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24 de octubre de 2011

Equipo Anti-Itinerarios (-1): Tequila, La Trampa Mortal De Jalisco.

Terminada la ceremonia, y cortada de inmediato la transmisión en televisión, se nos pidió amablemente que no nos pusiéramos de pie, y que dejáramos que los atletas abandonaran el estadio antes, por cuestiones de seguridad. Para que nos quedáramos sentados, tendríamos "Fresca Música" en remix por parte de "DJ <Inserte nombre fumado aquí>", y puso realmente como una que otra canción medio conocida, para que "pasáramos el rato" en lo que las delegaciones se iban. Algunos delegados de México comenzaron a arrojar sus sombreros hacia el escenario, y yo me fui hasta la barda de enfrente, tratando de atrapar alguno. Pero no todos los delegados arrojaban sus sombreros, pues no todos querían hacerlo. Como ya se estaban yendo todos, me quité de hasta enfrente, y en el lugar donde me había parado antes, se puso una señora como de 40 años. El coraje que sentí, diciéndome a mí mismo mil veces "Estúpido, Estúpido," fue porque uno de los atletas aventó su sombrero en esa dirección, y lo pudo atrapar la señora que se paró justo donde yo había estado unos minutos atrás.
Eventualmente, recogimos nuestras cosas, yo recogí mi morral plástico con su lamparita dentro, y toda la cosa, y además encontré unos paliacates verdes de la CONADE, que al parecer le habían dado a muchas personas al entrar al estadio, y algunos habían olvidado (Y que no nos habían entregado al entrar al estadio). Recogimos aplaudidores tirados inflados, que la gente cerdamente había dejado tirados cual basura, así que ya tendríamos más souvenirs. Cuando salimos del estadio, después de haber pasado al baño, abrí mi morral y descubrí... ¡Oh Sorpresa! Que había tomado un morral que no era el mío. Por el sólo hecho de que en el interior traía un pequeño cuadrado de cartón con una monedita dorada incrustada en el centro, cosa que no tenía mi otro morral... y un boleto de la inauguración que no era el mío. Había, pues, 2 boletos en el morral, ya que uno era el que yo había metido, mi lamparita, que es la que yo tenía en la mano y la metí al morral al salir, y un sinnúmero de aplaudidores inflados. Pero la monedita fue algo con lo que no contaba. El cartón en el que venía tenía una inscripción:
Casa de Moneda de México ºM
MEDALA CONMEMORATIVA DE LOS XVI JUEGOS PANAMERICANOS
476 Años Acuñando Recuerdos Entrañables 

Casa de Moneda de México, ha acuñado esta pieza conmemorativa con ambas caras de la Medalla de Premiación que será entregada a los Ganadores en los XVI Juegos Panamericanos, Guadalajara 2011.
La pieza ha sido elaborada especialmente para la Inauguración y Clausura de los Juegos. La medala se acuñó con una prensa James Watt de 1882, que solía funcionar con vapor y fue modificada para trabajar con electricidad; ésta máquina ha sido bautizada como "La Negrita". 

FICHA TÉCNICA: 
Metal: 70Cu30Zn - Canto: Liso
Diámetro: 20mm - Acabado: Bullion.

Fue un golpe de suerte, porque ese morral estaba en mi lugar, y era el único que estaba en mi lugar. Tal parecía ser que alguien había tomado el mío, mientras no estaba yo, y había dejado el suyo ahí, en lo que fui a tratar de atrapar los sombreros al frente. Entonces por lo menos, si no me llevé el sombrero, aunque sea tengo una moneda más para la colección.
Gus y yo salimos del estadio, y nos encontramos en una fila peor que peregrinaje a San Juan de los Lagos o a la Basílica de Guadalupe en 12 de Diciembre. Los ríos de gente eran impresionantes, estábamos muy lejos de la ciudad como para irnos de allí caminando, y todo mundo necesitaba de un medio de transporte para salir, o sea que el periférico volvería a ser un asqueroso caos. Si llegábamos al hotel antes de la media noche, sería un logro. 
Como ovejas guiadas sin saber hacia donde íbamos, caminábamos todos, aunque Gus y yo fuimos yéndonos escurriendo hacia el frente de la fila, y luego,  nos dividieron en gente que iba a transporte público  o en la modalidad "Park-and-Ride", y gente que iba al estacionamiento. Gus y yo, en vez de caminar por la banqueta como todos, nos metimos un poco al campito que estaba lleno de altas yerbas secas y así fue que caminamos más rápido que el resto de la gente. Llegamos a encontrar varios camiones, a reventar todos, pero pocos iban hacia el centro. Mucha gente iba de regreso a la zona de Colomos, o la zona de Tlaquepaque, pero no había un camión que pasara por alguna estación de tren ligero, hasta que, casi llegando al estacionamiento, nos encontramos un camión que llegaba, y que no se veía tan aperrado, que decía que iba hasta el tren ligero de Juárez. Una vez más, abordamos el camión pero en esta ocasión tuvimos que ir de pie. La ventaja fue que el camión se llenó rápido y pudimos salir pronto de ése, el lugar menos apropiado para un agorafóbico en este mundo. Y de salida, pude tomar ésta fotografía del pebetero ardiendo, visible desde lo lejos, y supuestamente, visible desde casi todo Zapopan (Otro de esos mitos urbanos que hay siempre en torno a las olimpiadas).

Y la flama siguió allí, ondeando en el viento.

