrente de su puerta, y se durmió. Mi alma descansó, y me encaminé hacia Galerías. Estaba en el camión, cuando de pronto sentimos un enfrenón, y un sonido tosco. El camión siguió como si nada, pero luego una persona caminó por la calle, en la cual el tráfico iba muy lento, y le gritó por la ventana "Párate, pendejo!!". Resultó ser que habíamos chocado, y ni en cuenta habíamos caído, así que el trayecto para llegar a Galerías se tardó aún más, hasta que, eventualmente, me encontré con Gus, muriendo de hambre, y pasando a un McDonald's a cenar plástico antes de regresarnos a la casa de Zebul. Cuando por fin llegamos, nos dijeron que ya nos daban por difuntos, porque no sabían qué había sido de nosotros. Llegamos rápido a guardar nuestras cosas, y de allí nos llevaron de regreso a la Nueva Central Camionera de Guadalajara, casi hasta Tonalá, de donde habíamos llegado. De inmediato fuimos por nuestros boletos hacia Querétaro, comimos algo ligero en la estación, y seguimos nuestro camino. Llegamos a Querétaro a las 3 de la madrugada, y pudimos alcanzar a tomar un camión que estaba saliendo hacia Puebla. Llegamos a Puebla a las 8 de la mañana, dando por concluido un muy hermoso y productivo viaje, que había sido tan anti-itinerarios como nuestra propia mística en contra de la organización del tiempo nos lo indicó.

24 de octubre de 2011

Equipo Anti-Itinerarios (-1): Los Amigos De La Fila Y Un Paseo En Macrobús

Salimos de Tequila como a las seis de la tarde, y yo tuve que abrir una ventana del totolero camión para que me entrara aire fresco a la cara de lleno, y, levemente, el aire Jalisciense, caliente que nos había achicharrado la cara en Tequila, se fue refrescando hasta el punto en que era una brisa otoñal, y con un aroma distinto al que nos había tocado en la carretera de regreso por Los Altos de Jalisco, cuando fuimos el año anterior al UNITESO, (ya que en aquella ocasión toda la campiña apestaba a chivos). En cambio, por la región tequilera, el dulce aroma de los agavales llenó mi nariz, y comencé a acurrucarme y dejarme llevar por los brazos de Morfeo.
En pocos minutos (o al menos así parecieron para mí) llegamos a Guadalajara, y yo ya estaba completamente sobrio y sin "cruda". (Loada sea la Carne en su Jugo, la Sopa Azteca con mucho chile, los Totopos con Salsa Yahualica y las Brochetas de Camarón!). Bajamos de nuevo en la tercermundista estación de camiones antigua de Guadalajara, e iniciamos nuestro caminar de regreso hacia el centro. En el mismo, preferimos, en vez de inmediatamente regresar al hotel, pasar a dar una vuelta por los paseos nocturnos en la ciudad. No nos sentimos tan intimidados por la hora, como hubiera sido en otras ciudades como Puebla, o (Dios nos libre) el DF. Fuimos hasta el Hospicio Cabañas, pues podíamos ver que había "algo" instalado cerca de allí, pero no sabíamos qué era. Parecía un templete muy grande, con una tarima dispuesta para un concierto. Al parecer, habíamos llegado algo tarde, pues el concierto tenía toda pinta de haber terminado ya. Así que paseamos por un lado de las fuentes de la Plaza Tapatía hasta llegar al fondo, donde, personal de los Panamericanos estaba ya levantando todo. Uno de ellos cargaba una enorme bolsa de lona rellena de  plásticos que, al parecer, habían servido para el concierto, o lo que fuera que hubiera sucedido allí. De frente al Hospicio Cabañas, habían colocado uno de esos gigantes displays que habían montado por algunas áreas de la ciudad con las letras enormes "Guadalajara 2011". Como ya casi no había gente, no pudimos perder la oportunidad de un foto-momento con el logo y el Hospicio Cabañas de fondo.


 #ForeverPipope

Caminamos alrededor de la Plaza Tapatía, y nos acercamos al Teatro Degollado, pues yo tenía toda intención de conocerlo, ya que dos veces antes había estado en Guadalajara y no había podido entrar a ver su interior, del cual me presumen, es un Opéra Garnier versión Tapatía. Al llegar a la puerta principal, un guardia nos dijo, "Ya cerramos, y no se puede entrar." - "Bueno, mañana podemos entrar a conocer?" pregunté yo. "No, mañana está cerrado porque hay evento de los Panamericanos." - "Bueno, y el Lunes?" volví a inquirir. "El Lunes está cerrado porque es el día que descansan los museos. El Martes ya reabrimos." - "Pero el Lunes en la noche me regreso a Puebla!!". Y el guardia solo se encogió de hombros. Refunfuñando, nos fuimos a la Plaza Tapatía a observar a los paseantes nocturnos, todos tan tranquilos y tan relajados en una cálida (!) noche de Octubre.


Estuvimos frente al teatro un rato, contemplando el ir y venir de personas por la calle, niños aún jugando con aves de plástico y madera a las que se les da cuerda y vuelan, cual aves verdaderas con un sistema a base de palos, plumas (del tipo BIC) y ligas reiterando el eterno ingenio y la creatividad del Mexicano para crear animatrónicos a partir de lo que haya en un bote de basura en una oficina. Junkies pasaron y vinieron, y alegres cocineros callejeros le vendían hot dogs instantáneos a los paseantes, mientras la catedral, de fondo, resplandecía con su particular iluminación. Después de un rato en el cual Gus hizo una s cuantas llamadas telefónicas, caminamos hacia el frente, de la "Cruz De Plazas", no sin antes darle instrucciones falsas a un junky que pasó cerca de ahí buscando un baño, porque "Su compañero se había ido a cagar a una jardinera, pero no lo dejaron." (#PenitaAjena). Lo redirigí hacia la parte norte de la Plaza, esperando que allá hubiera un baño que pudiera encontrar para descargar sus tensiones interiores de manera condescendiente a la civilización en la que se encontraba, y caminamos hacia el "brazo derecho" de la "Cruz de Plazas", llamada así porque de las cuadras alrededor de la Catedral de Guadalajara, se demolieron las viejas construcciones que había allí, y construyendo plazas en esos lugares (Una de las razones por las cuales Guadalajara no es Patrimonio Cultural de la Humanidad según la UNESCO, a diferencia de Puebla, Campeche, Querétaro, Oaxaca, San Miguel de Allende, Morelia, el DF (?), Zacatecas y Tlacotalpan (?!)).
Llegamos a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, la cual anteriormente yo conocía como "Rotonda de los Hombres Ilustres", al parecer el orgullo Jalisciense se vuelve a hacer notar. Y es la ocasión que aprovecho para mencionar más curiosidades al respecto, pues, por ejemplo, en Los Arcos de la Avenida Vallarta, no ondea la bandera de México, sino la de Jalisco/Nueva Galicia (Y de pronto me sentí en una región autónoma o separatista de España). Legalmente, en la constitución de México no están contempladas banderas para los estados, municipios o ciudades, y es que en el pasado, movimientos separatistas como el Texano y el Yucateco usaron sus propias banderas. Esto posiblemente motivó a que se no se utilizaran banderas de estados ni nada así, pero, en diciembre de 2004, Tamaulipas reconoció oficialmente una bandera para su estado, bastante simplona, pues es simplemente el escudo del estado en fondo blanco. En 2008, Jalisco adoptó la segunda, con colores que no tienen absolutamente nada que ver con los de la bandera Mexicana. Y tan oficial fue esto, que en la inauguración de los Panamericanos, ondearon 4 banderas en el Omnilife: La de México, la de la ODEPA, la del Comité Olímpico Internacional... y la de Jalisco.

Y bueno, no se puede negar que está bastante bonita...

Dato del breviario cultural extra: los colores vienen del antiguo Reino de Galicia, donde el significado retomado de los colores es, el azul que significa servir a los gobernantes (!) y fomentar la agricultura (?) mientras que el amarillo significa hacer bien a los pobres (¡Hagámoslo amarillo! Vota PRD... NOT). Y con Tamaulipas, Tlaxcala y Jalisco, sólo suman tres estados que hasta ahora legalmente reconocen una bandera aparte de la Mexicana, como oficial. (La de Tlaxcala parece de Mónaco o Polonia). Por favor, si se les ocurre hacer una en Puebla, no vayan a salir con alguna gachupinada espantosa con coronitas y espaditas o un escudo como el del equipo de futbol, ni tampoco una cosa horrible como el escudo que actualmente tenemos y que parece dibujo de primaria.

Retomando el punto, en la Rotonda nos encontramos súbitamente con un grupito de personas que estaban tomándose fotos con el monumento de fondo, y cuando vieron a Gus tomando fotografías con su cámara profesional, le vieron un look de personaje de la prensa, y de inmediato le pidieron asistencia para poder tomar unas fotografías que no se movieran mucho para que pudiera salir el monumento y ellos. Resulta ser que eran una familia Jalisciense que estaba hospedando a una voluntaria de Colombia. Y ella quería foto. Entonces, por qué no, nos pusimos a tomarnos fotografías con la Colombiana, que no estaba mal parecida, y todo terminó en simples fotografías con la rotonda de espaldas.


