Al día siguiente salimos tarde de Silao.
Nos levantamos como a las 9 AM, y desayunamos antes de las 10:30, cuando todo mundo estaba literalmente atascándose las porquerías escasas que nos podían dar de comer en el hotel, porquerías por ser comida industrial, y escasa porque todo mundo ya había agarrado y apañado bastante antes que nosotros, los que nos levantamos tarde. La barra del desayuno estaba hecha un desmadre asqueroso, y el yoghurt, jugo de naranja, gránulos de mantequilla en miel Karo, leche, y polvito de cereal se hacían un nada delicioso coctel en el piso del desayunador, detrás del cual ocasionalmente salía la cocinera como un reloj cucú, para depositar nuevas y cuantiosas cantidades de mini-hot cakes precongelados, ya listos para comer, en las bandejas del desayunador, y que desaparecían con presteza. El hotel estaba virtualmente en medio de la nada, y eso podría justificar que en las maquinitas vendedoras del hotel, una latita de atún costara más barata que un condón Sico (ambos de venta en la misma maquinita, que también vendía desodorantes, Ruffles, cepillos de dientes, pastillas Halls, botellitas de tequila de 400 mL, peines, palomitas de caramelo y Sopas Maruchan).
Era la primera vez en toda mi vida que iba a Guanajuato capital, y no sabía qué esperar. Hasta mi hermanito ya había ido con una excursión del Oriente antes que yo (Cuando yo iba en 1º de secundaria, la excursión fue de un día, a la exhacienda de Chiautla... ¡¡¡Y ahora se los llevan a Guanajuato!!!).
Al llegar al estacionamiento frente a la estación vieja de trenes, y comenzar a caminar Guanajuato adentro, sentí que estaba viajando al pasado, porque toda la ciudad parecía ser un inmenso centro histórico. Pensábamos que Guanajuato era una ciudad de tamaño importante, como que por lo menos era de unos 6 o 7 kilómetros de punta a punta, pero descubrimos que en realidad, son menos de 3 km. los que separan un extremo del otro. Entre montañas y pendientes, subíamos y bajábamos para encontrar el Mercado Hidalgo y así poder ir al primer evento del día, a medio día, que era la Ópera en el Mercado. Antes de entrar al mismo, encontramos las famosas guacamayas, y Gus comió una, cometiendo el error de echarle demasiado chile, pues ahora estaba enchilado, aunque no al grado de que se le pusieran morados los labios.
Entramos al mercado, y así fue que pudimos acceder a uno de los shows más bizarramente deleitables, en los cuales se rompieron paradigmas, el arte "elevado" y "reservado para las élites" fue accesible para el pueblo, bajó de esa nube mística donde se le había puesto, y se le puso en contacto directo con toda la gente, que participaba del mismo. Los cantantes caminaban en los pasillos, originalmente vestidos como cualquier vendedor de frutas, verduras o mariscos...
L'amour est un oiseau rébélle...
Escuchamos Bizet, Mozart, Beethoven, Debussy, Saint-Säens y Verdi, para gozo de todos los presentes. Al princpio habíamos empezado a ver el show desde el segundo piso del mercado estilo Mexicano-Porfirista (Afrancesado), pero decidimos luego mejor bajarnos al primer piso y ver de frente a los cantantes. Fue toda una experiencia muy recomendable si algún día tienen la oportunidad de verla. De allí el siguiente paso fue salir a caminar por las calles serpentinosas de Guanajuato. Teníamos la intención de ir a conocer la Universidad, aquella que sale en los billetes de $1000 pesos, y que también está relacionada (qué raro) con los Jesuitas. Pero en el camino, al pasar frente a la Basílica de Guanajuato, aquella iglesia amarilla que brilla como con luz propia, resaltando entre el resto de coloridos edificios, comenzó el concierto de "Campanas Sobre Guanajuato", que implicaba campanazos entre una iglesia y otra, y se respondían mutuamente. El mejor lugar para ver eso no era allí, sino desde algun cerro, porque así se escucharían todas las respuestas entre una iglesia y otra. Llegó una banda militar marchando, mientras los músicos civiles estaban tocando. Al cesar el tocar de la banda civil, comenzó a tocar la banda militar por corto rato, y al pausar, las campanas comenzaron a repicar, sonando con algún ritmo melodioso y profundo, básico e intrínseco. Y así se la pasaron. Los músicos civiles se replegaron y se subieron al techo de la basílica, mientras que los militares tocaban. Al callarse los militares, respondieron los civiles, y al callarse éstos, respondían las campanas de la iglesia. Todo tenía sensación de una larga marcha triunfal.
