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24 de octubre de 2011

Equipo Anti-Itinerarios (-1): Los Amigos De La Fila Y Un Paseo En Macrobús

Salimos de Tequila como a las seis de la tarde, y yo tuve que abrir una ventana del totolero camión para que me entrara aire fresco a la cara de lleno, y, levemente, el aire Jalisciense, caliente que nos había achicharrado la cara en Tequila, se fue refrescando hasta el punto en que era una brisa otoñal, y con un aroma distinto al que nos había tocado en la carretera de regreso por Los Altos de Jalisco, cuando fuimos el año anterior al UNITESO, (ya que en aquella ocasión toda la campiña apestaba a chivos). En cambio, por la región tequilera, el dulce aroma de los agavales llenó mi nariz, y comencé a acurrucarme y dejarme llevar por los brazos de Morfeo.
En pocos minutos (o al menos así parecieron para mí) llegamos a Guadalajara, y yo ya estaba completamente sobrio y sin "cruda". (Loada sea la Carne en su Jugo, la Sopa Azteca con mucho chile, los Totopos con Salsa Yahualica y las Brochetas de Camarón!). Bajamos de nuevo en la tercermundista estación de camiones antigua de Guadalajara, e iniciamos nuestro caminar de regreso hacia el centro. En el mismo, preferimos, en vez de inmediatamente regresar al hotel, pasar a dar una vuelta por los paseos nocturnos en la ciudad. No nos sentimos tan intimidados por la hora, como hubiera sido en otras ciudades como Puebla, o (Dios nos libre) el DF. Fuimos hasta el Hospicio Cabañas, pues podíamos ver que había "algo" instalado cerca de allí, pero no sabíamos qué era. Parecía un templete muy grande, con una tarima dispuesta para un concierto. Al parecer, habíamos llegado algo tarde, pues el concierto tenía toda pinta de haber terminado ya. Así que paseamos por un lado de las fuentes de la Plaza Tapatía hasta llegar al fondo, donde, personal de los Panamericanos estaba ya levantando todo. Uno de ellos cargaba una enorme bolsa de lona rellena de  plásticos que, al parecer, habían servido para el concierto, o lo que fuera que hubiera sucedido allí. De frente al Hospicio Cabañas, habían colocado uno de esos gigantes displays que habían montado por algunas áreas de la ciudad con las letras enormes "Guadalajara 2011". Como ya casi no había gente, no pudimos perder la oportunidad de un foto-momento con el logo y el Hospicio Cabañas de fondo.


 #ForeverPipope

Caminamos alrededor de la Plaza Tapatía, y nos acercamos al Teatro Degollado, pues yo tenía toda intención de conocerlo, ya que dos veces antes había estado en Guadalajara y no había podido entrar a ver su interior, del cual me presumen, es un Opéra Garnier versión Tapatía. Al llegar a la puerta principal, un guardia nos dijo, "Ya cerramos, y no se puede entrar." - "Bueno, mañana podemos entrar a conocer?" pregunté yo. "No, mañana está cerrado porque hay evento de los Panamericanos." - "Bueno, y el Lunes?" volví a inquirir. "El Lunes está cerrado porque es el día que descansan los museos. El Martes ya reabrimos." - "Pero el Lunes en la noche me regreso a Puebla!!". Y el guardia solo se encogió de hombros. Refunfuñando, nos fuimos a la Plaza Tapatía a observar a los paseantes nocturnos, todos tan tranquilos y tan relajados en una cálida (!) noche de Octubre.