Tardamos poco menos de una hora, sorprendentemente, en llegar hasta el tren ligero de Juárez. Y allí caímos en cuenta que ésto era lo más cercano que habíamos estado a presenciar en vivo una Ceremonia de Inauguración de Juegos Olímpicos, pero no difería mucho, ya que los Juegos Panamericanos eran los segundos en importancia después de los Olímpicos de Verano. La espectacularidad de la inauguración no era para menos, y es que después de las muy equis ceremonias de apertura de los mundiales de Sudáfrica en 2010, y de Alemania en 2006, esto realmente sólo competía con la inauguración de los Olímpicos de Beijing. Los de Atenas, posiblemente, también, pero como ya tienen 7 años de acontecidos, no están "en la época reciente". Llegamos al tren ligero, que por suerte seguía abierto a las 11:20 PM, y nos seguimos hasta San Juan de Dios, por la línea 2, con la intención de abordar el Macrobús al hotel. Pero cuando salimos del subterráneo, nos encontramos en la entrada del Macrobús, una cortina de metal bajada, y un guardia con mirada agresiva, que portaba un rifle. Era un policía federal, y con tono fuerte y cortante, e incluso hasta agresivo, nos dijo, "Está cerrado y ya nadie pasa aquí!" 
Dimos media vuelta, y, sabiendo donde estábamos y hacia dónde debíamos de ir, caminamos por la ciclopista que estaba construida en el camellón intermedio de la Calzada Independencia, que tenía un aspecto amable y limpio. En cierto punto dubitábamos si sería lo más seguro irnos por el mismo a esas horas de la noche, pero, realmente, estábamos en medio de la calle, sería muy difícil que alguien se atravesara la calzada rápidamente para asaltarnos sin que lo viéramos, y estaba lleno todo de policías, en cada esquina. Si alguien pasara por delante o por detrás nuestro, lo sabríamos de inmediato. Comenzamos a caminar hacia el sur por la agradable ciclovía con empedrado de obsidianas grandes alisadas entre árboles y arbustos con flores. En la primera esquina, encontramos un mariachi en la calle, esperando, al parecer, a alguien. Pero caminamos más hacia el sur por la Calzada, y fuimos viendo una gran cantidad de Mariachis. Algunos de ellos diciendo, "Se le ofrece un Mariachi, joven?". 

En Guadalajara, no hay prostitutas en las calles ofreciendo sus servicios al primer pasante: Hay Mariachis.

Con esta divertida comparación, vimos, al pasar, muchos más Mariachis, algunos en grupo, otros solistas, que literalmente estaban igual que las prostitutas se paran en Puebla, cuando se hace de noche, en las zonas oscuras de los parques aledaños a grandes calles, como el Paseo Bravo o el Parque Juárez en el Blvd. 5 de Mayo. Alguno de los Mariachis corrió con suerte, pues un coche abrió una puerta y lo subió a su interior, llevándoselo a donde fueran requeridos sus servicios.
Pasamos a un lado de un monumento a la Independencia, y supimos que ya habíamos llegado al hotel, pues la siguiente estación del Macrobús apareció ante nosotros, después de pasar el monumento, y tras haber caminado unas seis cuadras. Estábamos de nuevo en la Avenida Revolución, y regresamos al hotel, siendo las 11:50 PM. Habíamos hecho menos tiempo del que nos habíamos imaginado, en recorrer los casi 30 kilómetros desde el Omnilife hasta el hotel. Y, con la garganta destruída por completo de tantos gritos, con voz ronca, sólamente compramos unos hot dogs en un carrito callejero antes de entrar al hotel, para descansar y despertar temprano al día siguiente, para saber qué procedía con el tour que habíamos ganado a Mundo Cuervo, en Tequila. y