Il soldato juveno.
Al terminar el concierto, encontramos una señora que venía con un gorrito azul y blanco, y un letrero que rezaba "Empanadas MUY Argentinas", por lo que presurosos, nos aproximamos a ella y compramos ahí nuestra comida del día, tres sabrosas Empanadas Argentinas que my bien acompañadas habrían sido con un poco de yerba mate, pero no lo hicimos así. En el concierto, pensé por un momento que me había encontrado de frente con un exalumno del Lux de mi generación, Efraín alias Alex Sho. Iba a gritar "Arriba el Lux!" para saber si era él, pero la música estaba tocando, así que me abstuve, y resultó ser que sí era él. Le pasó lo mismo que a mí, y no supo si yo era en verdad yo. De allí caminamos hacia la plaza "central", por así decirlo, o lo que más podría hacerse pasar por un Zócalo, ya que en Guanajuato, dada la orografía, es imposible que haya un "centro" de ciudad en sí. y llegamos a un hermoso callejón amplísimo, donde había una casa de estilo no tan antiguo, pero que preservaba un aire campirano por su recubrimiento de rocas cafés y sus puertas de madera, en una calle vacía donde todo se veía inmaculadamente pulcro en la bajada. Era una tienda lo que había más abajo, llamada "1905: Lo que la inundación dejó". Era una tienda con puras antigüedades, y todos nos sentimos realizados viendo todas las chácharis que ahí vendían. Era como una Plazuela De Los Sapos institucionalizada.
Típicamente campirano..
De la tienda, en la que estuvimos largo rato, fuimos hacia el Teatro Juárez, a cuyo costado había una iglesia, la iglesia de San Francisco, y detrás de la misma, había un monumento ecuestre al Quijote. Nos sentamos porque desde ahí podíamos contemplar el subir del funicular al "Pípila". El Pípila, según los historiadores serios más mito y leyenda que realidad, en Guanajuato es una deidad-prócer más honrada tal vez que el propio Padre Miguel (Hidalgo), y mencionar tan siquiera que es más posiblemente una ficción de las que la historia necesita, en Guanajuato, es casi una herejía digna de expulsión del estado y prohibición de entrada al mismo. Nos sentamos a contemplar el paisaje y las construcciones de piedra, en una banca rodeada de barandales, sobre una entrada a uno de los tantos túneles de la ciudad, llenos de flores. Me parecía más hermosamente pintoresco que Taxco. Por qué los pueblitos plateros debían ser tan sexys y coquetos?? Y con una orografía tan hermosamente irregular!
Un rincón del pasado.
Ahí tuvimos una sesión más de fotografías artísticas y panorámicas tratando de llevarnos con nosotros en una memoria de cámara lo más que pudiéramos de aquel majestuoso lugar. Pero en definitiva, nada reemplazará jamás a la experiencia de estar en el lugar, y uno solo puede dar un boceto o una impresión desde su propio punto de vista para aquellos que nunca hayan ido o que nunca vayan a ir a tales lugares, o un simple recuerdo, una memoria, para un futuro, en el caso de que cambiara. De allí nos fuimos al lado de la iglesia, donde Gus, Salma y yo nos echamos contra la pared del templo, que sí que estaba fresca, a comparación del clima que andaba surcando los 32ºC al sol. Allí nos quedamos contemplando vacuamente hacia delante, mientras degustábamos una bebida que nos habíamos comprado en la plaza de Guanajuato.
Estaba en la plaza también una Catrina, una calavera elegantemente vestida, con más de 1.90 de estatura. Gus se quiso tomar la foto con ella, la cual lo abrazó femeninamente con gestos delicados. Gus pagó $20 por tomarse la fotografía con la Catrina. Antes de tomarse la foto, Salma y yo nos preguntamos, "¿Y será hombre o mujer "la" Catrina?". Cuando Gus salió de su delicado abrazo, y se despidió de él la Catrina con los mismos fluidos movimientos de una dama elegante, nos dijo en voz baja, "No mames, es un hombre ahí adentro... se siente cuando te da el abrazo." Y así, Gus nos dijo que como siempre había una primera vez para todo, este había sido su primer abrazo de travestismo. Riendo, fue como nos fuimos a la iglesia de San Francisco a tirar en la pared, y así fue que de pronto, cada quien sumergido en sus pensamientos, nos comenzamos a relajar bajo la frescura del aire, y el cansancio de la excursión del día anterior a León se manifestó en nosotros, y comenzamos a dormirnos. A mí me comenzó a pasar que hablaba estando dormido, pero Gus quedó literalmente privado en el piso.