Estuvimos frente al teatro un rato, contemplando el ir y venir de personas por la calle, niños aún jugando con aves de plástico y madera a las que se les da cuerda y vuelan, cual aves verdaderas con un sistema a base de palos, plumas (del tipo BIC) y ligas reiterando el eterno ingenio y la creatividad del Mexicano para crear animatrónicos a partir de lo que haya en un bote de basura en una oficina. Junkies pasaron y vinieron, y alegres cocineros callejeros le vendían hot dogs instantáneos a los paseantes, mientras la catedral, de fondo, resplandecía con su particular iluminación. Después de un rato en el cual Gus hizo una s cuantas llamadas telefónicas, caminamos hacia el frente, de la "Cruz De Plazas", no sin antes darle instrucciones falsas a un junky que pasó cerca de ahí buscando un baño, porque "Su compañero se había ido a cagar a una jardinera, pero no lo dejaron." (#PenitaAjena). Lo redirigí hacia la parte norte de la Plaza, esperando que allá hubiera un baño que pudiera encontrar para descargar sus tensiones interiores de manera condescendiente a la civilización en la que se encontraba, y caminamos hacia el "brazo derecho" de la "Cruz de Plazas", llamada así porque de las cuadras alrededor de la Catedral de Guadalajara, se demolieron las viejas construcciones que había allí, y construyendo plazas en esos lugares (Una de las razones por las cuales Guadalajara no es Patrimonio Cultural de la Humanidad según la UNESCO, a diferencia de Puebla, Campeche, Querétaro, Oaxaca, San Miguel de Allende, Morelia, el DF (?), Zacatecas y Tlacotalpan (?!)).
Llegamos a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, la cual anteriormente yo conocía como "Rotonda de los Hombres Ilustres", al parecer el orgullo Jalisciense se vuelve a hacer notar. Y es la ocasión que aprovecho para mencionar más curiosidades al respecto, pues, por ejemplo, en Los Arcos de la Avenida Vallarta, no ondea la bandera de México, sino la de Jalisco/Nueva Galicia (Y de pronto me sentí en una región autónoma o separatista de España). Legalmente, en la constitución de México no están contempladas banderas para los estados, municipios o ciudades, y es que en el pasado, movimientos separatistas como el Texano y el Yucateco usaron sus propias banderas. Esto posiblemente motivó a que se no se utilizaran banderas de estados ni nada así, pero, en diciembre de 2004, Tamaulipas reconoció oficialmente una bandera para su estado, bastante simplona, pues es simplemente el escudo del estado en fondo blanco. En 2008, Jalisco adoptó la segunda, con colores que no tienen absolutamente nada que ver con los de la bandera Mexicana. Y tan oficial fue esto, que en la inauguración de los Panamericanos, ondearon 4 banderas en el Omnilife: La de México, la de la ODEPA, la del Comité Olímpico Internacional... y la de Jalisco.

Y bueno, no se puede negar que está bastante bonita...

Dato del breviario cultural extra: los colores vienen del antiguo Reino de Galicia, donde el significado retomado de los colores es, el azul que significa servir a los gobernantes (!) y fomentar la agricultura (?) mientras que el amarillo significa hacer bien a los pobres (¡Hagámoslo amarillo! Vota PRD... NOT). Y con Tamaulipas, Tlaxcala y Jalisco, sólo suman tres estados que hasta ahora legalmente reconocen una bandera aparte de la Mexicana, como oficial. (La de Tlaxcala parece de Mónaco o Polonia). Por favor, si se les ocurre hacer una en Puebla, no vayan a salir con alguna gachupinada espantosa con coronitas y espaditas o un escudo como el del equipo de futbol, ni tampoco una cosa horrible como el escudo que actualmente tenemos y que parece dibujo de primaria.

Retomando el punto, en la Rotonda nos encontramos súbitamente con un grupito de personas que estaban tomándose fotos con el monumento de fondo, y cuando vieron a Gus tomando fotografías con su cámara profesional, le vieron un look de personaje de la prensa, y de inmediato le pidieron asistencia para poder tomar unas fotografías que no se movieran mucho para que pudiera salir el monumento y ellos. Resulta ser que eran una familia Jalisciense que estaba hospedando a una voluntaria de Colombia. Y ella quería foto. Entonces, por qué no, nos pusimos a tomarnos fotografías con la Colombiana, que no estaba mal parecida, y todo terminó en simples fotografías con la rotonda de espaldas.