Amaneció y bajamos a las 9 AM al lobby, para preguntar qué sucedía con lo de la visita a Mundo Cuervo. En la recepción, como era de esperarse, nos dijeron que no sabían nada. Así que en vez de desayunar en el lobby, fuimos a un 7-11 que estaba en la mera esquina del hotel. La verdad es que, además de querer "desayunar" plásticos que fueran algo más que el desayuno express del hotel, quería conseguir los periódicos de Guadalajara sobre la inauguración. El Periódico "Mural", el "Récord", el "Milenio Jalisco", y el "La Afición". Desayuné un chocolate bebible Carlos V, unos croissants Vualà de vainilla, y un Hershey's Cookies & Crême para la energía del día. Llamé a ETN y me dijeron que el tour en Mundo Cuervo aplicaba todo el día 15 de Octubre, pero que no incluía transporte a Tequila, así que regresamos al hotel y preguntamos cómo podríamos llegar a Tequila. Teníamos la esperanza de que pudiéramos subirnos en el Tequila Express, el tren (de los pocos únicos trenes de pasajeros en México), que lleva a las haciendas agaveras. Sin embargo, el Tequila Express aún no llega hasta Tequila, sino hasta Amatitán, que es, de hecho, el lugar donde se originó el Tequila como tal (Pero no se oiría igual tomarse un shot de Tequila que un shot de Amatitán), y, además, tiene un costo prohibitivo, aunque, eso sí, es All-Inclusive, y si vale la pena. Para sumar todo, el Tequila Express solo salía a las 9 AM, una única corrida, sábados y domingos. Así que nos recomendaron que fuéramos a la Vieja Terminal de Autobuses, que estaba a unas cinco cuadras hacia el sur. Caminamos hasta el Macrobús Niños Héroes, después de habernos cambiado en el cuarto y dejado los periódicos, y encontramos eventualmente la Vieja Terminal... (Y vaya que SÍ es vieja.) Nos sentimos extrañamente como en un regreso en el tiempo a los años 70s, sólo que mucho más descuidado de lo que en esos tiempos era. El edificio, de varios pisos de altura, parecía estarse cayendo de enmohecimiento. El día estaba sumamente caluroso para ser Octubre, así que no llevamos chamarras ni nada por el estilo. Encontramos varias líneas que ofrecían viajes a Tequila, todas de dudosa procedencia. Lo que nos sorprendió fue la inmensa cantidad de pueblitos a los que la gente fluía desde y hacia Guadalajara. Talpa de Allende, Tala, Ameca, Tapalpa, Unión de Tula, Jalostotitlán, Ayotlán, Mascota, Ocotlán, Teocaltiche (Me recordó mucho la novela de "El Rediezcubrimiento de México", de Marco A. Almazán), Autlán de Navarro, Cocula, Tecolotlán, Ajijic, Tototlán, Acatic y Etzatlán, y por supuesto, Tequila y Amatitán, así como Chapala y Zapotlanejo. Y aunque estoy seguro que no todos son así de importantes, sí me sorprendió la abundancia de destinos desde la terminal. Preguntamos en varias líneas a qué hora salía el próximo camión a Tequila, y nos dijeron que en unos 15 minutos, y que tardaría unas 2 horas. Y que no había camión más rápido, así que compramos el boleto redondo de Guadalajara a Tequila y de regreso. Y nos sentamos en las rígidas bancas de fibra de vidrio pintada con acrílico, no sin antes tener que pagar 50 centavos por persona para acceder a los andenes (¿?) y ver un letrero que reflejaba en verdad la antigüedad de la estación. Un poster pintado sobre lámina tenía coloridas ilustraciones que decían: "PROHIBIDO:", y debajo, tachado en el círculo rojo con diagonal atravesada que denota prohibición, estaban ilustrados: Una pistola de esas que funcionaban dándole de vueltas a la cosa aquella donde se guardaban las balas, un cuchillo de cocinero o carnicero, una espátula (¿?), y un mazo. En verdad era antigua la estación. 
"Oiga, disculpe, este es el camión que va para Tequila?" preguntamos al que nos vendió los boletos. 
"Todavía no llega."
"Como cuanto le falta para llegar?" 
"Ya no tarda." 
Y así, media hora estuvimos sentados en las banquitas aquellas, sin tener nada que hacer para matar el tiempo, más que seleccionar las mejores fotos de la inauguración y comenzar a borrar las que sobraban, entrar a Facebook vía la Blackberry de Gus (de hecho sólo yo hacía eso), mordernos las uñas y picarnos los ojos. Una pareja también iba para Tequila y tenían toda la pinta de turistas. Esperamos largo rato  sentados en esa estación que, lejos de parecer estar en la misma ciudad donde el día anterior habíamos llegado a la saturación de tecnología y espectacularidad en un estadio ultramoderno, parecía ser alguna estación abandonada de alguna capital Centroamericana, o como si fuéramos a tomar un autobús desde Zinacantán hasta San Juan Chamula. Y esperamos hasta que llegó un camión de una ruta que tenía un nombre algo así como Quick Plus. El camión en sí, feo no estaba, ni incómodo. Fuimos pocos los que subimos al camión allí, y agarramos Gus y yo buen lugar en las ventanas del lado derecho (que luego nos pasamos al izquierdo), y el camión arrancó. Pero no iba directo hasta Tequila. Era un camión que iba a poder recoger pasaje de subida en cualquier punto de la ciudad por donde pasara, y, claro, ¿por qué no? Nos fuimos por la ruta más larga para tomar el camino a Tequila. Atravesamos el centro, fuimos por toda la avenida Federalismo arriba y al lado del tren ligero, enfrentándonos a un desagradable tráfico al entroncar con el periférico, en el cual se podía ver muy claramente que, en el cerro de enfrente al ITESO, se estaba ya avanzando muy rápidamente en la construcción del mega templo "Santuario de los Mártires"--aquel muy controversial porque, cuando criticaron a Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco al que le aplaudieron el día anterior la mayoría de los visitantes al estadio Omnilife, respondió que a todos aquellos que lo criticaban por darle 90 millones de pesos a la Diócesis para construir su templo, provenientes del erario público, éste respondió: "Por lo que voy a decir, perdón, señor Cardenal. Pero a todos esos que tanto critican les digo: Chinguen a su madre.". En el periférico el tráfico fue fluido e incluso todavía se respiraba un aire provinciano en el mismo. Pero el problema fueron las paradas continuas, en una de las cuales, se subió un dúo de niñas odiosas, que venían con un iPod pero sin audífonos, entonces, ¿Por qué no? Pusieron su música a todo lo que daba, asumiendo y dando por sentado que todos los presentes compartíamos sus gustos musicales. Al subir al camión, también entró una persona que nos vino a pedir un peso para juntar para un camión a Talpa de Allende. Resultaba ser que éste era un ex-convicto recién liberado del Penal de Máxima Seguridad de Puente Grande, y llevaba copia de su acta de liberación en la mano. No le dimos nada, pero al mismo tiempo, ese pequeño personaje, en el momento de mencionar que estuvo en el Penal de Puente Grande, nos dio algo de miedo. Luego subió un señor, en medio de la ciudad, vendiendo papas y dulces. A las dos niñas que subieron con su música a todo lo que daba (que, además de todo, y para desgracia de las almas puras del mundo, era reggaeton, y las canciones más chafas y quemadas de Shakira, Lady GaGa y el "Bombón Asesino" de Ninel Conde, sonando a todo volumen), les piropeaba bien perramente para que le compraran algún dulce que él traía. No sabía que tan seguro hubiera sido respondere a esa gente "Ne, dêkuji, ale jsem Cêch, a nerozumím vas," ya que a esos camiones subían exconvictos. También subió un guitarrista cantando canciones Cristianas del tipo "La Luz Del Mundo", pidiendo una cooperación, y citando versos Bíblicos. Luego subían y bajaban señoras con canastas vendiendo más papas, y comenzaban a ser tentadoras, pero cuando por fin intenté comprar una bolsa de papas, se tenía que bajar el vendedor de las papas, y me quedé sin mis papas. 
El paisaje plano de Guadalajara fue cambiando, al ir dándole la vuelta al gran monte en el cual está el (por suerte ya protegido oficialmente) Bosque de la Primavera. Y así fue que pasamos a través del primer pueblo de la Ruta del Tequila, llamado "El Arenal". El pueblo consiste en un camellón principal, que es la carretera que va hasta Tequila de todos modos, y el cual está decorado de agaves en suelo rojo de grava en el piso. A los lados todo edificio da el sentimiento de uno de esos "Pueblos de Una Calle" que tanto abundaban en el Sur de Estados Unidos en las épocas de los bandidos y vaqueros. Allí había muchas fábricas de Tequila artesanal, que no vimos. Después de un rato, comenzó a aparecer ante nuestros ojos, el contrastante paisaje Agavero. Tomé esta fotografía, que refleja el verde del campo Jalisciense (por la suerte de que hubiera llovido unos días antes con intensidad, para que las plantas absorbieran toda la humedad posible en la época más seca del año según tengo entendido, y ahora el campo estuviera verde. Pero no sólo eso, sino el amarillo de las flores de otoño que puntuaba el paisaje, y el azul intenso de los agaves. En el camino, sólo pude ir rumiando la canción de "Ay Jalisco, Jalisco, Jalisco; tú tienes tu novia, que es Guadalajara..." Y desde el camión, capté este paisaje, que es considerado patrimonio natural de la humanidad según la UNESCO:


Las dos niñas que traían el iPod sonando a todo volumen con "Tu Angelito Soy Yo", "Ven Y Báilalo, Que La Rumba Está Buena", entre otras penas de la música Caribeña contemporánea. Y claro, como seguramente todos compartíamos los mismos gustos musicales que estas niñas, nos tuvimos que chutar las 2 horas a Tequila oyendo todo el potpourrí de reggaeton contemporáneo, y todo el potpourrí (el chafa) de ProstiPiruGolfa de Shakira ("Loba", "Loca".) El camión paró en la desviación hacia Tala, y ahí bajó alguien, pero subieron más.  Luego pasamos por el segundo pueblo de la Ruta del Tequila, que era Amatitán. Hasta ahí llegaba el Tequila Express, y el pueblito, más que ser un simple pueblito, era ya un pueblote, en el cual hasta Bodega Aurrerá había. De Amatitán, para llegar a Tequila, teníamos que ir del otro lado del Volcán de Tequila, un inmenso cerro que se levantaba, sobresaliendo entre los demás que había alrededor. De Amatitán a Tequila fueron unos 25 minutos, que se me alivianaron en el guajolotero camión (Al cual, interminablemente subían vendedores de papas fritas naturales en bolsas de plástico que tentaban demasiado para luego bajar), al ir platicando con un oriundo de Tequila, sobre los atractivos turísticos de la región. Platicó que más adelante de Tequila, había otro pueblo llamado La Magdalena, donde había minas de ópalo, y que uno podía entrar con un pico a las minas, escarbar, y los ópalos que sacara, se los podía quedar, o podía pagarle a un orfebrre para que se los puliera. También me platicó que el Tequila Express, pronto tenían pensado extenderlo para que llegara hasta Tequila, pues hasta ahora sólo llegaba a Amatitán, el lugar donde se originó la bebida. Con la plática que tuvimos, toda derivada de que le presté mi programa de mano de los Panamericanos, se me hizo muy ligero lo que a Gus se le hizo un tormento, pues las niñas del reggaeton cmenzaron a cantar (horriblemente), y a platicar banal y superficialmente sobre idioteces insufribles. Llegamos a Tequila, y nos dieron indicaciones de cómo llegar a Mundo Cuervo. Tenía la impresión de que Tequila iba a ser más chiquito y más pueblito que Tecali, pero resultó ser más grande. Llegamos siguiendo la ruta que nos dijo el Tequilense en el camión, pasando por pintorescas calles empedradas, y tiendas donde vendían Tequila "artesanal" (que posiblemente en realidad era adulterado) de a 40 pesos por un litro! Eso sí, envasado en una botella de plástico transparente que parecía una botella de limpiapisos Fabuloso, así que decidimos mejor no comprar nada allí. Me llegó a la mente el chofer de la van en la que el año anterior nos fuimos a Guadalajara para participar en el UNITESO, que fue por sus botellas de Tequila de 50 pesos por 2 litros, que de seguro era una tercera parte tequila, una tercera parte agua y una tercera parte alcohol etílico. 
Tras caminar unas cuatro o cinco cuadras, con el magnífico Volcán de Tequila de fondo, llegamos a la iglesia principal de Tequila, la cual brillaba de más con sus pedruscos claros contrastando con el intenso cielo azul. Lo que, sin embargo, me sorprendió más, fue que, exactamente de frente a la iglesia principal, en línea recta una puerta con la otra, había otra iglesia más pequeña. No comprendí bien para qué, ¿Sería acaso para que las personas que vivían de un lado de la calle no tuvieran que atravesarla para poder ir a Misa? Oh, hermoso folklore! Pero no lo era tanto como el pintoresco centro de Tequila.