Privación del Sueño Y Sus Consecuencias en un Cuerpo Saludable
Cuando, al cabo de unos 40 minutos, o una hora, decidimos levantarnos de allí, y tras haber reposado un poco, nos fuimos a explorar. Enfrente del Parque Juárez nos topamos con una Botarga de Conejo con mochila de la escuela caminando por las calles de Guanajuato y acompañada de un camarógrafo de una cadena de televisión local. Estaban haciendo acaso una cápsula informativa de la ciudad para algún programa para niños? El aspecto de la Botarga era demasiado creepy, como muchas otras Botargas, pero este se llevaba las palmas por mucho, con su aspecto de conejo "Te-voy-a-morder-y-tengo-rabia" reflejado en su expresión facial. Caminamos hacia el Teatro Juárez, y nos metimos por la calle al lado del mismo, con rumbo hacia el funicular del Pípila. Entonces vimos una escalera de caracol que subía unos 6 pisos. Incansables, las subimos, llegando hasta la parte más alta de la misma, luchando contra una algo incómoda sensación de vértigo, al encontrarnos a 24 metros del piso en una estructura que se tambaleaba con nuestro peso, y que había sido instalada, según las fechas, a finales del siglo XIX.
Oh, aquí se ve corta, pero tomemos en cuenta que el primer piso que se ve en la foto en realidad es el 3º...
Piso 4: Gus. Piso 5: Salma. Piso 6: Yo.
La vista era impresionante desde allí, para cierto nivel de casas. Aún se veían cosas más altas, pero lo sorprendente era que dicha construcción todavía siguiera en pie, a pesar de su antigüedad. Resulta que era una salida discreta del teatro, posiblemente también de emergencia, o para los actores. El edificio al cual estaba anexa era, pues, el teatro Juárez.
Bajamos y llegamos a la estación del funicular, donde pagamos $40 cada uno por entrar al funicular y por entrar al "Museo De Las Leyendas", que nos recomendaron al llegar a la taquilla, donde se jactaban de bilingualidad, pero lo único que lograban era tener un épico FAIL en poliglotía:
NUNCA lo intenten en casa. Se le pueden quemar los ojos a los Angloparlantes que vean esto.
Subimos al Pípila en el funicular, y nos encontramos con una estatua imponente, en la cual, hasta arriba había un cubo transparente, en el cual se podía entrar para "ver la ciudad desde allí". Sobra decir que el calor era fastidioso, y dentro de un cubo de cristal donde estarían amontonadas otras 10 personas, sería tantito peor que andar en una Botarga creepy de conejo con cara de rabioso por la ciudad de Guanajuato cargando una mochila. Además, desde la plaza del Pípila se podía ver la majestuosidad de la ciudad sin tener que moverse mucho:
Panorama cortesía de la cámara panorámica de Salaam.
Equipo Anti·Itinerarios con la majestuosa ciudad de fondo.
Bajo los árboles, tomando aguas frescas, y con una caída terrible a nuestras espaldas de 20 metros con fondo de piedra y sin ningún barandal, nos sentamos alegremente a tomar nuestros refrescos bajo la sombra de los árboles. Luego caminamos alrededor del Pípila, y encontramos los baños, y el museo de las Leyendas de Guanajuato que nos hicieron comprar una entrada. Caminamos por el lugar, buscando la entrada, pero llegamos a un baño que apestaba a caño seco y recién usado, así que probamos abrir otra puerta. Cuando entramos a ese cuarto, nos dio pánico, pues había unas estatuas inmóviles allí, y una luz muy tenue. Si la puerta se cerraba y no se podía abrir desde adentro, nos iba a dar un síncope o algo.Mientras Gus sujetaba la puerte por la que entramos y la dejaba abierta, me asomé por la otra puerta que había en el cuarto. Se veía otra sala más llena de estatuas inmóviles bajo una tenue luz. Parecía ser que ésa era la cosa de las leyendas, pero nos habíamos metido por la parte trasera. Así que regresamos a preguntar, y nos llevaron a una sala de espera en la cual nos pusieron, por unos 10 minutos, a ver una telenovela de mucha sensualidad antes de hacernos pasar a lo que pensábamos, era una especie de casa del terror. Cuando entramos, nos dimos cuenta que las casas del terror de las ferias de pueblito llegan a dar más miedo que eso a lo que nos fuimos a meter, ya que era, además de mal hecho, de pésimos efectos especiales, que no daban nada de miedo. Así, nos encontramos ante una serie