Después de eso, nos quedamos dubitativos y pensativos, en que había venido esta chica desde Colombia, desde tan lejos para sólo ser voluntaria... y como que nos quedó el gusanito de si para Toronto 2015 o Brasil 2016 (...?). Eso fue un punto culminante para que nuestras conversaciones comenzaran ahora a girar en torno al futuro a mediano plazo (2~4 años). Y nuestras mentes viajaron al territorio de lo incierto, y es que tristemente, nadie sabe qué tan cierto pueda ser nuestro futuro en este país, o en este mundo, con un sistema totalmente a la deriva. Eran las 12:40 de la mañana, las calles estaban llenas de gente, y además descubrimos que recién habían terminado de montar una exposición itinerante de calaveras (aproximábase la fecha de día de muertos, claro) de todo tipo, pero representando diferentes disciplinas de los Panamericanos e incluso de los Parapanamericanos. En ese afán tan Mexicano de hacer burla de todo, hasta de la muerte, se ponía esa exhibición, con la cual, fascinados, un grupo de Canadienses se aproximó a fotografiarse con las esculturas. Vimos a barrenderos municipales ("naranjitas") con unas escobas bastante peculiares, mucho más grandes que las rudimentarias escobas hechas con ramas chuecas con las que las naranjitas barren las calles en Puebla, ya que éstas escobas eran aproximadamente de un metro y medio de longitud en las ramas que eran todas uniformes, como un estropajo gigante, y sólo tenían un mango de unos 30 cm. con el cual, procedían a arrastrar toda la basura que encontraran en el piso incluso a esas altas horas de la noche.
Después de varias fotografías más al Centro Histórico, aprovechando la hora y la iluminación de la catedral, y, cansados por el viaje desde Tequila, decidimos regresar al cuarto 469 del Hotel Aranzazú. Fue de sorprendernos, sin embargo, la abundancia o densidad poblacional de gays fácilmente identificables. Su forma de vestir era lo más estrafalaria posible, y sus maneras y modos eran exagerados. No es homofobia lo plasmado aquí, simplemente es hacer notar que en el centro de Guadalajara, durante la noche, los gays son sumamente fáciles de identificar, o tal vez es sólo que en Puebla son más "recatados". En el camino entendimos por qué se le conoce como "Gaydalajara", pues nos topamos con dos señores vestidos a la usanza de los 40s, que saludaron a un tal "José", un "señorito" con tight-jeans y camisa de cuello de tortuga negro, caminando con los brazos firmemente sujetos a su torso y las manos ligera y delicadamente levantadas, y respondiendo a los dos señores (que tendrían alrededor de unos 60 años de edad) con un tintineante revoloteo de sus dedos en señal de saludo y un agudo "Hola Tony, Papi, ¡Que tengan una bonita noche!". Luego vimos a una persona que no supimos si era hombre o mujer (pues a pesar de tener cara varonil tenía glándulas mamarias desarrolladas cual Sabrina), y un grupo de unos quince chavitos con vestimenta claramente gay, algunos de ellos besándose o fajando apoyándose en el vidrio del Sanborn's, que, a esas horas, ya estaba cerrado. Después de atravesar la Av. Juárez, sin embargo, no vimos nada similar--es más, no había nadie en las calles. Apenas y pasaban los automóviles por ese, uno de los ejes centrales de Guadalajara, y regresamos al hotel, cansados totalmente.