Después de eso, nos quedamos dubitativos y pensativos, en que había venido esta chica desde Colombia, desde tan lejos para sólo ser voluntaria... y como que nos quedó el gusanito de si para Toronto 2015 o Brasil 2016 (...?). Eso fue un punto culminante para que nuestras conversaciones comenzaran ahora a girar en torno al futuro a mediano plazo (2~4 años). Y nuestras mentes viajaron al territorio de lo incierto, y es que tristemente, nadie sabe qué tan cierto pueda ser nuestro futuro en este país, o en este mundo, con un sistema totalmente a la deriva. Eran las 12:40 de la mañana, las calles estaban llenas de gente, y además descubrimos que recién habían terminado de montar una exposición itinerante de calaveras (aproximábase la fecha de día de muertos, claro) de todo tipo, pero representando diferentes disciplinas de los Panamericanos e incluso de los Parapanamericanos. En ese afán tan Mexicano de hacer burla de todo, hasta de la muerte, se ponía esa exhibición, con la cual, fascinados, un grupo de Canadienses se aproximó a fotografiarse con las esculturas. Vimos a barrenderos municipales ("naranjitas") con unas escobas bastante peculiares, mucho más grandes que las rudimentarias escobas hechas con ramas chuecas con las que las naranjitas barren las calles en Puebla, ya que éstas escobas eran aproximadamente de un metro y medio de longitud en las ramas que eran todas uniformes, como un estropajo gigante, y sólo tenían un mango de unos 30 cm. con el cual, procedían a arrastrar toda la basura que encontraran en el piso incluso a esas altas horas de la noche.
Después de varias fotografías más al Centro Histórico, aprovechando la hora y la iluminación de la catedral, y, cansados por el viaje desde Tequila, decidimos regresar al cuarto 469 del Hotel Aranzazú. Fue de sorprendernos, sin embargo, la abundancia o densidad poblacional de gays fácilmente identificables. Su forma de vestir era lo más estrafalaria posible, y sus maneras y modos eran exagerados. No es homofobia lo plasmado aquí, simplemente es hacer notar que en el centro de Guadalajara, durante la noche, los gays son sumamente fáciles de identificar, o tal vez es sólo que en Puebla son más "recatados". En el camino entendimos por qué se le conoce como "Gaydalajara", pues nos topamos con dos señores vestidos a la usanza de los 40s, que saludaron a un tal "José", un "señorito" con tight-jeans y camisa de cuello de tortuga negro, caminando con los brazos firmemente sujetos a su torso y las manos ligera y delicadamente levantadas, y respondiendo a los dos señores (que tendrían alrededor de unos 60 años de edad) con un tintineante revoloteo de sus dedos en señal de saludo y un agudo "Hola Tony, Papi, ¡Que tengan una bonita noche!". Luego vimos a una persona que no supimos si era hombre o mujer (pues a pesar de tener cara varonil tenía glándulas mamarias desarrolladas cual Sabrina), y un grupo de unos quince chavitos con vestimenta claramente gay, algunos de ellos besándose o fajando apoyándose en el vidrio del Sanborn's, que, a esas horas, ya estaba cerrado. Después de atravesar la Av. Juárez, sin embargo, no vimos nada similar--es más, no había nadie en las calles. Apenas y pasaban los automóviles por ese, uno de los ejes centrales de Guadalajara, y regresamos al hotel, cansados totalmente.

Al día siguiente, en la mañana, Gus había acordado que iba a cumplir con una misión personal que se propuso al ir a Guadalajara, una investigación histórica y arqueológica, en pocas palabras, y que lo haría recorrer toda la ciudad en su sector occidente, con la desventaja de que ese día estaría cerrada la Avenida Vallarta, ya que habría competencias de ciclismo a lo largo de la misma (Y, obviamente, no lo habíamos tomado en cuenta). Así que me solicitó que hiciera el check·out si es que él no llegaba a tiempo, ya que ésa era la última noche que nos incluía la promoción, en el hotel. El Check·Out se hacía a las 12, así que Gus salió como a las 8:30 del hotel, mientras yo quise aprovechar para dormir más, plácidamente, dejando salir todo el cansancio del día anterior, la terrible intoxicación etílica, la titánica comida (gratuita) del restaurante "Cholula" de Tequila, bañarme con calma, y desayunar ricos plásticos de 7-11 (y huir por una Torta Ahogada a un puesto del centro). Regresé al hotel, a las 10 AM, y en ese momento me volvió a brotar el cansancio, y me apresté involuntariamente a tomar la "Siesta del Perro" (O sea, la que es después de desayunar). Así estuve escuchando a lo lejos helicópteros y sirenas de la policía que parecían ir en procesión, y cerré la ventana del cuarto para que no entrara ruido alguno en lo que esperaba la llegada de Gus, tumbado boca abajo, cuando me caí dormido. Una señora del servicio entró a hacer las camas, pero al ver media pierna mía de fuera de la cama, y yo en estado de ensueño, huyó cual paloma asustada en un zócalo. A las 11:45 me despabilé de mi ciclo de sueño por la siesta y bajé mi maleta y la de Gus al lobby, justo al recibir un mensaje de él, que no podría llegar a la hora del check-out, pues estaba cerrada toda la avenida Vallarta, por el evento de ciclismo, así que me pidió que yo lo hiciera por ambos, y, así procedí, no sin antes checar doblemente que no estábamos dejando nada olvidado en el cuarto. En el lobby estaban vendiendo artesanías Wixárikas, o sea, Huicholes, y, después de hacer el check·out, aproveché para comprarle una pulsera a mi hermana y unos aretes a mi prima, hechas de puras cuentas o "chaquiras" de colores, que siempre eran los vívidos contrastes de colorido tan característicos de la artesanía Huichol. Dejé las maletas en un guardador, y me entregaron un papelito para reclamarlas más tarde. Pasaron unos cuantos minutos, y eventualmente, Gus regresó. Tuvo que dar una muy larga vuelta por la ciudad para cumplir su cometido, pero eventualmente lo logró, y satisfizo la búsqueda esencial e inicial de su investigación histórico-arqueológica, que, como toda buena investigación, le abrió más dudas que deberían ser satisfechas con más investigaciones. Caminamos, con nuestras maletas al hombro, hacia la estación del Macrobús, en donde tomaríamos el camión todo el camino hasta llegar a la última estación de la línea, la "Mirador". En el macrobús nos tocó ir viendo cómo iba cambiando el paisaje de Guadalajara, desde el centro, donde todo estaba muy bien cuidado y arbolado, y pasando a zonas más "típicamente modernas y clasemedieras" de la ciudad, para luego ir viendo zonas definitivamente de menor nivel de ingresos, lo cual, curiosamente, iba acompañado de la falta de arbolado en la vía pública a comparación de más atrás. La ciclopista, sin embargo, fue una constante a lo largo del viaje, ya que en el camellón de en medio de la Calzada Independencia, se podía ver la ondulante y estética pista, bordeada de arbolitos en proceso de crecimiento. Pasamos a un lado del Estadio Jalisco, en la estación llamada "Monumental", y cuyo ícono, justamente, era un estadio. Con la peculiar estética de los estadios de los 70s y 80s, como el Estadio Cuauhtémoc de Puebla, aquella mole de concreto armado se alzaba gigante, dejando entrever las rampas para subir de niveles dentro del estadio. Y eventualmente, después de subir y bajar por zonas desniveladas, en cuya parte alta se podía ver gran parte de la Calzada hacia el sur, llegamos al (anteriormente) pueblito de Huentitán (que, claro, hoy ya se lo tragó la ciudad y lo convirtió en una mera colonia), y, tras pasar a un lado del Zoológico de Guadalajara, el Macrobús llegó a una parada, donde básicamente los únicos en el autobús éramos Gus y yo. La parada era justo enfrente de la entrada al Parque De La Barranca De Oblatos. Entramos al parque, y nos cobraron $7 por la entrada de ambos. Mientras caminábamos, parecía que estábamos en el campamento de la Malinche de nuevo, pues el lugar era muy similar: un caminito de concreto, bordeado de setos bajos, podados con forma de cuadrado, y lleno de árboles como oyameles, pinos, encinos y framboyanes que daban excelente sombra. A los lados del camino había  unas canchas de basquet y de futbol, donde equipos de amigos jugaban uno contra otro: Los 'sin camisa' contra los 'con camisa'. Puestecitos de botanas estaban también instalados, vendiendo papas y rallados de verduras, cortes de pepinos y cubitos de sandía y de mango, o yogurt de sabor. Mientras más caminamos, sin embargo, menos parecía que nos fuéramos a encontrar con el mágico paisaje que nos aguardaba, y el cual, repentinamente, de entre los árboles, surgió:


El paisaje se abría frente a nosotros como un abanico, la barranca tenía ese aspecto verde y frondoso que sólo pudo obtener gracias al Huracán Jova que pasó unos días antes, y que regó generosamente la normalmente seca tierra de Jalisco, pintando el paisaje de un vívido verde, valientemente resplandeciendo en un no muy ventoso mediodía. Más abajo, había una explanada, que, analizándola de cerca, parecía un auditorio al aire libre, un proscenio del mismo estilo que el Anfiteatro Griego de Delfos, con una barranca de fondo. Descendimos un sinfín de escaones hasta encontrarnos en el proscenio del anfiteatro, sólo para descubrir, que aún había más escalones hacia abajo!! Así que, invariablemente, tuvimos que seguir bajando, y entonces encontramos un mirador, construido hacia fuera de una roca que protuberaba en ese acantilado. En el mirador, había, (extrañamente) una piedra, que tal parecía, se había desprendido de más arriba y había ido a dar al mirador, así que aprovechamos para subirnos a la piedra y tener un foto momento algo espeluznante, pues la piedra se mecía de lado a lado, y teníamos cierto pavor de que nos fuéramos a caer o algo, a hoyo sin fin (sin fin es una forma de decir), del cual no se veía salida posible.


Después de unas cuantas fotografías, íbamos a avanzar en nuestro rumbo, cuando se nos aproximó un grupo de personas, que nos dieron la bienvenida y nos preguntaron (por la obvia razón de nuestras mochilas en la espalda) que de dónde veníamos. Comenzamos a platicar con ellos, y nos contaron que venían de Nayarit, pero estaban dando clases en la UNIVA de Guadalajara. Estábamos platicando con ellos, cuando sentí que algo me agarraba el tenis derecho, y pegué un brinco de susto: eran escaladores de piedras que estaban ascendiendo desde el fondo de la barranca hacia el mirador, y yo, estando recargado en el barandal del lado derecho de la foto de arriba, fui lo primero con lo que se encontraron, aunque he de confesar que por la espesa vegetación, sospeché que se trataba de una serpiente en el primer instante. Después de platicar con los Nayaritas un poco, nos retiramos y comenzamos a subir y subir y subir más escalones, todos los que habíamos bajado, hasta regresar al anfiteatro. Nos habían dicho que se podía bajar hasta el fondo de la barranca, donde pasa el río Lerma-Santiago, pero que por seguridad no era muy aconsejable hacerlo, menos aún con las maletas en la espalda. Además de que consumiría mucho tiempo valioso. Preferimos mejor contemplar el abismo, y el Gran Cañón de Jalisco (más o menos) irse retorciendo al abrir en canal los cerros de ese lugar. Era, en verdad, el límite real de la ciudad de Guadalajara--hacia donde ya no se puede expandir más, aunque quisiera. Incluso en Google Maps, esa zona destaca por verse cómo ha ido creciendo hasta encontrarse con el freno natural e inquebrantable que es la barranca.