de leyendas en las que se hacía bastante énfasis en la cultura machista-mocha de Guanajuato, que describía a la mujer perfecta como una mujer "Sumisa y de buenas costumbres" que se había casado a la fuerza y que no había proferido queja alguna al respecto. Por esa razón, en un momento de pánico y desesperación, Dios sí la ayudó a vivir feliz por siempre con el marido con quien fue obligada a desposarse (La Leyenda Del Milagroso Señor De Villaseca). Por el contrario, para aquellas féminas que prefirieran obedecer a sus propios deseos e instintos, nadie las socorrería del castigo que habrían de experimentar en este mundo, como la dama que trató de escaparse para huir con su verdadero amor, y no casarse con aquel rico hacendado para quien su padre la había reservado, y que murió con una daga clavada en su corazón, por parte de su fúrico padre al descubrirla (Leyenda del Callejón del Beso). Así que todo esto fue una experiencia cultural que nos hizo darnos cuenta que el medioevo, ¡aún vive! en la provincia Mexicana, incluso en lugares que parecen tener más contacto con el mundo exterior (Pues a Guanajuato llegan demasiados turistas de todos lados del mundo, y eso no ha propiciado una apertura de sus mentes). Bajamos del Pípila, justo a tiempo para llegar corriendo a la Iglesia de Belén, donde habría un concierto de órgano a las 7 PM. Llegamos para que al final no nos dejaran entrar. Salma pudo pasar primero, cuando la gente comenzó a salirse a medio concierto (naquísimamente), y cuando por fin Gus y yo pudimos entrar, porque ya había cupo, Salma nos esperó y entramos a sentarnos cuando la pieza de órgano que tocaban ya había terminado. Entramos a una iglesia y todo mundo miraba hacia el pasillo (pues las sillas habían sido acomodadas de tal forma que todos pudieran ver al organista), y aplaudía. Jamás pensamos entrar a una iglesia y que la gente nos aplaudiera. Gozamos de un maravilloso concierto de órgano en una iglesia con estilo único, que parecía estar forrada de un tapiz afrancesado con flores de lis, pero que en realidad era un inteligente truco visual de la pintura, con la técnica llamada "Trompe l'oeil" que se ocupa de jugar con la luz y dar la apariencia de texturas. Terminó el concierto y nos fuimos a la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, donde estaba casi toda la excursión del Tec.(Y como 3 mil personas más)
La Alhóndiga de Granaditas
Estaba el concierto del Concertgebouw No. 10 de Amsterdam, tocando un concierto de Jazz, para el cual permanecimos todo el resto del concierto, tan pronto pudimos pasar. Un despliegue de talento y de ritmo que pocas veces hemos podido ver, mientras el aire de la noche comenzaba a enfriar y nosotros con nuestras ropas para clima de 32ºC comenzábamos a resentir el frío.
Tom McCoffee, je vermoorden / Het was ons wie je hebt vergiftigd!
Tras el magnífico concierto de jazz, que terminó como a eso de las 11 PM, salimos a cenar algo, y nos comimos unas guacamayas, antes de seguir nuestro caminar por las calles de Guanajuato. Buscábamos una estudiantina ahora a la cual seguir para una callejoneada, y en efecto, encontramos un grupo que venía de una escuela de Querétaro, en excursión, para colarnos entre ellos y hacer fila. Resultó ser que eran dos escuelas rivales, y se echaban bronca mutuamente, como unr repentino ambiente de Ínter. Estuvimos haciendo fila en una escalera que subía por el cerro hacia un restaurante llamado "El Gallo Pitagórico", donde esperaba un tunero.
Y se escuchó a la multitud gritar,
"...'Leeeeeeeeeeeeeeroooooooossss!!!"
Cuando por fin comenzamos a ascender las escaleras, fuimos entrando por callejones recónditos, unos pocos de los más de 2000 que son en todo Guanajuato. Con esa topografía y esa cantidad de recovecos, no es difícil imaginar de dónde surgieron tantas leyendas en épocas en las cuales la electricidad no existía y la única luz provenía de velas que ardían tenuemente en las enormes casas de familias ricas. Subimos por una pendiente y los alegres tuneros cantaban las típicas, "El Toro Enamorado De La Luna", "De Colores" y "Con el Pimpiririmpimpim, Con el Pampararampampam (El Que No Beba Vino Será Un Animal)", y otras que no conozco la verdad tanto como para poner el título.