Al día siguiente, en la mañana, Gus había acordado que iba a cumplir con una misión personal que se propuso al ir a Guadalajara, una investigación histórica y arqueológica, en pocas palabras, y que lo haría recorrer toda la ciudad en su sector occidente, con la desventaja de que ese día estaría cerrada la Avenida Vallarta, ya que habría competencias de ciclismo a lo largo de la misma (Y, obviamente, no lo habíamos tomado en cuenta). Así que me solicitó que hiciera el check·out si es que él no llegaba a tiempo, ya que ésa era la última noche que nos incluía la promoción, en el hotel. El Check·Out se hacía a las 12, así que Gus salió como a las 8:30 del hotel, mientras yo quise aprovechar para dormir más, plácidamente, dejando salir todo el cansancio del día anterior, la terrible intoxicación etílica, la titánica comida (gratuita) del restaurante "Cholula" de Tequila, bañarme con calma, y desayunar ricos plásticos de 7-11 (y huir por una Torta Ahogada a un puesto del centro). Regresé al hotel, a las 10 AM, y en ese momento me volvió a brotar el cansancio, y me apresté involuntariamente a tomar la "Siesta del Perro" (O sea, la que es después de desayunar). Así estuve escuchando a lo lejos helicópteros y sirenas de la policía que parecían ir en procesión, y cerré la ventana del cuarto para que no entrara ruido alguno en lo que esperaba la llegada de Gus, tumbado boca abajo, cuando me caí dormido. Una señora del servicio entró a hacer las camas, pero al ver media pierna mía de fuera de la cama, y yo en estado de ensueño, huyó cual paloma asustada en un zócalo. A las 11:45 me despabilé de mi ciclo de sueño por la siesta y bajé mi maleta y la de Gus al lobby, justo al recibir un mensaje de él, que no podría llegar a la hora del check-out, pues estaba cerrada toda la avenida Vallarta, por el evento de ciclismo, así que me pidió que yo lo hiciera por ambos, y, así procedí, no sin antes checar doblemente que no estábamos dejando nada olvidado en el cuarto. En el lobby estaban vendiendo artesanías Wixárikas, o sea, Huicholes, y, después de hacer el check·out, aproveché para comprarle una pulsera a mi hermana y unos aretes a mi prima, hechas de puras cuentas o "chaquiras" de colores, que siempre eran los vívidos contrastes de colorido tan característicos de la artesanía Huichol. Dejé las maletas en un guardador, y me entregaron un papelito para reclamarlas más tarde. Pasaron unos cuantos minutos, y eventualmente, Gus regresó. Tuvo que dar una muy larga vuelta por la ciudad para cumplir su cometido, pero eventualmente lo logró, y satisfizo la búsqueda esencial e inicial de su investigación histórico-arqueológica, que, como toda buena investigación, le abrió más dudas que deberían ser satisfechas con más investigaciones. Caminamos, con nuestras maletas al hombro, hacia la estación del Macrobús, en donde tomaríamos el camión todo el camino hasta llegar a la última estación de la línea, la "Mirador". En el macrobús nos tocó ir viendo cómo iba cambiando el paisaje de Guadalajara, desde el centro, donde todo estaba muy bien cuidado y arbolado, y pasando a zonas más "típicamente modernas y clasemedieras" de la ciudad, para luego ir viendo zonas definitivamente de menor nivel de ingresos, lo cual, curiosamente, iba acompañado de la falta de arbolado en la vía pública a comparación de más atrás. La ciclopista, sin embargo, fue una constante a lo largo del viaje, ya que en el camellón de en medio de la Calzada Independencia, se podía ver la ondulante y estética pista, bordeada de arbolitos en proceso de crecimiento. Pasamos a un lado del Estadio Jalisco, en la estación llamada "Monumental", y cuyo ícono, justamente, era un estadio. Con la peculiar estética de los estadios de los 70s y 80s, como el Estadio Cuauhtémoc de Puebla, aquella mole de concreto armado se alzaba gigante, dejando entrever las rampas para subir de niveles dentro del estadio. Y eventualmente, después de subir y bajar por zonas desniveladas, en cuya parte alta se podía ver gran parte de la Calzada hacia el sur, llegamos al (anteriormente) pueblito de Huentitán (que, claro, hoy ya se lo tragó la ciudad y lo convirtió en una mera colonia), y, tras pasar a un lado del Zoológico de Guadalajara, el Macrobús llegó a una parada, donde básicamente los únicos en el autobús éramos Gus y yo. La parada era justo enfrente de la entrada al Parque De La Barranca De Oblatos. Entramos al parque, y nos cobraron $7 por la entrada de ambos. Mientras caminábamos, parecía que estábamos en el campamento de la Malinche de nuevo, pues el lugar era muy similar: un caminito de concreto, bordeado de setos bajos, podados con forma de cuadrado, y lleno de árboles como oyameles, pinos, encinos y framboyanes que daban excelente sombra. A los lados del camino había  unas canchas de basquet y de futbol, donde equipos de amigos jugaban uno contra otro: Los 'sin camisa' contra los 'con camisa'. Puestecitos de botanas estaban también instalados, vendiendo papas y rallados de verduras, cortes de pepinos y cubitos de sandía y de mango, o yogurt de sabor. Mientras más caminamos, sin embargo, menos parecía que nos fuéramos a encontrar con el mágico paisaje que nos aguardaba, y el cual, repentinamente, de entre los árboles, surgió:


El paisaje se abría frente a nosotros como un abanico, la barranca tenía ese aspecto verde y frondoso que sólo pudo obtener gracias al Huracán Jova que pasó unos días antes, y que regó generosamente la normalmente seca tierra de Jalisco, pintando el paisaje de un vívido verde, valientemente resplandeciendo en un no muy ventoso mediodía. Más abajo, había una explanada, que, analizándola de cerca, parecía un auditorio al aire libre, un proscenio del mismo estilo que el Anfiteatro Griego de Delfos, con una barranca de fondo. Descendimos un sinfín de escaones hasta encontrarnos en el proscenio del anfiteatro, sólo para descubrir, que aún había más escalones hacia abajo!! Así que, invariablemente, tuvimos que seguir bajando, y entonces encontramos un mirador, construido hacia fuera de una roca que protuberaba en ese acantilado. En el mirador, había, (extrañamente) una piedra, que tal parecía, se había desprendido de más arriba y había ido a dar al mirador, así que aprovechamos para subirnos a la piedra y tener un foto momento algo espeluznante, pues la piedra se mecía de lado a lado, y teníamos cierto pavor de que nos fuéramos a caer o algo, a hoyo sin fin (sin fin es una forma de decir), del cual no se veía salida posible.


Después de unas cuantas fotografías, íbamos a avanzar en nuestro rumbo, cuando se nos aproximó un grupo de personas, que nos dieron la bienvenida y nos preguntaron (por la obvia razón de nuestras mochilas en la espalda) que de dónde veníamos. Comenzamos a platicar con ellos, y nos contaron que venían de Nayarit, pero estaban dando clases en la UNIVA de Guadalajara. Estábamos platicando con ellos, cuando sentí que algo me agarraba el tenis derecho, y pegué un brinco de susto: eran escaladores de piedras que estaban ascendiendo desde el fondo de la barranca hacia el mirador, y yo, estando recargado en el barandal del lado derecho de la foto de arriba, fui lo primero con lo que se encontraron, aunque he de confesar que por la espesa vegetación, sospeché que se trataba de una serpiente en el primer instante. Después de platicar con los Nayaritas un poco, nos retiramos y comenzamos a subir y subir y subir más escalones, todos los que habíamos bajado, hasta regresar al anfiteatro. Nos habían dicho que se podía bajar hasta el fondo de la barranca, donde pasa el río Lerma-Santiago, pero que por seguridad no era muy aconsejable hacerlo, menos aún con las maletas en la espalda. Además de que consumiría mucho tiempo valioso. Preferimos mejor contemplar el abismo, y el Gran Cañón de Jalisco (más o menos) irse retorciendo al abrir en canal los cerros de ese lugar. Era, en verdad, el límite real de la ciudad de Guadalajara--hacia donde ya no se puede expandir más, aunque quisiera. Incluso en Google Maps, esa zona destaca por verse cómo ha ido creciendo hasta encontrarse con el freno natural e inquebrantable que es la barranca.


De vuelta en el anfiteatro de Delfos versión Ixtlahuacán del Río (Pues así se llama el municipio de Jalisco en el que estábamos, a pesar de no haber salido de la Zona Metropolitana de Guadalajara), nos pusimos de nuevo a tomarnos fotografías, buscando reflejar en ellas la serenidad del lugar y la tranquilidad. Lo que no queríamos reflejar era el evidente estado de descuido en el que estaba ese lugar, con grafitti, yerbas creciendo bastamente en las grietas del concreto del anfiteatro, y un fuerte aroma a orina humana en la parte de atrás del anfiteatro. Después de eso, subimo, sumamente acalorados, al nivel del parque, donde encontramos un agradable restaurante en el cual servían agua de limón con chía, y la cual fue sumamente bienvenidas por nuestras deshidratadas y cansadas gargantas. El restaurante tenía toda la estética de los 60s-70s en México, techado pero al aire libre, los pilares que sostenían el techo estaban recubiertos de piedra basáltica negra, y el estilo del mostrador, el barandal que rodeaba el área de mesas, y todo en su conjunto, hacia parecer que estábamos en un restaurante de la zona "antigua" de Acapulco (60's más o menos) sólo que sin tanta criminalidad, y por supuesto, sin mar.