¡Y qué calor hacía! Hemos de haber estado a más de 28ºC, no por nada el cielo estaba tan claro y límpido, que no había una sola nube en el cielo! Yo no entiendo la verdad, en qué épocas son las lluvias en Jalisco, ya que las 3 veces que he ido, con la excepción del primer día de éste viaje, me ha tocado ver el clima seco y soleado, y literalmente sin una sola nube. Y he ido en épocas discordantes, como Mayo y Octubre. De algo deben de sacar el agua para mantener tanta agricultura y tantos agaves florecientes.
Caminamos a la izquierda de la iglesia, donde estaba la plaza principal de Tequila. Vimos pasar pintorescos carritos turísticos, que tenían forma de barriles de Tequila. También vimos pasar otros carritos de estilo Cubano, que eran las famosas "Guaguas", aunque las verdaderas "Gua Guas" son de La Habana, llamadas así porque se conocían como "Washington Wagons" (Wa-Wa). En la parte frontal de la iglesia, nos encontró una guía de turistas que nos ofrecía un tour por $600 pesos, pero le dijmos que no, gracias, pues ya teníamos un tour en Mundo Cuervo ese día. Otra guía de turistas nos atrapó en la plaza principal, ofreciéndonos otro tour, que incluía los campos de cultivo de agave, o subirnos en "El Barrilito", y luego ir a un bar y tomar Tequila "Hasta que el cuerpo aguante", en palabras de ella. Pero la respuesta fue la misma. En la plaza, nos interceptó una chica que nos invitaba a entrar a comer a su restaurante, que estaba en fin de semana de apertura, siendo ella de Irapuato, pero enseñándonos un menú bastante bueno y económico, por lo cual decidimos que, saliendo de la excursión de Mundo Cuervo, iríamos a comer a ese lugar. Caminamos a través de la plaza principal, y resultó ser que no tuvimos que caminar mucho más, pues en la contraesquina del zócalo, estaba una chimenea muy alta, y unos muros rojos pintados con deslavado, con el letrero "Mundo Cuervo" en grande en la entrada. Estábamos allí.
Entramos por las muy tradicionalmente Mexicanas puertas de hierro forjado, para encontrarnos con una escultura metálica de un cuervo gigante, y de fondo, música de Mariachi, tocando "Guadalajara, Guadalajara", pero versión puramente instrumental, seguida del "Cielito Lindo", el "Jarabe Tapatío", y luego canciones menos Jaliscienses pero igualmente Mexicanas, como la "Zandunga" de Oaxaca, la "Marcha de Zacatecas", y "Mi Ciudad". Allí fue que reflexioné sobre todo el folklore musical que casi todo Mexicano conoce, aunque no sea de la misma región, y de toda la "Cultura Compartida" que tenemos y que pudiera servir como factor de unidad entre Mexicanos, cosa muy necesaria, sobre todo en estos tiempos difíciles. 

Lo que le pasó a la mascota de Maléfica el día que ésta se enojó con él.

Entramos a un patio muy agradable, con mesitas y gente comiendo y bebiendo alegremente bajo sombrillas de colores claros, en un patio de tonos amarillos, con empedrado de tonos grises y rojizos, ventanales de madera tradicionales de la época Porfiriana, y arcos recios de hacienda colonial sosteniendo el techo. Buscamos la oficina de boletos, y allí presentamos nuestras identificaciones una vez más, ante lo cual nos entregaron un par de pulseras naranjas de papel, y nos dijeron que esperáramos a las 3 PM, que era el próximo tour, y que duraría aproximadamente hora y media. Nos hicieron pasar a una sala de proyección, que no necesitaba de cortinas negras ni de estar rodeada por cuatro paredes para que pudiera verse bien: la sombra que dejaban los densos árboles al exterior era suficiente como para que estuviera oscuro sin que dejara de verse un pasillo afuera, por el cual caminaba, alegre, la gente, entre el bar, la entrada y la tienda de souvenirs. Las enormes sillas de caoba tallada no eran para nada cómodas, por las irregularidades y dureza de la misma, pero por lo menos no se movían al irse sentando la gente que iría al próximo tour. Nos entregaron unos churritos de tela arrugada, que ya conocía yo para qué servían, pues en alguna época los tuvo que fabricar mi papá: Eran cofias (pero de un material excesivamente poroso). Vimos una película de unos 15 minutos, en la cual se narraba en Español (Aunque también había una versión en Inglés) toda la historia de José Cuervo, desde los inicios en el Siglo XVIII, cuando se obtuvo la primera licencia Real para poder fabricar Tequila en la región Novohispana de la Nueva Galicia (Hoy Jalisco, pues). Y de ahí, como había ido progresando la fabricación de Tequila, describiendo rápidamente el proceso antiguo de destilación, y dándosenos una breve introducción a la fábrica de La Riojeña, que sería la que visitaríamos. Al terminar el video, se nos pidió que desarrugáramos las cofias que nos habían entregado y que nos cubriéramos absolutamente todo el cabello, (no fuera a ser la de malas que a alguien se le caía un pelo en la fábrica, y una botella de Tequila llegaba a tener un pelo flotando en su interior, cual gusano en el mezcal).  La guía nos llevó a través de una puerta de hierro forjado más, caminando por un pasillo de hacienda, y pasando a través de un patio con cúpulas rojas en el piso que parecían ocultar una capilla subterránea. De allí, pasamos a una "entrada" donde había una exhibición de coches antiguos, de la colección de la familia Cuervo, entre los cuales destacaban una carcachita Ford roja, de los primeros modelos existentes (Aquellos que necesitaban que se les diera cuerda hasta enfrente para empezar a caminar, dándoles de vueltas), y un transporte público, que iba de Guadalajara a Amatitán y a Tequila, y de regreso. (Obviamente en perfecto estado de conservación y cuidado). Nos pidieron que sólo camináramos dentro de un perímetro marcado por una línea amarilla, y así llegamos a otro patio donde había muchas "piñas" en el piso. Eran piñas de agave, y de aquél patio emanaba una dulce fragancia, semejante al Tequila, pero con un dulzor muy especial e inolvidable, y, por supuesto, placentero. Nos pidieron que no tocáramos las piñas de agave, pues todas estaban enumeradas, y que mucho menos las tratáramos de cargar. Nos dijeron que cada piña pesaba aproximadamente 60 kilos. Allí nos explicó la guía, que un agave debe de crecer por lo menos 10 años en el campo, y una vez que pasaron los 10 años, se hace la "Jima", por parte de los "Jimadores" (Que no tienen nada que ver con los jinetes, descubrí ahora), que son los que cortan las hojas grandes del agave, y dejan nada más la parte central, que es la que parece piña. Según dicen, cuando cortan las hojas, parece que el agave está gimiendo, y por eso se dice que hacen una "Jima". De cada agave en promedio se logran obtener 8.5 litros de tequila, Pues por cada 7 kilos de piña de agave se obtiene más o menos un litro de tequila, al final. Todas las piñas pasan a los hornos de mampostería, donde se cuecen por 36 horas. De esta forma, los almidones de la planta se transforman en azúcares.