Ellos no son toros. Ella no es una luna.
Llegamos a un punto en el cual ascendimos por un callejón bastante empinado. Las maestras de esa escuela iban junto a nosotros, tomando buenas cantidades de alcohol en unas ranitas de porcelana que tenían. "Yo me voy a poner una peda con mis alumnos nomás por hoy", decía una de ellas a la otra. "Sí, pero no se vayan a querer agarrar de pendeja a la miss, eh chicos?" decía la otra, hablando la mitad para su colega, la mitad para los estudiantes que estaban alrededor, también gozando del alcohol. Cuando por fin llegamos a un punto donde ya no dejaban pasar a cualquiera, sino sólo a los de la escuela que habían pagado por la estudiantina. Y entonces se metieron por un pasillito entre casas y con techado bajo, así que el resto de los que éramos colados (y vaya que éramos bastantes) nos decidimos a ir por un callejón de arriba, y serpentinear por las calles hasta alcanzar a la estudiantina. Nos hicimos los omisos por varios callejones, y de pronto, sin saber cómo, tras correr, subir y bajar por un sinfín de callejones y literalmente perdernos entre la laberintesca ciudad, nos encontramos entre dos tunas, que venían una en dirección contraria a la otra. Nos incorporamos a una de las que estaban en una placita, donde los tuneros no estaban cantando, sino declamando. Eso fue algo que nos frustró, pues queríamos música, bailar y cantar, (y tal vez beber), pero ahora no estaban haciendo nada de eso, así que nos fuimo de ahí, y buscamos nuestra salida de entre tantos callejones para lograr regresar a algún punto conocido. Ya había pasado de media noche, y fuimos a la Universidad de Guanajuato, primero, a comer unas rebanadas de pizza, en ésta ocasión cortesía de Gus, y luego subimos a la puerta de la Universidad, donde no soplaba tanto frío, para reposar frente a ella. Nos habían dicho que el camión salía a las 3 AM de Guanajuato con rumbo al hotel, y eso nos lo habían confirmado al encontrarnos a los organizadores del viaje en el concierto. Nos echamos en la puerta de la Universidad, y contemplamos la ciudad de noche. Se escuchaba música, cantos, había gente demasiado borracha, y unos tipos comenzaron a pararse del lado peligroso del barandal de las escaleras de la Universidad, apoyándose sólo en la cornisa, con una caída de más de 20 metros a sus pies. Nos tocó ver cómo un policía llegaba a regañarlos ya que, estando ebrios y haciendo esas cosas, podrían arriesgar sus vidas. Nosotros, por nuestra cuenta, yacíamos inocentemente frente a la puerta, tirados dormitando y despertando, matando el tiempo.
También otras personas nos tomaron fotos a los 3, pensando que estábamos tirados de ebrios, pero realmente estaban más ebrios los que nos fotografiaron.
A las 2:30 AM, decidimos salir con rumbo hacia la estación de trenes para abordar el camión, y descubrimos con una terrible frustración que nuestro camión ya había salido, como a las 2:30 AM precisamente. Nos congelábamos con nuestras camisitas sencillas de clima cálido, y tuvimos que esperar hasta las 4 AM para que pudiera pasar un taxi que nos cobró 300 pesos para llegar al hotel en Silao. Llegamos muertos de cansancio, pero habíamos confirmado la razón por la cual éramos el Equipo Anti·Itinerarios y esa era que, cuando era la rara ocasión en la cual tratabamos de seguir un itinerario, éste cambiaba y nosotros no lo sabíamos. Sin embargo, un reconocimiento especial va para la SALCC, que nos hizo el favor de reembolsarnos el gasto del Taxi por su cambio repentino que derivó en nuestra sobre·estancia en la ciudad que se congelaba de noche. Y pudimos contemplar la doble vida de Guanajuato, de día una ciudad llena de señoras viejitas que oyen Misa diario, siguen los preceptos de 'mujeres modelo' de las Leyendas Guanajuatenses, se someten al recato, se espantan al escuchar la palabra "pene" y tienen más de 7 hijos. Y que de madrugada, se convierte en una ciudad donde la gente va a los arbustos alejados o a los rincones de los callejones para tener sexo duro y sucio, las personas caminan, cantando, tambaleándose de briaguez: la ciudad del pecado. Y eso significaba conocer algo más que no se conocía antes.
El Equipo Anti·Itinerarios lo había logrado una vez más.