Nuestra estancia en ese hermoso lugar fue breve, y, aunque pudimos disfrutar de la vista de la cañada, el paso de varias águilas y zopilotes, y una sensación de tranquilidad y paz interior, nos tuvimos que retirar del lugar y tomar el próximo Macrobús que pasara por la estación de la Barranca. Y, felizmente, allí había uno, justo llegando en el momento en el que estábamos saliendo del Parque, así que de inmediato lo abordamos de regreso, con rumbo a San Juan de Dios. Como ya sabíamos que teníamos que ir esa tarde-noche a la casa de Zebul, y más o menos teníamos una idea de cómo llegar, (por lo menos al ITESO), habíamos quedado de intentar entrar a la exhibición de Gimnasia Rítmica en la Unidad Deportiva 18 de Marzo. Gus había conseguido unos muy efectivos mapas en los cuales se veían resaltadas las líneas de tren ligero y macrobús, asío como las sedes deportivas, yas cuantas marcas en donde había monumentos importantes. Bajamos del Macrobús, con el estómago gritándonos con fuerza, rugiendo y exigiéndonos que lo llenáramos con algo, así que, mientras nos fuimos a sentar en el callejón al lado de la iglesia de San Juan de Dios, yo hice una llamada telefónica para contactar a unos amigos de Guadalajara, a quienes había visto con anterioridad, en Agosto, en Puebla, para ver si nos íbamos a poder reunir. Como no tenía el teléfono de uno de ellos, estuve buscando por cielo, mar y tierra, pero no me lo quiso pasar otro contacto que conseguí, ya que la persona a la que buscaba estaba trabajando en voluntariado dentro de los Panamericanos, y, al no conocerme su jefe, con quien estaba hablando, se negó a pasarme su teléfono, pero le dijo que le daría mi recado, y si mi amigo quería, me contactaría más tarde al teléfono del que estaba saliendo la llamada. Así fue que nos sentamos al lado de San Juan de Dios, y comimos unas agradables Tortas Ahogadas, una vez más, mientras el calor soplaba a nuestro alrededor, envolviendo toda Guadalajara con el brillo resplandeciente del sol.
Después de comer, salimos de vuelta al Tren Ligero, compré otra tarjeta nueva (para llevarme de recuerdo en la que estaba el logotipo de los Panamericanos), y tomamos la línea 2 hasta llegar a Juárez, de donde hicimos transferencia a la línea 1, pasando de frente al hermoso mural Huichol que está exhibido en la transferencia del tren ligero. Atravesamos por un "puente" al otro andén de la estación, y comenzamos nuestro recorrido hacia el sur de Guadalajara. Pasamos por la estación subterránea de Mexicaltzingo, y luego por la de Washington, que, vista desde dentro del tren, es exactamente lo mismo que pretendía hacer Luis Paredes en Puebla, con el Distribuidor Vial Juárez-Serdán. A un lado veíamos pasar los automóviles en el túnel subterráneo, mientras el tren salía y entraba de las paredes dentro del túnel, hasta ascender en cierto punto a nivel de la calle. O sea, lo mismo pero bien hecho. Después, subimos al nivel de calle, donde el tren ligero simulaba al metro de México, en la parte de la Calzada Zaragoza, sólo que en ciertos puntos, sí frenaba en las intersecciones de la calle, pues algunas avenidas atravesaban las vías de lado a lado. Pasamos por la llamativa estación de Santa Filomena, a nivel de calle--llamativa no por la estación en sí, ya que era exactamente igual que todas las que seguían, sino por la ecléctica iglesia de Santa Filomena que estaba junto, y que resaltaba por sus brillantes colores y perfectamente redondo domo. Y en la siguiente estación nos bajamos, la cual era "Unidad Deportiva". Con ese nombre, no es difícil adivinar lo que había allí. El guardia en la estación nos dijo que teníamos que ir a determinado lado de la calle, y seguir hasta la intersección con otra avenida, girar a la izquierda, y allí estaría la entrada al Complejo Nissan de Gimnasia.
El sol estaba calcinante, el aire reseco. Y recordando aquella tierra quemante, resuena mi grito: "¡Qué calor!" Caminamos bajo la sombra de frescos árboles plantados en el perímetro del Complejo Nissan, ya que, al ser la avenida Colón-Federalismo por donde pasaba el tren ligero, no se podían plantar árboles grandes allí, así que los vecinos y edificios gubernamentales aledaños, cooperaban a reducir su huella de CO2 poniendo árboles en cualquier lugar que pudieran. La calle Martín Alonso, que era por donde se entraba al Complejo Nissan, no presumía sin embargo, árbol frondoso alguno, por lo menos del lado del Complejo Nissan. Y allí fue que descubrimos una enorme cola de gente que estaba haciendo fila para poder comprar sus boletos.