¿En cuántas botellas se traducirán todas estas piñas?
La cocción es con puro vapor, y se hace hasta que el vapor alcanza una presión de aproximadamente 1 kg/cm2, y más de 100ºC. De este proceso salen dos tipos de miel del agave: Dulce y Amarga. De hecho, la miel de agave es un producto que yo ya había probado tiempo atrás, cuando haciendo traducciones para el Señor Ng de Singapur (Sí, su nombre era Ng Chin Nyan... y sí, Nyan como el Nyan Cat), en el Tec de Monterrey, en Noviembre de 2008, nos regalaron de eso, para que ambos lo probáramos. Las mieles quedan "a flor de piel" para la piña del agave, y de allí las llevan directamente a la molienda, donde se trituran, y se les extrae crujientemente todo el juguito dulce que llevan en el interior. Lo restante es pura fibra de agave, inservible para consumo humano, así que es extraída y pasada a un camión, el cual lo lleva a procesos de reciclaje, con lo cual se hace papel de fibra de agave. El jugo extraído es procesado y filtrado, para que no queden sedimentos ni impurezas en el mismo, y se pone en cribas (o grandes tanques metálicos, pues), en las que se le añade levadura de agave, para que los microorganismos de la levadura se coman los azúcares del jugo de agave, y los conviertan en alcohol. Pero una vez terminada la fermentación de éste mosto, el aguamiel que sale de ese proceso (así se le llama) tiene solamente 5 grados de alcohol, lo cual hace que el rompope o la cerveza tengan mayor grado alcohólico que el aguamiel. Se pone entonces en unos alambiques, y se destila. Pero cuando se termina de destilar sale con 60 grados de alcohol, y por esta razón es imposible de comerciar. En ese punto nos dieron unos mini vasitos con el tequila de 60 grados, para que lo probáramos. Yo venía con la garganta raspada de todo el griterío de la noche anterior, y casi no podía hablar. Con las cuerdas vocales desmadradas, pensé que sería estúpido tomarme el tequila de "shot", como algunos ahí estaban haciendo, y le di un sorbito. Estaba demasiado fuerte! Pero extrañamente, se me aclaró la garganta después de pasármelo, así que, de golpe, tomé valor (y todo el tequila que había en el vasito). Los ojos me lloraron como si me hubieran rociado aceite esencial de cebolla en la cara, y tosí con entusiasmo, pero ¡Milagro! ¡Ya podía hablar bien de nuevo! Había un garrafón con vasitos cónicos de papel para tomar agua después del shot de Tequila Puro. Una vez que todos hubimos terminado de tomar ese Tequila Puro, nos explicaron cómo pasa a unos alambiques en donde se hace la "rebaja" en otros aceites del agave, y otros ingredientes que permanecen como Secreto Mercantil (Nuevo término aprendido hoy, ahora sé cómo describir legalmente lo que es la receta de la Coca-Cola y las Galletas Mrs. Fields), y sale el Tequila con 38 grados de alcohol, el cual se pasa a barricas de roble. Nos llevaron de regreso entonces, saliendo de La Riojeña, y nos llevaron a otro edificio, de cuyo pasillo emanaba aire fresco, una grata bendición en ese día tan ardiente, pero eso sí, con un fuerte aroma de Tequila. Entramos a la bodega, donde había gran cantidad de barriles de roble apilados, y dos gigantescos "pipones". Allí se estaba destilando el tequila, y nos explicaron que hay varios tipos de tequila. El tequila "Especial", que es el más barato de los que fabrica Cuervo (Y el de menor calidad, también). Es "Especial" porque está hecho 60% con tequila de agave y 40% de otros alcoholes. Luego están los tequilas 100% de agave. Del Tequila 100% de agave, están: El tequila blanco, que lo dejan añejar por 3 a 6 meses en las barricas, el reposado, que se añeja de 12 a 18 meses, y el añejo, que es de más de 30 meses. Adicionalmente, existe el tequila "Reserva de la Familia Cuervo", que nos dijeron, se hace con agaves de más edad (De más de 10 años), y se añeja de 7 a 15 años. Nos dieron, acto seguido, un vasito con tequila blanco, para que lo probáramos, y, efectivamente, el sabor era muy fuerte. Luego nos trajeron una barrica con fondo de cristal de tequila Reposado y otra de Añejo. El reposado era amarillo, el añejo era dorado-anaranjado. Después del tequila blanco, nos dieron a probar un vasito de tequila reposado, y el sabor era más suave, y más "fácil" de tomar (no te lloraban los ojos si hacías shot, en otras palabras). Aún así, tenían la misma cantidad de alcohol. Y por último, el tequila añejo, que era mucho muy suave. Abrieron un barrilito y nos dijeron que oliéramos el interior, sin meter la nariz completa al barril (No fuera a escurrírsenos un moco), y ese era de la Reserva de la Familia Cuervo.  Olía muchísimo a madera. De allí nos llevaron a un gran pasillo, en el cual había un mural gigante. El mural, nos dijeron, describía la historia y mitología del Tequila, así como su proceso de fabricación. Era de notar que todo el mural estaba pintado en los omnipresentes colores Huicholes que habíamos estado viendo a lo largo y ancho de la ciudad, pero en tonos pastel.


