De vuelta en el anfiteatro de Delfos versión Ixtlahuacán del Río (Pues así se llama el municipio de Jalisco en el que estábamos, a pesar de no haber salido de la Zona Metropolitana de Guadalajara), nos pusimos de nuevo a tomarnos fotografías, buscando reflejar en ellas la serenidad del lugar y la tranquilidad. Lo que no queríamos reflejar era el evidente estado de descuido en el que estaba ese lugar, con grafitti, yerbas creciendo bastamente en las grietas del concreto del anfiteatro, y un fuerte aroma a orina humana en la parte de atrás del anfiteatro. Después de eso, subimo, sumamente acalorados, al nivel del parque, donde encontramos un agradable restaurante en el cual servían agua de limón con chía, y la cual fue sumamente bienvenidas por nuestras deshidratadas y cansadas gargantas. El restaurante tenía toda la estética de los 60s-70s en México, techado pero al aire libre, los pilares que sostenían el techo estaban recubiertos de piedra basáltica negra, y el estilo del mostrador, el barandal que rodeaba el área de mesas, y todo en su conjunto, hacia parecer que estábamos en un restaurante de la zona "antigua" de Acapulco (60's más o menos) sólo que sin tanta criminalidad, y por supuesto, sin mar.

Nuestra estancia en ese hermoso lugar fue breve, y, aunque pudimos disfrutar de la vista de la cañada, el paso de varias águilas y zopilotes, y una sensación de tranquilidad y paz interior, nos tuvimos que retirar del lugar y tomar el próximo Macrobús que pasara por la estación de la Barranca. Y, felizmente, allí había uno, justo llegando en el momento en el que estábamos saliendo del Parque, así que de inmediato lo abordamos de regreso, con rumbo a San Juan de Dios. Como ya sabíamos que teníamos que ir esa tarde-noche a la casa de Zebul, y más o menos teníamos una idea de cómo llegar, (por lo menos al ITESO), habíamos quedado de intentar entrar a la exhibición de Gimnasia Rítmica en la Unidad Deportiva 18 de Marzo. Gus había conseguido unos muy efectivos mapas en los cuales se veían resaltadas las líneas de tren ligero y macrobús, asío como las sedes deportivas, yas cuantas marcas en donde había monumentos importantes. Bajamos del Macrobús, con el estómago gritándonos con fuerza, rugiendo y exigiéndonos que lo llenáramos con algo, así que, mientras nos fuimos a sentar en el callejón al lado de la iglesia de San Juan de Dios, yo hice una llamada telefónica para contactar a unos amigos de Guadalajara, a quienes había visto con anterioridad, en Agosto, en Puebla, para ver si nos íbamos a poder reunir. Como no tenía el teléfono de uno de ellos, estuve buscando por cielo, mar y tierra, pero no me lo quiso pasar otro contacto que conseguí, ya que la persona a la que buscaba estaba trabajando en voluntariado dentro de los Panamericanos, y, al no conocerme su jefe, con quien estaba hablando, se negó a pasarme su teléfono, pero le dijo que le daría mi recado, y si mi amigo quería, me contactaría más tarde al teléfono del que estaba saliendo la llamada. Así fue que nos sentamos al lado de San Juan de Dios, y comimos unas agradables Tortas Ahogadas, una vez más, mientras el calor soplaba a nuestro alrededor, envolviendo toda Guadalajara con el brillo resplandeciente del sol.
Después de comer, salimos de vuelta al Tren Ligero, compré otra tarjeta nueva (para llevarme de recuerdo en la que estaba el logotipo de los Panamericanos), y tomamos la línea 2 hasta llegar a Juárez, de donde hicimos transferencia a la línea 1, pasando de frente al hermoso mural Huichol que está exhibido en la transferencia del tren ligero. Atravesamos por un "puente" al otro andén de la estación, y comenzamos nuestro recorrido hacia el sur de Guadalajara. Pasamos por la estación subterránea de Mexicaltzingo, y luego por la de Washington, que, vista desde dentro del tren, es exactamente lo mismo que pretendía hacer Luis Paredes en Puebla, con el Distribuidor Vial Juárez-Serdán. A un lado veíamos pasar los automóviles en el túnel subterráneo, mientras el tren salía y entraba de las paredes dentro del túnel, hasta ascender en cierto punto a nivel de la calle. O sea, lo mismo pero bien hecho. Después, subimos al nivel de calle, donde el tren ligero simulaba al metro de México, en la parte de la Calzada Zaragoza, sólo que en ciertos puntos, sí frenaba en las intersecciones de la calle, pues algunas avenidas atravesaban las vías de lado a lado. Pasamos por la llamativa estación de Santa Filomena, a nivel de calle--llamativa no por la estación en sí, ya que era exactamente igual que todas las que seguían, sino por la ecléctica iglesia de Santa Filomena que estaba junto, y que resaltaba por sus brillantes colores y perfectamente redondo domo. Y en la siguiente estación nos bajamos, la cual era "Unidad Deportiva". Con ese nombre, no es difícil adivinar lo que había allí. El guardia en la estación nos dijo que teníamos que ir a determinado lado de la calle, y seguir hasta la intersección con otra avenida, girar a la izquierda, y allí estaría la entrada al Complejo Nissan de Gimnasia.
El sol estaba calcinante, el aire reseco. Y recordando aquella tierra quemante, resuena mi grito: "¡Qué calor!" Caminamos bajo la sombra de frescos árboles plantados en el perímetro del Complejo Nissan, ya que, al ser la avenida Colón-Federalismo por donde pasaba el tren ligero, no se podían plantar árboles grandes allí, así que los vecinos y edificios gubernamentales aledaños, cooperaban a reducir su huella de CO2 poniendo árboles en cualquier lugar que pudieran. La calle Martín Alonso, que era por donde se entraba al Complejo Nissan, no presumía sin embargo, árbol frondoso alguno, por lo menos del lado del Complejo Nissan. Y allí fue que descubrimos una enorme cola de gente que estaba haciendo fila para poder comprar sus boletos.

 In nomine Coeli, asylum solicitamus...

Nos formamos pues teníamos intención de entrar a lo de Gimnasia, pero alguien por allí nos alcanzó a dar el chisme de que ya no había más boletos para entrar a lo de Gimnasia. En una miscelánea en esa calle, había una televisión en la que estaban pasando el evento de Gimnasia, y se notaba un gran vacío de asientos. La razón era que, de cada 100 boletos que se tenían para un evento, el 70% se los daban a los patrocinadores, ya fuera que vinieran o no, y el 30% salían a la venta para el público. Aunque una gran cantidad de boletos de los patrocinadores no fueran a ser utilizados. Pero de cualquier manera, argumentaron, todo era para combatir la reventa.
La lógica no nos cuadró, así que tuvo perfecto sentido en ese caso, que cuando alguien gritó "¡Están dejando entrar a la gente!", después de haber estado Gus y yo turnándonos en la fila, bajo el refulgente sol, todo mundo saliera corriendo hacia determinado lugar, pareciendo extras en medio de una película de persecución. Y se comenzó a formar una fila alterna, en la que me fui a formar, mientras Gus se quedó formado en la fila que llegaba a la taquilla. Entraron algunas personas al complejo Nissan, y luego se impidió el paso. Pasó una chica regalando trapos verdes de la CONADE, que realmente eran paliacates, pero también podrían ser servilletas de restaurante, de no ser por el poco ascético color verde oscuro. Cada paliacate tenía las letras "ME XI CO" en verde el "ME", en blanco el "XI" y en rojo el "CO". Delante de mí se formó una chica de Honduras, y detrás, uno de Guadalajara. Cabe mencionar que en ese instante, yo llevaba puesta mi camisa roja del Ciencias, recién intercambiada. Platicamos alegremente la chica de Honduras y yo, y ella me contó sobre su historia, sobre cómo estaba estudiando en la Universidad LaMar de Guadalajara, Negocios Internacionales, y sobre cómo estaba la situación en San Pedro Sula, que era de donde ella venía. Recordé que mi papá me había contado que ya había estado allí él alguna vez; pero esta chica me dijo que ahora San Pedro Sula era tan violento como Ciudad Juárez, y que por esa razón se estaban yendo de allí. El que estaba detrás, en la fila, al escuchar que yo le platicaba a la chica que yo era de Puebla, me dijo "No eres de aquí? Y esa playera del Ciencias?" y entonces él también entró a la plática. Él iba en el colegio "rival" del Ciencias en Guadalajara, pero que, a diferencia que el de Puebla, no eran los LaSallistas, sino los Maristas. Estuvimos felizmente platicando todos, mientras que intercambiamos nuestros paliacates para que nos los empezáramos a firmar entre los que estábamos en la fila, y luego escucháramos que nos dijeran que ya no había en definitiva ningún lugar ni boleto para Gimnasia Rítmica, y que ya sólo dejarían entrar a 30 personas más, entre las cuales, por supuesto, no estábamos nosotros. Unos 14 lugares adelante de nosotros fue que se cortó el acceso, así que no quedó alternativa mas que ir con Gus, después del fiasco de habernos estado cociendo, eso sí, bajo "El Mismo Sol", a la taquilla. En la taquilla, se hizo la compra de unos boletos para el evento de tennis. Yo no sabía si comprarlas o no, y decidí mejor esperar, así que nos fuimos hacia el Tren Ligero en compañía de Shadia, la Hondureña, y platicamos en el camino sobre la idiosincrasia Mexicana, el sistema de leyes en México y en Honduras (Gus disfrutando de esos aportes todavía más), el comportamiento de la gente en distintos lugares de México y de Centroamérica, y por supuesto, el tan desgastado ya tema de la inseguridad. En el tren, cada quien tomó una dirección independiente, Shadia hacia Periférico Norte, y Gus y yo hacia Periférico Sur. En el camino del tren, escribíale a Zebul por mensajes de celular sobre cómo llegaríamos a su casa. Y cuando estábamos cerca de Avenida Patria, nos dijo que el Tren Ligero de Periférico Sur no estaba nada cerca de su casa, así que nos bajamos en la estación de Isla Raza, y comenzamos a caminar hacia el noroeste, esperando encontrar eventualmente la Av. López Mateos. Antes de atravesar la calle, volvió a llamar Zebul para decirnos que mejor pasaban por nosotros al Periférico Sur, ya que estábamos bastante alejados de todos modos. Y volvimos a abordar el tren, no sin antes descubrir que la entrada a la estación en esa estación en específico no era apta para obesos, ya que tenía tan sólo 45 centímetros de ancho el espacio para poder entrar en el torniquete, teniendo de un lado la pared del tren. Llegamos a Periférico Sur, y atravesamos un puente peatonal para llegar al otro lado de la calle, justo en el momento en que Zebul llegaba en su coche, apeándose a un lado, y recogiéndonos. Agradecidos profundamente, fuimos platicando acerca de la Inauguración de los Panamericanos, a la cual Zebul y su compañero de residencia ITESOica también asistieron, aunque a ellos les tocó "hasta arriba", y en el sector de color morado. Platicamos acerca del surreal aplauso y vítores que en el estadio sonaron para Calderón, por lo menos en mayor medida que lo que sonaron para el gobernador Emilio González. Luego pasamos a un lado del ITESO, el cual nos presumieron desde fuera Zebul y Mario. Luego nos llevaron hasta la casa, en la Colonia Las Fuentes. Un lugar hermoso, con calles empedradas, anchas banquetas, y frondosísimos árboles que refrescaban el aire. Cuando por fin entramos, nos dijeron, "Bienvenidos al palacio." Y en verdad que sí lo era. Una casa bastante grande, con espacio suficiente para albergar a una familia de tamaño grande, abundante en motivos Asiáticos, con campanas tubulares colgando en la entrada bajo el símbolo Confucianista del Yin y el Yang, en un octágono representativo de la buena suerte y la buena fortuna para los Chinos. El interior tenía varios cuadros de acuarela Japonesa, con deliciosos trazos caligráficos en pictogramas Sínicos (o sea, con origen en China, pues). Tras habernos asentado correctamente, decidimos que era prudente ir a comprar lo que cenaríamos, y, pues, sería justo que nosotros, los invitados, invitáramos lo que se cenaría. Aunque en mi mente y había disposición de ir a comprar comida Libanesa, mis bolsillos no estaban tan dispuestos, así que fuimos a comprar materia prima para preparar un amplísimo surtido de quesadillas. Fuimos caminando al Comercial Mexicana de Plaza Las Fuentes, y allí, al momento de ir a elegir una guarnición para las quesadillas, me encontré de nuevo, como si tuviera que elegir un queso o un vino en un supermercado Francés. La cantidad y variedad de salsas picantes y no tan picantes era formidable. Para aderezar, encontré una salsa de chile morita que "me dio buena espina", y eso fue lo que elegí. Más adelante, nos pusimos las pilas todos y, principalmente Gus y Zebul, se pusieron a preparar las quesadillas, con la misma alegría que una señora junto a un comal.