 In nomine Coeli, asylum solicitamus...

Nos formamos pues teníamos intención de entrar a lo de Gimnasia, pero alguien por allí nos alcanzó a dar el chisme de que ya no había más boletos para entrar a lo de Gimnasia. En una miscelánea en esa calle, había una televisión en la que estaban pasando el evento de Gimnasia, y se notaba un gran vacío de asientos. La razón era que, de cada 100 boletos que se tenían para un evento, el 70% se los daban a los patrocinadores, ya fuera que vinieran o no, y el 30% salían a la venta para el público. Aunque una gran cantidad de boletos de los patrocinadores no fueran a ser utilizados. Pero de cualquier manera, argumentaron, todo era para combatir la reventa.
La lógica no nos cuadró, así que tuvo perfecto sentido en ese caso, que cuando alguien gritó "¡Están dejando entrar a la gente!", después de haber estado Gus y yo turnándonos en la fila, bajo el refulgente sol, todo mundo saliera corriendo hacia determinado lugar, pareciendo extras en medio de una película de persecución. Y se comenzó a formar una fila alterna, en la que me fui a formar, mientras Gus se quedó formado en la fila que llegaba a la taquilla. Entraron algunas personas al complejo Nissan, y luego se impidió el paso. Pasó una chica regalando trapos verdes de la CONADE, que realmente eran paliacates, pero también podrían ser servilletas de restaurante, de no ser por el poco ascético color verde oscuro. Cada paliacate tenía las letras "ME XI CO" en verde el "ME", en blanco el "XI" y en rojo el "CO". Delante de mí se formó una chica de Honduras, y detrás, uno de Guadalajara. Cabe mencionar que en ese instante, yo llevaba puesta mi camisa roja del Ciencias, recién intercambiada. Platicamos alegremente la chica de Honduras y yo, y ella me contó sobre su historia, sobre cómo estaba estudiando en la Universidad LaMar de Guadalajara, Negocios Internacionales, y sobre cómo estaba la situación en San Pedro Sula, que era de donde ella venía. Recordé que mi papá me había contado que ya había estado allí él alguna vez; pero esta chica me dijo que ahora San Pedro Sula era tan violento como Ciudad Juárez, y que por esa razón se estaban yendo de allí. El que estaba detrás, en la fila, al escuchar que yo le platicaba a la chica que yo era de Puebla, me dijo "No eres de aquí? Y esa playera del Ciencias?" y entonces él también entró a la plática. Él iba en el colegio "rival" del Ciencias en Guadalajara, pero que, a diferencia que el de Puebla, no eran los LaSallistas, sino los Maristas. Estuvimos felizmente platicando todos, mientras que intercambiamos nuestros paliacates para que nos los empezáramos a firmar entre los que estábamos en la fila, y luego escucháramos que nos dijeran que ya no había en definitiva ningún lugar ni boleto para Gimnasia Rítmica, y que ya sólo dejarían entrar a 30 personas más, entre las cuales, por supuesto, no estábamos nosotros. Unos 14 lugares adelante de nosotros fue que se cortó el acceso, así que no quedó alternativa mas que ir con Gus, después del fiasco de habernos estado cociendo, eso sí, bajo "El Mismo Sol", a la taquilla. En la taquilla, se hizo la compra de unos boletos para el evento de tennis. Yo no sabía si comprarlas o no, y decidí mejor esperar, así que nos fuimos hacia el Tren Ligero en compañía de Shadia, la Hondureña, y platicamos en el camino sobre la idiosincrasia Mexicana, el sistema de leyes en México y en Honduras (Gus disfrutando de esos aportes todavía más), el comportamiento de la gente en distintos lugares de México y de Centroamérica, y por supuesto, el tan desgastado ya tema de la inseguridad. En el tren, cada quien tomó una dirección independiente, Shadia hacia Periférico