De frente al mural, había unas ventanas por las cuales se podía observar uno de los laboratorios. En ese punto, nos explicaron a todos la pintura, y a los que tenían brazalete morado, se los llevaron al bar, mientras que nosotros, los de brazalete naranja, debíamos esperar unos momentos más en el pasillo del mural. Contemplamos con atención cada detalle del colorido mural, y, después de ver esto, y saber lo que había en el Instituto Cultural Cabañas, más aparte el cómo habían dejado las paredes de los pasos a desnivel en Guadalajara, nos dimos cuenta que a los Jaliscienses les encanta pintar las paredes, y no de la manera naca que acostumbran los grafiteros, poniendo rayones monocromáticos sin sentido, azarosamente. A los pocos minutos, llegó la guía para llevarnos a través de, de nuevo, el patio con las cúpulas en el piso, y hacernos bajar por una escalera empedrada en una cava bastante profunda. Resultó ser que debajo de las cúpulas en el patio aquél, se encontraba la Cava de la Reserva de la Familia Cuervo. Y tenía una barbaridad de barriles por todos lados. Muchos de ellos tenían clásicos graffittis Mexicanos, hechos con plumilla en el momento: "Clarissa y Juan Andrés, 15 de Agosto, 2007". Otros eran más cómicos, pero con humor negro: En la parte donde en los barriles decía: "Reserva de la Familia", en la parte inferior alguien había escrito: "Michoacana, y los Zetas". Había algunos barriles que reflejaban en verdad la tardanza que tomaba el tequila de la Reserva en añejarse, pues vimos algunas firmas que databan del 2000. También había un tequila del que nos hablaron, sumamente especial, hecho específicamente para conmemorar el 250º aniversario de la obtención de la Licencia Y Cédula Real para fabricar Tequila a la familia Cuervo, que, al parecer, era un tequila con una inmensidad de tiempo añejándose, y del cual sólo se elaboraron aproximadamente 10 botellas de 300 mililitros cada una. Y se vendieron, cada una, en $25,000 pesos. Incluía una botella de cristal hecha a mano, artesanal, y un libro hecho de papel de agave, con la historia del Tequila José Cuervo en sus páginas. Y a la venta, de esa edición especial, sólo quedaba una botella. También nos enseñaron una colección de "Damajuanas" antiguas, que eran las botellas en las que se almacenaba, transportaba y vendía el tequila en épocas de antaño. Eran como unas jarras de vidrio, realmente grueso, y estaban muy empolvadas. Se les llamaba "Damajuanas" porque en Cuba había una señora a la cual le gustaba mucho el tequila, y se le enviaba por parte de la familia Cuervo, una cantidad constante de tequila en esas botellas. Por lo menos esa es una teoría y una leyenda. A mi mente llegó la imagen de una viejita negra Cubana, elegantemente vestida pero muy arrugada de la piel, con un sombrero rosado gigante y con una pluma igualmente grande, un collar de perlas, sentada en una banca en una casa de madera con mucha vegetación tropical para darle sombra a su alrededor, y borracha. Vimos hacia arriba, ante la indicación de la guía, y alcanzamos a distinguir unos hoyitos en el techo, empedrado, y con forma de domo. Esos hoyitos eran respiraderos por los cuales antes, se refrescaba la cava para mantener el tequila a una temperatura fresca. Ahora, existiendo el aire acondicionado, obviamente ya no era tan necesario tener esos hoyitos, pero los conservaron por tradición.
El Patio de las "Cúpulas".
Después de eso, nos hicieron subir de nuevo las escaleras y regresar a través del "Patio de las Cúpulas", como quise imaginarme que se llamaba, a un gran patio arbolado, en cuyo centro había una jaula con un cuervo negro muy grande en su interior. "Y cómo se llama?" preguntó Gus al encargado. "Se llama José," dijo el encargado del lugar, y sólo pudimos pensar que, o bien era muy obvio, o bien les faltaba originalidad a la hora de nombrar al cuervo. En el jardín al lado del patio arbolado, había una escultura de una recolectora de agave, y otra de un jimador. Desde el mismo patio se podía ver una gran chimenea, de los hornos, que era un ícono del poblado de Tequila. 
 