Cual alegre payanderango con el corazón feliz.

Las quesadillas con jamón quedaron deliciosas, y rematamos la cena con la adictiva, tal llamada "Comida De Estudiantes", o sea, los "Bofitos" con polvo de chocolate. La sobremesa fue amena, deliciosa en riqueza conversacional, después de la cual, nos subimos a descansar, la que sería la última noche que estaríamos en Guadalajara antes de departir de regreso a Puebla.

Equipo Anti-Itinerarios (-1): Tequila, La Trampa Mortal De Jalisco.

Terminada la ceremonia, y cortada de inmediato la transmisión en televisión, se nos pidió amablemente que no nos pusiéramos de pie, y que dejáramos que los atletas abandonaran el estadio antes, por cuestiones de seguridad. Para que nos quedáramos sentados, tendríamos "Fresca Música" en remix por parte de "DJ <Inserte nombre fumado aquí>", y puso realmente como una que otra canción medio conocida, para que "pasáramos el rato" en lo que las delegaciones se iban. Algunos delegados de México comenzaron a arrojar sus sombreros hacia el escenario, y yo me fui hasta la barda de enfrente, tratando de atrapar alguno. Pero no todos los delegados arrojaban sus sombreros, pues no todos querían hacerlo. Como ya se estaban yendo todos, me quité de hasta enfrente, y en el lugar donde me había parado antes, se puso una señora como de 40 años. El coraje que sentí, diciéndome a mí mismo mil veces "Estúpido, Estúpido," fue porque uno de los atletas aventó su sombrero en esa dirección, y lo pudo atrapar la señora que se paró justo donde yo había estado unos minutos atrás.
Eventualmente, recogimos nuestras cosas, yo recogí mi morral plástico con su lamparita dentro, y toda la cosa, y además encontré unos paliacates verdes de la CONADE, que al parecer le habían dado a muchas personas al entrar al estadio, y algunos habían olvidado (Y que no nos habían entregado al entrar al estadio). Recogimos aplaudidores tirados inflados, que la gente cerdamente había dejado tirados cual basura, así que ya tendríamos más souvenirs. Cuando salimos del estadio, después de haber pasado al baño, abrí mi morral y descubrí... ¡Oh Sorpresa! Que había tomado un morral que no era el mío. Por el sólo hecho de que en el interior traía un pequeño cuadrado de cartón con una monedita dorada incrustada en el centro, cosa que no tenía mi otro morral... y un boleto de la inauguración que no era el mío. Había, pues, 2 boletos en el morral, ya que uno era el que yo había metido, mi lamparita, que es la que yo tenía en la mano y la metí al morral al salir, y un sinnúmero de aplaudidores inflados. Pero la monedita fue algo con lo que no contaba. El cartón en el que venía tenía una inscripción:
Casa de Moneda de México ºM
MEDALA CONMEMORATIVA DE LOS XVI JUEGOS PANAMERICANOS
476 Años Acuñando Recuerdos Entrañables 

Casa de Moneda de México, ha acuñado esta pieza conmemorativa con ambas caras de la Medalla de Premiación que será entregada a los Ganadores en los XVI Juegos Panamericanos, Guadalajara 2011.
La pieza ha sido elaborada especialmente para la Inauguración y Clausura de los Juegos. La medala se acuñó con una prensa James Watt de 1882, que solía funcionar con vapor y fue modificada para trabajar con electricidad; ésta máquina ha sido bautizada como "La Negrita". 

FICHA TÉCNICA: 
Metal: 70Cu30Zn - Canto: Liso
Diámetro: 20mm - Acabado: Bullion.

Fue un golpe de suerte, porque ese morral estaba en mi lugar, y era el único que estaba en mi lugar. Tal parecía ser que alguien había tomado el mío, mientras no estaba yo, y había dejado el suyo ahí, en lo que fui a tratar de atrapar los sombreros al frente. Entonces por lo menos, si no me llevé el sombrero, aunque sea tengo una moneda más para la colección.
Gus y yo salimos del estadio, y nos encontramos en una fila peor que peregrinaje a San Juan de los Lagos o a la Basílica de Guadalupe en 12 de Diciembre. Los ríos de gente eran impresionantes, estábamos muy lejos de la ciudad como para irnos de allí caminando, y todo mundo necesitaba de un medio de transporte para salir, o sea que el periférico volvería a ser un asqueroso caos. Si llegábamos al hotel antes de la media noche, sería un logro. 
Como ovejas guiadas sin saber hacia donde íbamos, caminábamos todos, aunque Gus y yo fuimos yéndonos escurriendo hacia el frente de la fila, y luego,  nos dividieron en gente que iba a transporte público  o en la modalidad "Park-and-Ride", y gente que iba al estacionamiento. Gus y yo, en vez de caminar por la banqueta como todos, nos metimos un poco al campito que estaba lleno de altas yerbas secas y así fue que caminamos más rápido que el resto de la gente. Llegamos a encontrar varios camiones, a reventar todos, pero pocos iban hacia el centro. Mucha gente iba de regreso a la zona de Colomos, o la zona de Tlaquepaque, pero no había un camión que pasara por alguna estación de tren ligero, hasta que, casi llegando al estacionamiento, nos encontramos un camión que llegaba, y que no se veía tan aperrado, que decía que iba hasta el tren ligero de Juárez. Una vez más, abordamos el camión pero en esta ocasión tuvimos que ir de pie. La ventaja fue que el camión se llenó rápido y pudimos salir pronto de ése, el lugar menos apropiado para un agorafóbico en este mundo. Y de salida, pude tomar ésta fotografía del pebetero ardiendo, visible desde lo lejos, y supuestamente, visible desde casi todo Zapopan (Otro de esos mitos urbanos que hay siempre en torno a las olimpiadas).

Y la flama siguió allí, ondeando en el viento.