Norte, y Gus y yo hacia Periférico Sur. En el camino del tren, escribíale a Zebul por mensajes de celular sobre cómo llegaríamos a su casa. Y cuando estábamos cerca de Avenida Patria, nos dijo que el Tren Ligero de Periférico Sur no estaba nada cerca de su casa, así que nos bajamos en la estación de Isla Raza, y comenzamos a caminar hacia el noroeste, esperando encontrar eventualmente la Av. López Mateos. Antes de atravesar la calle, volvió a llamar Zebul para decirnos que mejor pasaban por nosotros al Periférico Sur, ya que estábamos bastante alejados de todos modos. Y volvimos a abordar el tren, no sin antes descubrir que la entrada a la estación en esa estación en específico no era apta para obesos, ya que tenía tan sólo 45 centímetros de ancho el espacio para poder entrar en el torniquete, teniendo de un lado la pared del tren. Llegamos a Periférico Sur, y atravesamos un puente peatonal para llegar al otro lado de la calle, justo en el momento en que Zebul llegaba en su coche, apeándose a un lado, y recogiéndonos. Agradecidos profundamente, fuimos platicando acerca de la Inauguración de los Panamericanos, a la cual Zebul y su compañero de residencia ITESOica también asistieron, aunque a ellos les tocó "hasta arriba", y en el sector de color morado. Platicamos acerca del surreal aplauso y vítores que en el estadio sonaron para Calderón, por lo menos en mayor medida que lo que sonaron para el gobernador Emilio González. Luego pasamos a un lado del ITESO, el cual nos presumieron desde fuera Zebul y Mario. Luego nos llevaron hasta la casa, en la Colonia Las Fuentes. Un lugar hermoso, con calles empedradas, anchas banquetas, y frondosísimos árboles que refrescaban el aire. Cuando por fin entramos, nos dijeron, "Bienvenidos al palacio." Y en verdad que sí lo era. Una casa bastante grande, con espacio suficiente para albergar a una familia de tamaño grande, abundante en motivos Asiáticos, con campanas tubulares colgando en la entrada bajo el símbolo Confucianista del Yin y el Yang, en un octágono representativo de la buena suerte y la buena fortuna para los Chinos. El interior tenía varios cuadros de acuarela Japonesa, con deliciosos trazos caligráficos en pictogramas Sínicos (o sea, con origen en China, pues). Tras habernos asentado correctamente, decidimos que era prudente ir a comprar lo que cenaríamos, y, pues, sería justo que nosotros, los invitados, invitáramos lo que se cenaría. Aunque en mi mente y había disposición de ir a comprar comida Libanesa, mis bolsillos no estaban tan dispuestos, así que fuimos a comprar materia prima para preparar un amplísimo surtido de quesadillas. Fuimos caminando al Comercial Mexicana de Plaza Las Fuentes, y allí, al momento de ir a elegir una guarnición para las quesadillas, me encontré de nuevo, como si tuviera que elegir un queso o un vino en un supermercado Francés. La cantidad y variedad de salsas picantes y no tan picantes era formidable. Para aderezar, encontré una salsa de chile morita que "me dio buena espina", y eso fue lo que elegí. Más adelante, nos pusimos las pilas todos y, principalmente Gus y Zebul, se pusieron a preparar las quesadillas, con la misma alegría que una señora junto a un comal.

Cual alegre payanderango con el corazón feliz.

Las quesadillas con jamón quedaron deliciosas, y rematamos la cena con la adictiva, tal llamada "Comida De Estudiantes", o sea, los "Bofitos" con polvo de chocolate. La sobremesa fue amena, deliciosa en riqueza conversacional, después de la cual, nos subimos a descansar, la que sería la última noche que estaríamos en Guadalajara antes de departir de regreso a Puebla.

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