De ahí nos llevaron a una gran sala en la que había una mesa dispuesta con numerosos lugares, un plato pequeño con limón, sal, pimienta y canela dispuestos en su centro, y en cada lugar, tres copas con tequila, tapadas elegantemente con un posavasos de papel cada una. 
Se cerró la puerta, y, tras ajustes, pudimos sentarnos todos, y la puerta fue cerrada. En la sala había una gran cantidad e esculturas como la del jimador o la de la recolectora de agave. Daba la sensación de que había más estatuas que gente, en ese antiguo salón, con aires de hacienda. Y una vez acomodados, se nos instruyó la manera en la que cataríamos el tequila. Empezamos con el tequila blanco. Aprendimos como, primero, en la copa, se observa el color, luego se le dan dos vueltas y se contempla la "corona" o sea, la marca que deja el líquido al pegarse en el cristal del vaso, y vimos cuánto tiempo duraba la coron formada. Luego, como bajaba el líquido en forma de "lágrimas", que rápidamente se corrían y se hacían "piernas". Eso indicaba que no tenía mucho "cuerpo" o consistencia y viscosidad. Luego se nos instruyó el percibir los aromas que salían del tequila blanco, antes de probarlo. Se nos enseñó también una táctica para percibir el sabor del tequila blanco sin que fueramos a toser de lo fuerte que estaba. Consistía en inhalar, aguantar la respiración al retener el tequila en la boca y saborearlo, exhalar, pasárselo, y sólo volver a inhalar cuando el tequila ya no estaba más en nuestra boca. Nos pusieron galletas habaneras para quitarnos el sabor del tequila blanco antes de pasar al siguiente, el reposado. Era el equivalente a dos caballitos, lo que contenía cada copa de tequila. Luego pasamos al tequila reposado, el cual tenía un color más amarillento y un aroma doble, en la parte inferior de la copa se percibían los aromas básicos del tequila y en la superior, un toque de esencia de madera de roble, como olor a hacienda antigua. Era porque en el añejamiento, el tequila absorbía minerales y aceites de la madera, lo cual le daba su color característico y su aroma tan peculiar, así como la suavidad del sabor, y la facilidad de su ingestión. Ahora tenía más cuerpo también, y las "lágrimas" duraban un poquitín más formadas. Al pasar al añejo, tuvimos que darle shot a la copa de tequila reposado, pues el tiempo apremiaba. El cuerpo del tequila añejo era mayor, o sea, menos aguado y más viscoso, las lágrimas duraban mucho más tiempo formadas y escurrían con lentitud, la corona tenía una forma bien definida, y el sabor en verdad era especial, ligeramente amargo. Los olores ahora eran triples: en el primer nivel de la copa se olía el aroma básico del tequila, en el segundo el de la madera, pero en el tercero, un olor a especias sobresalía, y fue por eso que nos pusieron la canela, y la pimienta justo enfrente, en el platito: para que compararamos el olor del palo de canela con el aroma terciario del tequila añejo... y vaya que sí guardaban cierto parecido, tanto la pimienta como la canela! Era como si la parte superior del tequila añejo despidiera un aroma muy delicado que recordaba un poco el olor del Chai Indio.
De allí pasamos al bar, ahora sí dando por concluido el tour, en donde nos servirían una copa del tequila especial "Reserva de la familia". Con esa última copa de tequila, del mejor que había, ya llevábamos el equivalente a unos 8 o 9 caballitos de tequila, además de que también nos dieron una margarita. Y entonces reflexionamos, sobre que no había manera en este mundo de que pudiéramos estar siendo más burgueses. La fecha era 15 de Octubre. En todo el mundo, la gente salió a las calles a protestar en contra de los privilegios del 1% más poderoso del mundo. Ocuparon Wall Street, Boston, San Francisco, Dublín, Tokyo, las ciudades de México, Puebla y Guadalajara, Madrid, París, Berlín, Roma, Atenas, Zagreb, Viena, Sydney... y mientras el mundo colapsaba, nosotros tomando una copa del mejor tequila que vendía José Cuervo, en una retirada hacienda, como aislados del mundo. Qué cerdamente burgueses fuimos en ese momento, y lo reconocimos. Aunque, no tanto, porque, en efecto, lo estábamos reconociendo. De allí pasamos a la tienda de regalos, donde vimos las botellas de tequila "Reserva de la Familia" vendiéndose en entre 700 y 800 pesos. También estaba una colección de cajas del tequila de reserva de la familia, todas muy artísticas dispuestas en una pared de exhibición. Vimos playeras, sombreros y demás cosas, pero el precio era bastante exorbitante, y lo único barato en esa tienda era la mezcla de sangrita "Viuda de Sánchez", que no tenía nada que ver con el tequila Cuervo, y que sólo se vendía como mezclador aperitivo. Incluso había una caja triple, surtido de los tres tipos de tequila que compramos, en unos 225 pesos por toda la caja, pero las botellas eran bastante pequeñas. 
Para ese punto, y después del último tequila, supe que en verdad ya estaba intoxicado en un grado mayor al que normalmente puedo llegar. Así que le dije a Gus que de verdad me estaba sintiendo mal, y tenía que ir a comer algo, o si no, de plano vomitaría todo el tequila que nos habían dado (incluyendo el carísimo!) así que, de allí, nos dijeron que teníamos un comida gratis para dos personas en el restaurante de enfrente, que se llamaba... CHOLULA. Entramos al restaurante, mencionamos la promoción, el mesero fue a hablar con su superior, y nos vino a decir que todo era cuenta abierta y que podíamos pedir lo que quisiéramos. Sintiéndonos mal por la chava del restaurante del zócalo, nos vimos obligados a aprovechar la oportunidad y atascarnos. Si bien para ese punto yo ya estaba bastante intoxicado, no perdí la conciencia, y recuerdo haber pedido una sopa azteca con chilpotles secos extra, carne en su jugo, una coca-cola, y un platillo de brocheta de camarones con ensalada y arroz. Trajeron salsa, mucha salsa, y muchos totopos. También de cortesía nos trajeron dos vasos de una bebida llamada "Flor de agave", que contenía miel de agave, tequila, limón, y alguna otra cosa, con mucho hielo, servido en un vasito con el borde glaseado de chile piquín y limón. Estaba demasiado bueno,  al parecer, no me di cuenta y pedí otro más, en lo que me terminaba mi sopa azteca y llegaba mi orden de carne en su jugo. En el estado de intoxicación, algo muy inusual en mí, por lo que supe, a Gus le conté mis penas de amor (como si no se las hubiera contado con anterioridad varias veces),  mis esperanzas y sueños, para luego comenzar a hablarle en Alemán, en Ruso, y más tarde, en Húngaro (Lo cual es algo notable, ya que jamás he aprendido nada de Húngaro. Pero de que era idioma Magyar, lo era). Salimos del restaurante aproximadamente a las 5:20 PM. No olvidemos que nuestro desayuno había sido a las 10 AM aproximadamente, en el 7-11 de Guadalajara, por lo que, agradecimos profundamente la oportunidad de comer gratis en restaurante, ya que la cuenta final de ambos ascendió hasta los ¡¡$800 pesos!! entre tantos platillos que no tuvimos que pagar, afortundamente. Del restaurante salimos con rumbo a la estación de camiones, por donde llegamos, y yo me sentía sumamente mal. Entre mareado, asqueado y con el estómago a reventar, al ver un carrito que echaba burbujas, fui caminando hacia el chorro de burbujas que volaban con el aire, y me puse en medio, dejando que las burbujas volaran hacia mí, esperando que me despertaran de ese sueño o pesadilla en el que me encontraba, algo sí como un entresueño bastante fuerte, inducido por el alcohol, pero en el cual me esforzaba cada segundo por no perder la consciencia. Dejé que las burbujas me "enfrentaran" y "atacaran", para luego seguir con Gus hasta la estación de camiones, (corriendo), mostrar nuestros billetes de regreso a Guadalajara, y subir a apañar el primer lugar que pudiéramos. Yo elegí uno que traía la ventana abierta, sin compañero de asiento y pudiendo disfrutar de la brisa vespertino-nocturna Jalisciense golpeando mi cara, y pude acomodarme un poco, mientras el camión salía de Tequila, y, en lo que el aire frío me daba en la cara, y tras unos minutos de tranquilo sueño, se me bajó completamente la intoxicación etílica, y pude disfrutar tranquilamente del retorno a la metrópolis Jalisciense. En pocas palabras, todo terminó con mi interior clamándome a gritos:
¡NEVER AGAIN!

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