Tardamos poco menos de una hora, sorprendentemente, en llegar hasta el tren ligero de Juárez. Y allí caímos en cuenta que ésto era lo más cercano que habíamos estado a presenciar en vivo una Ceremonia de Inauguración de Juegos Olímpicos, pero no difería mucho, ya que los Juegos Panamericanos eran los segundos en importancia después de los Olímpicos de Verano. La espectacularidad de la inauguración no era para menos, y es que después de las muy equis ceremonias de apertura de los mundiales de Sudáfrica en 2010, y de Alemania en 2006, esto realmente sólo competía con la inauguración de los Olímpicos de Beijing. Los de Atenas, posiblemente, también, pero como ya tienen 7 años de acontecidos, no están "en la época reciente". Llegamos al tren ligero, que por suerte seguía abierto a las 11:20 PM, y nos seguimos hasta San Juan de Dios, por la línea 2, con la intención de abordar el Macrobús al hotel. Pero cuando salimos del subterráneo, nos encontramos en la entrada del Macrobús, una cortina de metal bajada, y un guardia con mirada agresiva, que portaba un rifle. Era un policía federal, y con tono fuerte y cortante, e incluso hasta agresivo, nos dijo, "Está cerrado y ya nadie pasa aquí!" 
Dimos media vuelta, y, sabiendo donde estábamos y hacia dónde debíamos de ir, caminamos por la ciclopista que estaba construida en el camellón intermedio de la Calzada Independencia, que tenía un aspecto amable y limpio. En cierto punto dubitábamos si sería lo más seguro irnos por el mismo a esas horas de la noche, pero, realmente, estábamos en medio de la calle, sería muy difícil que alguien se atravesara la calzada rápidamente para asaltarnos sin que lo viéramos, y estaba lleno todo de policías, en cada esquina. Si alguien pasara por delante o por detrás nuestro, lo sabríamos de inmediato. Comenzamos a caminar hacia el sur por la agradable ciclovía con empedrado de obsidianas grandes alisadas entre árboles y arbustos con flores. En la primera esquina, encontramos un mariachi en la calle, esperando, al parecer, a alguien. Pero caminamos más hacia el sur por la Calzada, y fuimos viendo una gran cantidad de Mariachis. Algunos de ellos diciendo, "Se le ofrece un Mariachi, joven?". 

En Guadalajara, no hay prostitutas en las calles ofreciendo sus servicios al primer pasante: Hay Mariachis.

Con esta divertida comparación, vimos, al pasar, muchos más Mariachis, algunos en grupo, otros solistas, que literalmente estaban igual que las prostitutas se paran en Puebla, cuando se hace de noche, en las zonas oscuras de los parques aledaños a grandes calles, como el Paseo Bravo o el Parque Juárez en el Blvd. 5 de Mayo. Alguno de los Mariachis corrió con suerte, pues un coche abrió una puerta y lo subió a su interior, llevándoselo a donde fueran requeridos sus servicios.
Pasamos a un lado de un monumento a la Independencia, y supimos que ya habíamos llegado al hotel, pues la siguiente estación del Macrobús apareció ante nosotros, después de pasar el monumento, y tras haber caminado unas seis cuadras. Estábamos de nuevo en la Avenida Revolución, y regresamos al hotel, siendo las 11:50 PM. Habíamos hecho menos tiempo del que nos habíamos imaginado, en recorrer los casi 30 kilómetros desde el Omnilife hasta el hotel. Y, con la garganta destruída por completo de tantos gritos, con voz ronca, sólamente compramos unos hot dogs en un carrito callejero antes de entrar al hotel, para descansar y despertar temprano al día siguiente, para saber qué procedía con el tour que habíamos ganado a Mundo Cuervo, en Tequila. y

Amaneció y bajamos a las 9 AM al lobby, para preguntar qué sucedía con lo de la visita a Mundo Cuervo. En la recepción, como era de esperarse, nos dijeron que no sabían nada. Así que en vez de desayunar en el lobby, fuimos a un 7-11 que estaba en la mera esquina del hotel. La verdad es que, además de querer "desayunar" plásticos que fueran algo más que el desayuno express del hotel, quería conseguir los periódicos de Guadalajara sobre la inauguración. El Periódico "Mural", el "Récord", el "Milenio Jalisco", y el "La Afición". Desayuné un chocolate bebible Carlos V, unos croissants Vualà de vainilla, y un Hershey's Cookies & Crême para la energía del día. Llamé a ETN y me dijeron que el tour en Mundo Cuervo aplicaba todo el día 15 de Octubre, pero que no incluía transporte a Tequila, así que regresamos al hotel y preguntamos cómo podríamos llegar a Tequila. Teníamos la esperanza de que pudiéramos subirnos en el Tequila Express, el tren (de los pocos únicos trenes de pasajeros en México), que lleva a las haciendas agaveras. Sin embargo, el Tequila Express aún no llega hasta Tequila, sino hasta Amatitán, que es, de hecho, el lugar donde se originó el Tequila como tal (Pero no se oiría igual tomarse un shot de Tequila que un shot de Amatitán), y, además, tiene un costo prohibitivo, aunque, eso sí, es All-Inclusive, y si vale la pena. Para sumar todo, el Tequila Express solo salía a las 9 AM, una única corrida, sábados y domingos. Así que nos recomendaron que fuéramos a la Vieja Terminal de Autobuses, que estaba a unas cinco cuadras hacia el sur. Caminamos hasta el Macrobús Niños Héroes, después de habernos cambiado en el cuarto y dejado los periódicos, y encontramos eventualmente la Vieja Terminal... (Y vaya que SÍ es vieja.) Nos sentimos extrañamente como en un regreso en el tiempo a los años 70s, sólo que mucho más descuidado de lo que en esos tiempos era. El edificio, de varios pisos de altura, parecía estarse cayendo de enmohecimiento. El día estaba sumamente caluroso para ser Octubre, así que no llevamos chamarras ni nada por el estilo. Encontramos varias líneas que ofrecían viajes a Tequila, todas de dudosa procedencia. Lo que nos sorprendió fue la inmensa cantidad de pueblitos a los que la gente fluía desde y hacia Guadalajara. Talpa de Allende, Tala, Ameca, Tapalpa, Unión de Tula, Jalostotitlán, Ayotlán, Mascota, Ocotlán, Teocaltiche (Me recordó mucho la novela de "El Rediezcubrimiento de México", de Marco A. Almazán), Autlán de Navarro, Cocula, Tecolotlán, Ajijic, Tototlán, Acatic y Etzatlán, y por supuesto, Tequila y Amatitán, así como Chapala y Zapotlanejo. Y aunque estoy seguro que no todos son así de importantes, sí me sorprendió la abundancia de destinos desde la terminal. Preguntamos en varias líneas a qué hora salía el próximo camión a Tequila, y nos dijeron que en unos 15 minutos, y que tardaría unas 2 horas. Y que no había camión más rápido, así que compramos el boleto redondo de Guadalajara a Tequila y de regreso. Y nos sentamos en las rígidas bancas de fibra de vidrio pintada con acrílico, no sin antes tener que pagar 50 centavos por persona para acceder a los andenes (¿?) y ver un letrero que reflejaba en verdad la antigüedad de la estación. Un poster pintado sobre lámina tenía coloridas ilustraciones que decían: "PROHIBIDO:", y debajo, tachado en el círculo rojo con diagonal atravesada que denota prohibición, estaban ilustrados: Una pistola de esas que funcionaban dándole de vueltas a la cosa aquella donde se guardaban las balas, un cuchillo de cocinero o carnicero, una espátula (¿?), y un mazo. En verdad era antigua la estación. 
"Oiga, disculpe, este es el camión que va para Tequila?" preguntamos al que nos vendió los boletos. 
"Todavía no llega."
"Como cuanto le falta para llegar?" 
"Ya no tarda." 
Y así, media hora estuvimos sentados en las banquitas aquellas, sin tener nada que hacer para matar el tiempo, más que seleccionar las mejores fotos de la inauguración y comenzar a borrar las que sobraban, entrar a Facebook vía la Blackberry de Gus (de hecho sólo yo hacía eso), mordernos las uñas y picarnos los ojos. Una pareja también iba para Tequila y tenían toda la pinta de turistas. Esperamos largo rato  sentados en esa estación que, lejos de parecer estar en la misma ciudad donde el día anterior habíamos llegado a la saturación de tecnología y espectacularidad en un estadio ultramoderno, parecía ser alguna estación abandonada de alguna capital Centroamericana, o como si fuéramos a tomar un autobús desde Zinacantán hasta San Juan Chamula. Y esperamos hasta que llegó un camión de una ruta que tenía un nombre algo así como Quick Plus. El camión en sí, feo no estaba, ni incómodo. Fuimos pocos los que subimos al camión allí, y agarramos Gus y yo buen lugar en las ventanas del lado derecho (que luego nos pasamos al izquierdo), y el camión arrancó. Pero no iba directo hasta Tequila. Era un camión que iba a poder recoger pasaje de subida en cualquier punto de la ciudad por donde pasara, y, claro, ¿por qué no? Nos fuimos por la ruta más larga para tomar el camino a Tequila. Atravesamos el centro, fuimos por toda la avenida Federalismo arriba y al lado del tren ligero, enfrentándonos a un desagradable tráfico al entroncar con el periférico, en el cual se podía ver muy claramente que, en el cerro de enfrente al ITESO, se estaba ya avanzando muy rápidamente en la construcción del mega templo "Santuario de los Mártires"--aquel muy controversial porque, cuando criticaron a Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco al que le aplaudieron el día anterior la mayoría de los visitantes al estadio Omnilife, respondió que a todos aquellos que lo criticaban por darle 90 millones de pesos a la Diócesis para construir su templo, provenientes del erario público, éste respondió: "Por lo que voy a decir, perdón, señor Cardenal. Pero a todos esos que tanto critican les digo: Chinguen a su madre.". En el periférico el tráfico fue fluido e incluso todavía se respiraba un aire provinciano en el mismo. Pero el problema fueron las paradas continuas, en una de las cuales, se subió un dúo de niñas odiosas, que venían con un iPod pero sin audífonos, entonces, ¿Por qué no? Pusieron su música a todo lo que daba, asumiendo y dando por sentado que todos los presentes compartíamos sus gustos musicales. Al subir al camión, también entró una persona que nos vino a pedir un peso para juntar para un camión a Talpa de Allende. Resultaba ser que éste era un ex-convicto recién liberado del Penal de Máxima Seguridad de Puente Grande, y llevaba copia de su acta de liberación en la mano. No le dimos nada, pero al mismo tiempo, ese pequeño personaje, en el momento de mencionar que estuvo en el Penal de Puente Grande, nos dio algo de miedo. Luego subió un señor, en medio de la ciudad, vendiendo papas y dulces. A las dos niñas que subieron con su música a todo lo que daba (que, además de todo, y para desgracia de las almas puras del mundo, era reggaeton, y las canciones más chafas y quemadas de Shakira, Lady GaGa y el "Bombón Asesino" de Ninel Conde, sonando a todo volumen), les piropeaba bien perramente para que le compraran algún dulce que él traía. No sabía que tan seguro hubiera sido respondere a esa gente "Ne, dêkuji, ale jsem Cêch, a nerozumím vas," ya que a esos camiones subían exconvictos. También subió un guitarrista cantando canciones Cristianas del tipo "La Luz Del Mundo", pidiendo una cooperación, y citando versos Bíblicos. Luego subían y bajaban señoras con canastas vendiendo más papas, y comenzaban a ser tentadoras, pero cuando por fin intenté comprar una bolsa de papas, se tenía que bajar el vendedor de las papas, y me quedé sin mis papas. 
El paisaje plano de Guadalajara fue cambiando, al ir dándole la vuelta al gran monte en el cual está el (por suerte ya protegido oficialmente) Bosque de la Primavera. Y así fue que pasamos a través del primer pueblo de la Ruta del Tequila, llamado "El Arenal". El pueblo consiste en un camellón principal, que es la carretera que va hasta Tequila de todos modos, y el cual está decorado de agaves en suelo rojo de grava en el piso. A los lados todo edificio da el sentimiento de uno de esos "Pueblos de Una Calle" que tanto abundaban en el Sur de Estados Unidos en las épocas de los bandidos y vaqueros. Allí había muchas fábricas de Tequila artesanal, que no vimos. Después de un rato, comenzó a aparecer ante nuestros ojos, el contrastante paisaje Agavero. Tomé esta fotografía, que refleja el verde del campo Jalisciense (por la suerte de que hubiera llovido unos días antes con intensidad, para que las plantas absorbieran toda la humedad posible en la época más seca del año según tengo entendido, y ahora el campo estuviera verde. Pero no sólo eso, sino el amarillo de las flores de otoño que puntuaba el paisaje, y el azul intenso de los agaves. En el camino, sólo pude ir rumiando la canción de "Ay Jalisco, Jalisco, Jalisco; tú tienes tu novia, que es Guadalajara..." Y desde el camión, capté este paisaje, que es considerado patrimonio natural de la humanidad según la UNESCO:


Las dos niñas que traían el iPod sonando a todo volumen con "Tu Angelito Soy Yo", "Ven Y Báilalo, Que La Rumba Está Buena", entre otras penas de la música Caribeña contemporánea. Y claro, como seguramente todos compartíamos los mismos gustos musicales que estas niñas, nos tuvimos que chutar las 2 horas a Tequila oyendo todo el potpourrí de reggaeton contemporáneo, y todo el potpourrí (el chafa) de ProstiPiruGolfa de Shakira ("Loba", "Loca".) El camión paró en la desviación hacia Tala, y ahí bajó alguien, pero subieron más.  Luego pasamos por el segundo pueblo de la Ruta del Tequila, que era Amatitán. Hasta ahí llegaba el Tequila Express, y el pueblito, más que ser un simple pueblito, era ya un pueblote, en el cual hasta Bodega Aurrerá había. De Amatitán, para llegar a Tequila, teníamos que ir del otro lado del Volcán de Tequila, un inmenso cerro que se levantaba, sobresaliendo entre los demás que había alrededor. De Amatitán a Tequila fueron unos 25 minutos, que se me alivianaron en el guajolotero camión (Al cual, interminablemente subían vendedores de papas fritas naturales en bolsas de plástico que tentaban demasiado para luego bajar), al ir platicando con un oriundo de Tequila, sobre los atractivos turísticos de la región. Platicó que más adelante de Tequila, había otro pueblo llamado La Magdalena, donde había minas de ópalo, y que uno podía entrar con un pico a las minas, escarbar, y los ópalos que sacara, se los podía quedar, o podía pagarle a un orfebrre para que se los puliera. También me platicó que el Tequila Express, pronto tenían pensado extenderlo para que llegara hasta Tequila, pues hasta ahora sólo llegaba a Amatitán, el lugar donde se originó la bebida. Con la plática que tuvimos, toda derivada de que le presté mi programa de mano de los Panamericanos, se me hizo muy ligero lo que a Gus se le hizo un tormento, pues las niñas del reggaeton cmenzaron a cantar (horriblemente), y a platicar banal y superficialmente sobre idioteces insufribles. Llegamos a Tequila, y nos dieron indicaciones de cómo llegar a Mundo Cuervo. Tenía la impresión de que Tequila iba a ser más chiquito y más pueblito que Tecali, pero resultó ser más grande. Llegamos siguiendo la ruta que nos dijo el Tequilense en el camión, pasando por pintorescas calles empedradas, y tiendas donde vendían Tequila "artesanal" (que posiblemente en realidad era adulterado) de a 40 pesos por un litro! Eso sí, envasado en una botella de plástico transparente que parecía una botella de limpiapisos Fabuloso, así que decidimos mejor no comprar nada allí. Me llegó a la mente el chofer de la van en la que el año anterior nos fuimos a Guadalajara para participar en el UNITESO, que fue por sus botellas de Tequila de 50 pesos por 2 litros, que de seguro era una tercera parte tequila, una tercera parte agua y una tercera parte alcohol etílico. 
Tras caminar unas cuatro o cinco cuadras, con el magnífico Volcán de Tequila de fondo, llegamos a la iglesia principal de Tequila, la cual brillaba de más con sus pedruscos claros contrastando con el intenso cielo azul. Lo que, sin embargo, me sorprendió más, fue que, exactamente de frente a la iglesia principal, en línea recta una puerta con la otra, había otra iglesia más pequeña. No comprendí bien para qué, ¿Sería acaso para que las personas que vivían de un lado de la calle no tuvieran que atravesarla para poder ir a Misa? Oh, hermoso folklore! Pero no lo era tanto como el pintoresco centro de Tequila.


¡Y qué calor hacía! Hemos de haber estado a más de 28ºC, no por nada el cielo estaba tan claro y límpido, que no había una sola nube en el cielo! Yo no entiendo la verdad, en qué épocas son las lluvias en Jalisco, ya que las 3 veces que he ido, con la excepción del primer día de éste viaje, me ha tocado ver el clima seco y soleado, y literalmente sin una sola nube. Y he ido en épocas discordantes, como Mayo y Octubre. De algo deben de sacar el agua para mantener tanta agricultura y tantos agaves florecientes.
Caminamos a la izquierda de la iglesia, donde estaba la plaza principal de Tequila. Vimos pasar pintorescos carritos turísticos, que tenían forma de barriles de Tequila. También vimos pasar otros carritos de estilo Cubano, que eran las famosas "Guaguas", aunque las verdaderas "Gua Guas" son de La Habana, llamadas así porque se conocían como "Washington Wagons" (Wa-Wa). En la parte frontal de la iglesia, nos encontró una guía de turistas que nos ofrecía un tour por $600 pesos, pero le dijmos que no, gracias, pues ya teníamos un tour en Mundo Cuervo ese día. Otra guía de turistas nos atrapó en la plaza principal, ofreciéndonos otro tour, que incluía los campos de cultivo de agave, o subirnos en "El Barrilito", y luego ir a un bar y tomar Tequila "Hasta que el cuerpo aguante", en palabras de ella. Pero la respuesta fue la misma. En la plaza, nos interceptó una chica que nos invitaba a entrar a comer a su restaurante, que estaba en fin de semana de apertura, siendo ella de Irapuato, pero enseñándonos un menú bastante bueno y económico, por lo cual decidimos que, saliendo de la excursión de Mundo Cuervo, iríamos a comer a ese lugar. Caminamos a través de la plaza principal, y resultó ser que no tuvimos que caminar mucho más, pues en la contraesquina del zócalo, estaba una chimenea muy alta, y unos muros rojos pintados con deslavado, con el letrero "Mundo Cuervo" en grande en la entrada. Estábamos allí.
Entramos por las muy tradicionalmente Mexicanas puertas de hierro forjado, para encontrarnos con una escultura metálica de un cuervo gigante, y de fondo, música de Mariachi, tocando "Guadalajara, Guadalajara", pero versión puramente instrumental, seguida del "Cielito Lindo", el "Jarabe Tapatío", y luego canciones menos Jaliscienses pero igualmente Mexicanas, como la "Zandunga" de Oaxaca, la "Marcha de Zacatecas", y "Mi Ciudad". Allí fue que reflexioné sobre todo el folklore musical que casi todo Mexicano conoce, aunque no sea de la misma región, y de toda la "Cultura Compartida" que tenemos y que pudiera servir como factor de unidad entre Mexicanos, cosa muy necesaria, sobre todo en estos tiempos difíciles. 

Lo que le pasó a la mascota de Maléfica el día que ésta se enojó con él.

Entramos a un patio muy agradable, con mesitas y gente comiendo y bebiendo alegremente bajo sombrillas de colores claros, en un patio de tonos amarillos, con empedrado de tonos grises y rojizos, ventanales de madera tradicionales de la época Porfiriana, y arcos recios de hacienda colonial sosteniendo el techo. Buscamos la oficina de boletos, y allí presentamos nuestras identificaciones una vez más, ante lo cual nos entregaron un par de pulseras naranjas de papel, y nos dijeron que esperáramos a las 3 PM, que era el próximo tour, y que duraría aproximadamente hora y media. Nos hicieron pasar a una sala de proyección, que no necesitaba de cortinas negras ni de estar rodeada por cuatro paredes para que pudiera verse bien: la sombra que dejaban los densos árboles al exterior era suficiente como para que estuviera oscuro sin que dejara de verse un pasillo afuera, por el cual caminaba, alegre, la gente, entre el bar, la entrada y la tienda de souvenirs. Las enormes sillas de caoba tallada no eran para nada cómodas, por las irregularidades y dureza de la misma, pero por lo menos no se movían al irse sentando la gente que iría al próximo tour. Nos entregaron unos churritos de tela arrugada, que ya conocía yo para qué servían, pues en alguna época los tuvo que fabricar mi papá: Eran cofias (pero de un material excesivamente poroso). Vimos una película de unos 15 minutos, en la cual se narraba en Español (Aunque también había una versión en Inglés) toda la historia de José Cuervo, desde los inicios en el Siglo XVIII, cuando se obtuvo la primera licencia Real para poder fabricar Tequila en la región Novohispana de la Nueva Galicia (Hoy Jalisco, pues). Y de ahí, como había ido progresando la fabricación de Tequila, describiendo rápidamente el proceso antiguo de destilación, y dándosenos una breve introducción a la fábrica de La Riojeña, que sería la que visitaríamos. Al terminar el video, se nos pidió que desarrugáramos las cofias que nos habían entregado y que nos cubriéramos absolutamente todo el cabello, (no fuera a ser la de malas que a alguien se le caía un pelo en la fábrica, y una botella de Tequila llegaba a tener un pelo flotando en su interior, cual gusano en el mezcal).  La guía nos llevó a través de una puerta de hierro forjado más, caminando por un pasillo de hacienda, y pasando a través de un patio con cúpulas rojas en el piso que parecían ocultar una capilla subterránea. De allí, pasamos a una "entrada" donde había una exhibición de coches antiguos, de la colección de la familia Cuervo, entre los cuales destacaban una carcachita Ford roja, de los primeros modelos existentes (Aquellos que necesitaban que se les diera cuerda hasta enfrente para empezar a caminar, dándoles de vueltas), y un transporte público, que iba de Guadalajara a Amatitán y a Tequila, y de regreso. (Obviamente en perfecto estado de conservación y cuidado). Nos pidieron que sólo camináramos dentro de un perímetro marcado por una línea amarilla, y así llegamos a otro patio donde había muchas "piñas" en el piso. Eran piñas de agave, y de aquél patio emanaba una dulce fragancia, semejante al Tequila, pero con un dulzor muy especial e inolvidable, y, por supuesto, placentero. Nos pidieron que no tocáramos las piñas de agave, pues todas estaban enumeradas, y que mucho menos las tratáramos de cargar. Nos dijeron que cada piña pesaba aproximadamente 60 kilos. Allí nos explicó la guía, que un agave debe de crecer por lo menos 10 años en el campo, y una vez que pasaron los 10 años, se hace la "Jima", por parte de los "Jimadores" (Que no tienen nada que ver con los jinetes, descubrí ahora), que son los que cortan las hojas grandes del agave, y dejan nada más la parte central, que es la que parece piña. Según dicen, cuando cortan las hojas, parece que el agave está gimiendo, y por eso se dice que hacen una "Jima". De cada agave en promedio se logran obtener 8.5 litros de tequila, Pues por cada 7 kilos de piña de agave se obtiene más o menos un litro de tequila, al final. Todas las piñas pasan a los hornos de mampostería, donde se cuecen por 36 horas. De esta forma, los almidones de la planta se transforman en azúcares.

¿En cuántas botellas se traducirán todas estas piñas?
La cocción es con puro vapor, y se hace hasta que el vapor alcanza una presión de aproximadamente 1 kg/cm2, y más de 100ºC. De este proceso salen dos tipos de miel del agave: Dulce y Amarga. De hecho, la miel de agave es un producto que yo ya había probado tiempo atrás, cuando haciendo traducciones para el Señor Ng de Singapur (Sí, su nombre era Ng Chin Nyan... y sí, Nyan como el Nyan Cat), en el Tec de Monterrey, en Noviembre de 2008, nos regalaron de eso, para que ambos lo probáramos. Las mieles quedan "a flor de piel" para la piña del agave, y de allí las llevan directamente a la molienda, donde se trituran, y se les extrae crujientemente todo el juguito dulce que llevan en el interior. Lo restante es pura fibra de agave, inservible para consumo humano, así que es extraída y pasada a un camión, el cual lo lleva a procesos de reciclaje, con lo cual se hace papel de fibra de agave. El jugo extraído es procesado y filtrado, para que no queden sedimentos ni impurezas en el mismo, y se pone en cribas (o grandes tanques metálicos, pues), en las que se le añade levadura de agave, para que los microorganismos de la levadura se coman los azúcares del jugo de agave, y los conviertan en alcohol. Pero una vez terminada la fermentación de éste mosto, el aguamiel que sale de ese proceso (así se le llama) tiene solamente 5 grados de alcohol, lo cual hace que el rompope o la cerveza tengan mayor grado alcohólico que el aguamiel. Se pone entonces en unos alambiques, y se destila. Pero cuando se termina de destilar sale con 60 grados de alcohol, y por esta razón es imposible de comerciar. En ese punto nos dieron unos mini vasitos con el tequila de 60 grados, para que lo probáramos. Yo venía con la garganta raspada de todo el griterío de la noche anterior, y casi no podía hablar. Con las cuerdas vocales desmadradas, pensé que sería estúpido tomarme el tequila de "shot", como algunos ahí estaban haciendo, y le di un sorbito. Estaba demasiado fuerte! Pero extrañamente, se me aclaró la garganta después de pasármelo, así que, de golpe, tomé valor (y todo el tequila que había en el vasito). Los ojos me lloraron como si me hubieran rociado aceite esencial de cebolla en la cara, y tosí con entusiasmo, pero ¡Milagro! ¡Ya podía hablar bien de nuevo! Había un garrafón con vasitos cónicos de papel para tomar agua después del shot de Tequila Puro. Una vez que todos hubimos terminado de tomar ese Tequila Puro, nos explicaron cómo pasa a unos alambiques en donde se hace la "rebaja" en otros aceites del agave, y otros ingredientes que permanecen como Secreto Mercantil (Nuevo término aprendido hoy, ahora sé cómo describir legalmente lo que es la receta de la Coca-Cola y las Galletas Mrs. Fields), y sale el Tequila con 38 grados de alcohol, el cual se pasa a barricas de roble. Nos llevaron de regreso entonces, saliendo de La Riojeña, y nos llevaron a otro edificio, de cuyo pasillo emanaba aire fresco, una grata bendición en ese día tan ardiente, pero eso sí, con un fuerte aroma de Tequila. Entramos a la bodega, donde había gran cantidad de barriles de roble apilados, y dos gigantescos "pipones". Allí se estaba destilando el tequila, y nos explicaron que hay varios tipos de tequila. El tequila "Especial", que es el más barato de los que fabrica Cuervo (Y el de menor calidad, también). Es "Especial" porque está hecho 60% con tequila de agave y 40% de otros alcoholes. Luego están los tequilas 100% de agave. Del Tequila 100% de agave, están: El tequila blanco, que lo dejan añejar por 3 a 6 meses en las barricas, el reposado, que se añeja de 12 a 18 meses, y el añejo, que es de más de 30 meses. Adicionalmente, existe el tequila "Reserva de la Familia Cuervo", que nos dijeron, se hace con agaves de más edad (De más de 10 años), y se añeja de 7 a 15 años. Nos dieron, acto seguido, un vasito con tequila blanco, para que lo probáramos, y, efectivamente, el sabor era muy fuerte. Luego nos trajeron una barrica con fondo de cristal de tequila Reposado y otra de Añejo. El reposado era amarillo, el añejo era dorado-anaranjado. Después del tequila blanco, nos dieron a probar un vasito de tequila reposado, y el sabor era más suave, y más "fácil" de tomar (no te lloraban los ojos si hacías shot, en otras palabras). Aún así, tenían la misma cantidad de alcohol. Y por último, el tequila añejo, que era mucho muy suave. Abrieron un barrilito y nos dijeron que oliéramos el interior, sin meter la nariz completa al barril (No fuera a escurrírsenos un moco), y ese era de la Reserva de la Familia Cuervo.  Olía muchísimo a madera. De allí nos llevaron a un gran pasillo, en el cual había un mural gigante. El mural, nos dijeron, describía la historia y mitología del Tequila, así como su proceso de fabricación. Era de notar que todo el mural estaba pintado en los omnipresentes colores Huicholes que habíamos estado viendo a lo largo y ancho de la ciudad, pero en tonos pastel.


















De frente al mural, había unas ventanas por las cuales se podía observar uno de los laboratorios. En ese punto, nos explicaron a todos la pintura, y a los que tenían brazalete morado, se los llevaron al bar, mientras que nosotros, los de brazalete naranja, debíamos esperar unos momentos más en el pasillo del mural. Contemplamos con atención cada detalle del colorido mural, y, después de ver esto, y saber lo que había en el Instituto Cultural Cabañas, más aparte el cómo habían dejado las paredes de los pasos a desnivel en Guadalajara, nos dimos cuenta que a los Jaliscienses les encanta pintar las paredes, y no de la manera naca que acostumbran los grafiteros, poniendo rayones monocromáticos sin sentido, azarosamente. A los pocos minutos, llegó la guía para llevarnos a través de, de nuevo, el patio con las cúpulas en el piso, y hacernos bajar por una escalera empedrada en una cava bastante profunda. Resultó ser que debajo de las cúpulas en el patio aquél, se encontraba la Cava de la Reserva de la Familia Cuervo. Y tenía una barbaridad de barriles por todos lados. Muchos de ellos tenían clásicos graffittis Mexicanos, hechos con plumilla en el momento: "Clarissa y Juan Andrés, 15 de Agosto, 2007". Otros eran más cómicos, pero con humor negro: En la parte donde en los barriles decía: "Reserva de la Familia", en la parte inferior alguien había escrito: "Michoacana, y los Zetas". Había algunos barriles que reflejaban en verdad la tardanza que tomaba el tequila de la Reserva en añejarse, pues vimos algunas firmas que databan del 2000. También había un tequila del que nos hablaron, sumamente especial, hecho específicamente para conmemorar el 250º aniversario de la obtención de la Licencia Y Cédula Real para fabricar Tequila a la familia Cuervo, que, al parecer, era un tequila con una inmensidad de tiempo añejándose, y del cual sólo se elaboraron aproximadamente 10 botellas de 300 mililitros cada una. Y se vendieron, cada una, en $25,000 pesos. Incluía una botella de cristal hecha a mano, artesanal, y un libro hecho de papel de agave, con la historia del Tequila José Cuervo en sus páginas. Y a la venta, de esa edición especial, sólo quedaba una botella. También nos enseñaron una colección de "Damajuanas" antiguas, que eran las botellas en las que se almacenaba, transportaba y vendía el tequila en épocas de antaño. Eran como unas jarras de vidrio, realmente grueso, y estaban muy empolvadas. Se les llamaba "Damajuanas" porque en Cuba había una señora a la cual le gustaba mucho el tequila, y se le enviaba por parte de la familia Cuervo, una cantidad constante de tequila en esas botellas. Por lo menos esa es una teoría y una leyenda. A mi mente llegó la imagen de una viejita negra Cubana, elegantemente vestida pero muy arrugada de la piel, con un sombrero rosado gigante y con una pluma igualmente grande, un collar de perlas, sentada en una banca en una casa de madera con mucha vegetación tropical para darle sombra a su alrededor, y borracha. Vimos hacia arriba, ante la indicación de la guía, y alcanzamos a distinguir unos hoyitos en el techo, empedrado, y con forma de domo. Esos hoyitos eran respiraderos por los cuales antes, se refrescaba la cava para mantener el tequila a una temperatura fresca. Ahora, existiendo el aire acondicionado, obviamente ya no era tan necesario tener esos hoyitos, pero los conservaron por tradición.
El Patio de las "Cúpulas".
Después de eso, nos hicieron subir de nuevo las escaleras y regresar a través del "Patio de las Cúpulas", como quise imaginarme que se llamaba, a un gran patio arbolado, en cuyo centro había una jaula con un cuervo negro muy grande en su interior. "Y cómo se llama?" preguntó Gus al encargado. "Se llama José," dijo el encargado del lugar, y sólo pudimos pensar que, o bien era muy obvio, o bien les faltaba originalidad a la hora de nombrar al cuervo. En el jardín al lado del patio arbolado, había una escultura de una recolectora de agave, y otra de un jimador. Desde el mismo patio se podía ver una gran chimenea, de los hornos, que era un ícono del poblado de Tequila. 
 
De ahí nos llevaron a una gran sala en la que había una mesa dispuesta con numerosos lugares, un plato pequeño con limón, sal, pimienta y canela dispuestos en su centro, y en cada lugar, tres copas con tequila, tapadas elegantemente con un posavasos de papel cada una. 
Se cerró la puerta, y, tras ajustes, pudimos sentarnos todos, y la puerta fue cerrada. En la sala había una gran cantidad e esculturas como la del jimador o la de la recolectora de agave. Daba la sensación de que había más estatuas que gente, en ese antiguo salón, con aires de hacienda. Y una vez acomodados, se nos instruyó la manera en la que cataríamos el tequila. Empezamos con el tequila blanco. Aprendimos como, primero, en la copa, se observa el color, luego se le dan dos vueltas y se contempla la "corona" o sea, la marca que deja el líquido al pegarse en el cristal del vaso, y vimos cuánto tiempo duraba la coron formada. Luego, como bajaba el líquido en forma de "lágrimas", que rápidamente se corrían y se hacían "piernas". Eso indicaba que no tenía mucho "cuerpo" o consistencia y viscosidad. Luego se nos instruyó el percibir los aromas que salían del tequila blanco, antes de probarlo. Se nos enseñó también una táctica para percibir el sabor del tequila blanco sin que fueramos a toser de lo fuerte que estaba. Consistía en inhalar, aguantar la respiración al retener el tequila en la boca y saborearlo, exhalar, pasárselo, y sólo volver a inhalar cuando el tequila ya no estaba más en nuestra boca. Nos pusieron galletas habaneras para quitarnos el sabor del tequila blanco antes de pasar al siguiente, el reposado. Era el equivalente a dos caballitos, lo que contenía cada copa de tequila. Luego pasamos al tequila reposado, el cual tenía un color más amarillento y un aroma doble, en la parte inferior de la copa se percibían los aromas básicos del tequila y en la superior, un toque de esencia de madera de roble, como olor a hacienda antigua. Era porque en el añejamiento, el tequila absorbía minerales y aceites de la madera, lo cual le daba su color característico y su aroma tan peculiar, así como la suavidad del sabor, y la facilidad de su ingestión. Ahora tenía más cuerpo también, y las "lágrimas" duraban un poquitín más formadas. Al pasar al añejo, tuvimos que darle shot a la copa de tequila reposado, pues el tiempo apremiaba. El cuerpo del tequila añejo era mayor, o sea, menos aguado y más viscoso, las lágrimas duraban mucho más tiempo formadas y escurrían con lentitud, la corona tenía una forma bien definida, y el sabor en verdad era especial, ligeramente amargo. Los olores ahora eran triples: en el primer nivel de la copa se olía el aroma básico del tequila, en el segundo el de la madera, pero en el tercero, un olor a especias sobresalía, y fue por eso que nos pusieron la canela, y la pimienta justo enfrente, en el platito: para que compararamos el olor del palo de canela con el aroma terciario del tequila añejo... y vaya que sí guardaban cierto parecido, tanto la pimienta como la canela! Era como si la parte superior del tequila añejo despidiera un aroma muy delicado que recordaba un poco el olor del Chai Indio.
De allí pasamos al bar, ahora sí dando por concluido el tour, en donde nos servirían una copa del tequila especial "Reserva de la familia". Con esa última copa de tequila, del mejor que había, ya llevábamos el equivalente a unos 8 o 9 caballitos de tequila, además de que también nos dieron una margarita. Y entonces reflexionamos, sobre que no había manera en este mundo de que pudiéramos estar siendo más burgueses. La fecha era 15 de Octubre. En todo el mundo, la gente salió a las calles a protestar en contra de los privilegios del 1% más poderoso del mundo. Ocuparon Wall Street, Boston, San Francisco, Dublín, Tokyo, las ciudades de México, Puebla y Guadalajara, Madrid, París, Berlín, Roma, Atenas, Zagreb, Viena, Sydney... y mientras el mundo colapsaba, nosotros tomando una copa del mejor tequila que vendía José Cuervo, en una retirada hacienda, como aislados del mundo. Qué cerdamente burgueses fuimos en ese momento, y lo reconocimos. Aunque, no tanto, porque, en efecto, lo estábamos reconociendo. De allí pasamos a la tienda de regalos, donde vimos las botellas de tequila "Reserva de la Familia" vendiéndose en entre 700 y 800 pesos. También estaba una colección de cajas del tequila de reserva de la familia, todas muy artísticas dispuestas en una pared de exhibición. Vimos playeras, sombreros y demás cosas, pero el precio era bastante exorbitante, y lo único barato en esa tienda era la mezcla de sangrita "Viuda de Sánchez", que no tenía nada que ver con el tequila Cuervo, y que sólo se vendía como mezclador aperitivo. Incluso había una caja triple, surtido de los tres tipos de tequila que compramos, en unos 225 pesos por toda la caja, pero las botellas eran bastante pequeñas. 
Para ese punto, y después del último tequila, supe que en verdad ya estaba intoxicado en un grado mayor al que normalmente puedo llegar. Así que le dije a Gus que de verdad me estaba sintiendo mal, y tenía que ir a comer algo, o si no, de plano vomitaría todo el tequila que nos habían dado (incluyendo el carísimo!) así que, de allí, nos dijeron que teníamos un comida gratis para dos personas en el restaurante de enfrente, que se llamaba... CHOLULA. Entramos al restaurante, mencionamos la promoción, el mesero fue a hablar con su superior, y nos vino a decir que todo era cuenta abierta y que podíamos pedir lo que quisiéramos. Sintiéndonos mal por la chava del restaurante del zócalo, nos vimos obligados a aprovechar la oportunidad y atascarnos. Si bien para ese punto yo ya estaba bastante intoxicado, no perdí la conciencia, y recuerdo haber pedido una sopa azteca con chilpotles secos extra, carne en su jugo, una coca-cola, y un platillo de brocheta de camarones con ensalada y arroz. Trajeron salsa, mucha salsa, y muchos totopos. También de cortesía nos trajeron dos vasos de una bebida llamada "Flor de agave", que contenía miel de agave, tequila, limón, y alguna otra cosa, con mucho hielo, servido en un vasito con el borde glaseado de chile piquín y limón. Estaba demasiado bueno,  al parecer, no me di cuenta y pedí otro más, en lo que me terminaba mi sopa azteca y llegaba mi orden de carne en su jugo. En el estado de intoxicación, algo muy inusual en mí, por lo que supe, a Gus le conté mis penas de amor (como si no se las hubiera contado con anterioridad varias veces),  mis esperanzas y sueños, para luego comenzar a hablarle en Alemán, en Ruso, y más tarde, en Húngaro (Lo cual es algo notable, ya que jamás he aprendido nada de Húngaro. Pero de que era idioma Magyar, lo era). Salimos del restaurante aproximadamente a las 5:20 PM. No olvidemos que nuestro desayuno había sido a las 10 AM aproximadamente, en el 7-11 de Guadalajara, por lo que, agradecimos profundamente la oportunidad de comer gratis en restaurante, ya que la cuenta final de ambos ascendió hasta los ¡¡$800 pesos!! entre tantos platillos que no tuvimos que pagar, afortundamente. Del restaurante salimos con rumbo a la estación de camiones, por donde llegamos, y yo me sentía sumamente mal. Entre mareado, asqueado y con el estómago a reventar, al ver un carrito que echaba burbujas, fui caminando hacia el chorro de burbujas que volaban con el aire, y me puse en medio, dejando que las burbujas volaran hacia mí, esperando que me despertaran de ese sueño o pesadilla en el que me encontraba, algo sí como un entresueño bastante fuerte, inducido por el alcohol, pero en el cual me esforzaba cada segundo por no perder la consciencia. Dejé que las burbujas me "enfrentaran" y "atacaran", para luego seguir con Gus hasta la estación de camiones, (corriendo), mostrar nuestros billetes de regreso a Guadalajara, y subir a apañar el primer lugar que pudiéramos. Yo elegí uno que traía la ventana abierta, sin compañero de asiento y pudiendo disfrutar de la brisa vespertino-nocturna Jalisciense golpeando mi cara, y pude acomodarme un poco, mientras el camión salía de Tequila, y, en lo que el aire frío me daba en la cara, y tras unos minutos de tranquilo sueño, se me bajó completamente la intoxicación etílica, y pude disfrutar tranquilamente del retorno a la metrópolis Jalisciense. En pocas palabras, todo terminó con mi interior clamándome a gritos:
¡NEVER AGAIN!